Naruto y sus personajes pertenecen al señor Masashi Kishimoto
CAPITULO UNO
El día que vinieron ellos, empecé a perder rápidamente la compostura a velocidades supersónicas, como también la nula paciencia por la que me caractericé tener siempre.
Es que simplemente, ellos, si, esas pesadillas andantes que tuvieron que quedarse en mi casa un buen tiempo, fueron lo suficientemente insoportables como para volverme absolutamente loca y hacerme ganar un boleto de ida gratis al psiquiatra (Nota mental: Por lo menos pasar tiempo con el psiquiatra es más divertido, aunque me hace sentir igual de insegura y paranoica).
Aunque ahora , al no tenerlos cerca ni un solo milímetro, genera cierto sentimiento de extrañeza y soledad abrumadoras , puedo asegurar con suma certeza que por lo menos no debo estar rogándole a un Dios para que me haga el favor de seguir manteniéndome milagrosamente con vida a pesar de todo. Pues digo, las situaciones que creaban estos sujetos, eran como para matarlos o pegarse un tiro en medio de la frente incluso con la mano izquierda.
Sin más vueltas que dar, comenzaré por el principio.
A mis dieciocho años, yo era una chica autodenominada “Loca” (Y en el presente, si tuviera que describir la clase de persona que era en ese tiempo, me llamaría “Pequeña mocosa estúpida e inmadura”), que se la pasaba perdiendo el tiempo haciendo nimiedades, chateando diariamente como toda una adicta en la computadora hasta las seis de la mañana y leyendo desde libros, hasta comics y manga, además de mirar mis series favoritas en el televisor o anime en la notebook, entre otras cosas. Admito que hoy en día sigo haciendo algunas de estas actividades, solo que con un poco más de moderación debido a que tengo que terminar mis estudios universitarios y trabajar al mismo tiempo.
En fin… ya imaginarán que era la típica niñata que decía que odiaba increíblemente a la sociedad, que detestaba con todas las fuerzas a sus padres y que se aislaba de la mayoría de las personas para evitar sus tontas conversaciones y palabrerío de cotorra. Pues, están en lo cierto. E insisto: a veces sigo haciendo lo mismo, pero ¿Cómo explicarlo? Con un enfoque bastante, sino algo diferente al de tiempo atrás, con mayores motivos –tal vez estúpidos para algunos- pero motivos al fin y al cabo.
Bueno, aquel año había abandonado mi casa en la que me había criado toda la vida, por muchas diferencias de opinión con mi madre, para mudarme a la que actualmente estoy viviendo en PAZ por sobre todas las cosas. Esta casa era la vacacional de la familia, heredada por mi abuelo. Ya se harán la idea de que es malditamente grande, lo suficiente como para que conviva una familia de por lo menos doce personas; esto es así debido a que mi abuelo paterno, había tenido bastantes hijos e hijas. La casona vieja se encuentra a unas cuantas manzanas de la playa, pero lo suficientemente cerca como para no agotarse al ir caminando hacia ella. Tampoco está muy alejada del centro.
Ese año sería sabático, ya que estaba muy agotada física y mentalmente por los problemas familiares que venía arrastrando desde años anteriores, siendo más específica, desde que mis padres se habían divorciado y yo tuve que quedarme con mi madre mientras que mi viejo se había borrado del plano existencial. Al año siguiente, entraría en la universidad local para estudiar diseño gráfico, que era mi sueño desde que tenía conocimiento de la existencia de la carrera.
Y fue justamente en ese preciso momento, desde que pisé la casona, que me desaté por completo y empecé a hacer todas las cosas que siempre había querido hacer, pero que mi madre me había estado controlando para que no las llevara a cabo: llámese beber alcohol, llámese quedarse estupideando hasta cualquier hora de la madrugada o cualquier otra cosa que fueran desarreglos de juventud. Hay que aclarar que yo no era la típica niña cliché fiestera, sino que al contrario, prefería quedarme en mi casa comiendo comida chatarra, bebiendo un par de energizantes y joder con la PC sin llegar a dormir en todo el día. El dinero lo obtenía de una mensualidad que enviaba mi mamá (flor de viva me podrían llamar).
La vida así, sin preocupaciones ni restricciones, fue genial, por lo menos el primer mes. Luego descubrí lo que era en realidad trabajar como ama de casa: tenía que lavar la ropa, hacer la cama, limpiar la casa de pe a pa… Pero si hay que ser sinceros, yo no hice absolutamente nada de eso hasta que pronto la basura comenzó a acumularse exageradamente en las esquinas de cada habitación, y bueno, dejé que eso siguiera así; yo no pensaba de ninguna manera en organizarme, “eso es laburo de esclavos” me decía yo a mis adentros y en voz alta a modo de queja.
En vez de volcarme de lleno a mis actividades, le dediqué toda mi atención e interés a un manga en particular: Naruto.
Sus aventuras eran tan entretenidas y enviciantes, que no tardé nada en engancharme rápidamente con la historia. Además que en esa época me sentía tremendamente identificada con cientos de sus personajes y las frases que soltaban muchos de ellos eran realmente gratificantes para mí. No miento cuando digo que me leí todos los capítulos hechos por el autor hasta ese momento en una sola semana. Después de todo, tenía mucho tiempo para quemar.
La basura siguió apilándose.
Al terminar de leer el manga, me empeciné en ver el anime. A pesar de que tenía relleno hasta el hartazgo, me fumé todos los capítulos habidos y por haber, siendo relleno o no, total no tenía absolutamente nada que hacer y lo que debería estar haciendo, lo dejé a un lado.
