Meian estaba tan entretenida tratando de ligárselo, que no se dio cuenta cómo venía corriendo hacia ellos una Kokone que sujetaba el palo de escoba como una lanza.
Cuando quiso hacer otra cosa, simplemente no pudo, pues la niña estaba pegándole con el palo por el lomo a Gakupo, como si fuera un perro callejero.
— ¿ACASO ESTÁN TODOS LOCOS EN ESTA CASA! — Exclamó Meian tratando de sacarle la escoba a su pequeña hermanita — ¡Primero Kanade! ¡Ahora tú, niña! — Empujó a Kokone, se paró de un salto y se abalanzó sobre ella, cayendo Meian encima de su hermana y entrando a la cocina de una.
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Kaito se dio la vuelta enseguida. Había olvidado cerrar la puerta; ahora que lo pensaba bien, podría entrar cualquier ser no deseado…
Se quedó helado al ver la caja envuelta en un brilloso papel azul con un lindo listón blanco. No supo cómo reaccionar , ni qué decir.