—Je…No es por ser mal educado, pero la tormenta pronto se hará más fea y creo que ya es hora de que te vayas a tu casa.
Pasó una semana de todo lo sucedido. La primera semana de año nuevo.
Para Kokone había empezado el año de una manera un tanto extraña. Si bien no sentía nada más que apreciación por Len, que ahora estaba viviendo en su casa, pero en la habitación de huéspedes (que se encontraba en la planta baja del hogar de los Inoue), tenía un sentimiento de desconcierto con su presencia y más cuando al abrir la puerta se lo encontraba en el living.
Además también estaba estresada, pues su hermano era capaz de cometer cualquier locura en cuanto esos dos se quedaran solos. Ya había captado las miradas asesinas de Kanade hacia el rubio. Por fortuna, Kanade trabajaba hasta tarde para acabar un proyecto de ópera pop para una vocaloid llamada Prima –cantante lírica, por cierto- y no le daba demasiada importancia a nada cuando estaba sumamente ocupado con eso.
Sus prácticas de ballet continuaban. Si no se esforzaba, en cuanto todas las bailarinas estuvieran listas para hacer la primera obra importante en la ciudad, perdería el papel principal. Pero faltaban años para eso.
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En cuanto a Meian, si estaba en la casa, estaba todo el día hablando con su amado por teléfono o móvil; y si no, se la pasaba con él paseando por la calle y yendo a distintos lugares para esparcirse.
La pobre no tenía la menor idea de las intenciones de Gakupo ni los planes que tenía para con ella a futuro. No se imaginaba ni la más mínima porción de esos planes.
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Kaito por fin se puso a relfexionar sobre su gran problema y obsesión con el físico. Había bajado tres kilos, pero en vez de sentirse “bien” como lo hacía normalmente, estaba más deprimido de lo usual. De alguna manera, eso le hizo un leve “click” en la cabeza.