También estuve una semana completa sin dormir bien a causa de eso.
Una vez que tomé conciencia del desorden, no me quedó otra que ordenar y limpiar un poco para vivir más dignamente, antes que todo se tornara un gran basurero y un nido de ratas.
Estaba tan cansada de trasnochar, que después de unas cuantas horas de ejercer la labor de cuan esclavo de la época colonial, me tiré al sofá para continuar una rutina pendiente: cumplir las horas de sueño atrasadas desde los primeros treinta días viviendo sola.
Cuando por fin desperté de aquel sueño profundo en el que me había sumido, simplemente me dirigí hacia la cocina para abrir la heladera y acto seguido, agarrar una helada cerveza en lata. Solo esperaba a que esto no se convirtiera en un vicio que luego me costara mantener.
Miré con cierta vagancia el reloj que colgaba de la pared, y presté una asquerosa atención al resonante “tic-tac” de sus agujas. Con el cansancio que traía encima, además del alcohol que estaba ingiriendo por mero gusto, hacía que una simple boludez me irritara de sobremanera. Eran las doce de la noche.
Considerando que me había regalado fácilmente a los brazos de morfeo, siendo yo una sufridora de insomnio por excelencia, y que además había sucumbido a las seis de la mañana del día anterior, dormí como toda una maldita bestia. Mira qué bonito.
No tardé un carajo en vaciarme seis latitas de cerveza del refrigerador. Demasiado exagerado para el nivel de alcohol que estoy acostumbrada a tomar y la nula tolerancia ante el mismo.
—Me siento como el traste — Mencioné con un dolor de cabeza insoportablemente empeorado desde que me había levantado de aquella larga siesta.
Llevé mi humanidad hacia el living, para luego tirarme en el sofá y comenzar a pensar cosas de mi infancia, estúpidamente, pues estaba en el presente y eso ya no podía corregir ni cambiar. Supongo que eran los efectos de una borrachera inminente. Pero es que la cerveza es tan rica.
Aun continuaba teniendo conciencia, después de todo.
—Tal vez si me tomara una más… — Pensé en un mísero instante. Pero no, sino acabaría haciendo ridiculeces y al día siguiente tendría una espantosa resaca de la cual vomitaría hasta la esencia vital. Perfecto.
Luego de divagar por no sé cuánto tiempo, seguramente poco, pues no recuerdo haber estado consumiendo mucho más segundos pues tampoco la cerveza en sangre y cabeza me lo permitió , quedé dormida otra vez ; Como un dulce bebito al que le dieron un baño con agüita caliente y pusieron un perfumito relajante en todo el cuerpo.
Tuve un extraño sueño. Parecía el sueño de un adicto al LSD y marihuana.
Solo que yo no estaba, bueno si estaba presente, pues podía ver y sentir todas las sensaciones en su mayoría ; con el detalle de que no apreciaba mis miembros corporales , sino una especie de portal o agujero de gusano , tal cual como los muestran en la televisión en esos programas de física , que me conducía a un lugar indeterminado. Solo sus “paredes” se mostraban como un flujo constante de energía que estaba compuesta por miles de hermosos, coloridos y enceguecedores colores de todo tipo. También hacía como una especie de ruido extraño, como cuando el agua y la electricidad se juntan, algo extraño, pero curioso y estremecedor.
Me despabilé enseguida cuando un fuerte ruido proveniente de la puerta trasera de la casa resonó por todas las habitaciones e hizo que los vidrios de las ventanas vibraran.
Temía que fueran ladrones; pero me quedé intrigada, puesto que los robos no eran muy frecuentes en la zona y menos en la época no turística del año como la era en aquel entonces. Agarré rápidamente un objeto contundente como pude, aunque de una forma demasiado torpe, a consecuencia de la bebida que había estado chupando. Me encontraba mareada; me daba vueltas la cabeza.
Apenas arrimé la nariz un poco en la cocina, un puñetazo en medio del tabique fue lo suficiente como para atontarme en extremo y hacerme soltar un chorro de sangre por las fosas nasales.
Caí como bolsa de papas al piso, con los pajaritos de los dibujitos animados encima de mi cabeza. Intenté distinguir las siluetas que aparecieron ante mí.
Pero lo único que logré visualizar más o menos, fue un fondo negro con una nube roja.
En fin, hace bastante tiempo que quería escribir este fic, desde que tenía catorce años y estaba viviendo la época dorada de los juegos de rol progresivos a través del msn.
Ahora con unos cuantos pirulos más, decidí poner a prueba mis habilidades como escritora de fanfics y este vendría a ser el primero luego de años de no hacer ni uno que no fuera One Shot o Drabble… o siquiera ninguno de estos.
Voy a tratar de hacer la trama más o menos humorística, pero debo advertir que a veces mi humor es un tanto negro y especial, por lo que algunas situaciones pueden resultar cruelmente graciosas.
También quería dejar en claro que la OC que está relatando la historia es fruto de mi propia imaginación y vivencias personales. NO PERTENECE AL MUNDO DE NARUTO.
El que quiera usarla para otra historia , adelante , pero solo denme los créditos correspondientes.
Decidí hacer de Naruto, pues esta idea la vengo amasando de hace años, como ya he mencionado anteriormente. Además que adoro a los Akatsuki.
Espero que hayan disfrutado de la lectura y nos veremos en otro capítulo o Historia Original.