Hola a todos, como mi hermana está de viaje, ahora me tomo el tiempo de estar aquí y dejarles la continuación de esta linda historia, espero que les guste y gracias por el apoyo— Capítulo 3 —
Sasuke paró delante del apartamento de su hermano (dicho de una manera por la unión del pacto), un enorme lugar, preguntándose de qué humor estaría Taylor. Karin se reclinó en su pecho mientras él tocaba el timbre.
Cuándo Taylor abrió la puerta, Karin suspiró deleitada. Sasuke rió entre dientes. Las mujeres siempre reaccionaban así cuando veían a los dos juntos.
— ¡Dios!, nunca había conocido a dos chicos que se parecieran tanto —dijo ella mientras lo miraba fijamente y luego giraba para mirar a Taylor.
Tayor Picasso, era uno de los italianos que llegó de casualidad ante Sasuke y Naruto, de hecho él iba hacer la comida para ellos pero su determinación y el profundo dolor que llevaba hizo que el rubio lo convirtiera en uno de ellos; Taylor los observó plantado allí con un jersey de cuello alto negro y unos vaqueros del mismo color, representaba perfectamente al melancólico solitario que era. Mientras Sasuke aceptaba y disfrutaba de las características que los diferenciaban a ambos con el resto de los vampiros, mofándose abiertamente de ellos, Taylor se escondía, viviendo totalmente solitario. La única persona a la que dejaba acercarse desde hacía años era a él, por eso es que lo consideraba como su hermano, no era un reemplazo para Itachi, no, de ninguna manera, pero al menos Sasuke no se sentía tan…depresivo.
Taylor se reclinó contra la jamba de la puerta y se dirigió a Sasuke, ignorando deliberadamente a Karin
— ¿A qué debo el honor de tu presencia, Sasuke?
— Karin y yo pensamos en hacerte una visita —dijo mientras frotaba los brazos de la mujer por debajo de su chaqueta—Se amable, Taylor. Necesitas esto—utilizó su poder para hablarle
Habiendo una edad muy grande entre ellos, Sasuke siempre sentía cierta responsabilidad por su hermano de sangre. Le molestaba que su hermano se recluyera tanto de humanos como de vampiros. Taylor compartía su habilidad de permanecer bajo la luz del sol, pero además tenía un poder especial que Sasuke no poseía, un poder que el resto de vampiros temía incluso más que la habilidad de los dos para salir a la luz del día y eso fue un hecho por el cual lo convirtieron en vampiro.
Taylor sonrió ampliamente a Sasuke y Karin saltó hacia atrás jadeando cuando vio como mostraba sus largos colmillos.
— ¿Tú... tú eres un vampiro? —dirigió conmocionada su mirada hacia Sasuke, y se alejó también de él cuando su mente comprendió que ambos eran iguales.
Irritado por la insolente tontería de su hermano, Sasuke comenzó a tranquilizarla, tratando de aliviar su temor.
— ¡No lo hagas, hermano! —exigió Taylor.
Sasuke encontró la mirada de su hermano, permitiendo que en la suya se reflejara todo el enfado que en ese momento sentía.
Taylor se dirigió a Karin por primera vez.
— La idea de que tome tu sangre te excita mucho, ¿verdad, Karin Yakushi?
Ella asintió lentamente y Sasuke respiró de nuevo el olor de su excitación.
— ¿Cómo supiste mi apellido? —preguntó a Taylor, con una burlona mirada en su cara que de hecho mostraba cierto temor.
Taylor la obsequió con una atractiva y reservada sonrisa. Extendiendo la mano, la atrajo hacia él mientras le decía:
— Pasa y charlemos un rato.
Sasuke reía entre dientes al ver como Karin ponía su mano en la de su hermano, permitiendo que la guiara hacia el interior. Personalmente, no le gustaba compartir, pero sabía que Taylor se negaría a estar a solas con ella. El deseo de ver como su hermano rompía libremente su voluntario aislamiento hizo que se olvidase de sus propias preferencias. Su hermano necesitaba relacionarse con humanos, tratar de conocer la otra mitad de su herencia.
Taylor dirigió a Karin hacia la sala de estar y se reclinó contra la chimenea mientras ella caminaba alrededor de la habitación. Sasuke se sentó en el negro sofá de cuero, que iba a juego con el par de sillas plateadas y la mesa contemporánea de cristal que componían el salón de su hermano. Se preguntó qué pensaría Karin del gusto de su hermano.
—Le gusta —le contestó Taylor mentalmente con voz aburrida—Piensa que son la perfecta combinación para mi peligrosa apariencia —terminó con una risita mental.
Y ese era el principal problema de su hermano. A causa de su especial habilidad para leer las mentes, los humanos eran libros abiertos para él y, por lo tanto, aburridos. No se asociaba ni relacionaba con ellos, los consideraba simplemente como su fuente de alimento. Las mentes de los vampiros eran más fuertes, pero, si bajaban la guardia, también eran susceptibles al poder de Taylor. Por lo tanto, los vampiros masculinos le rehuían. Las mujeres vampiro, por el contrario, se sentían atraídas por la peligrosa y solitaria figura en la que se había convertido. La mayoría de las veces, él también las rechazaba.
— ¿Entonces por qué no permites que ella conozca al Taylor real? —le preguntó Sasuke mentalmente mientras veía como Karin pasaba la mano sobre el saxofón del joven vampiro lector de mentes, colocado en su soporte contra la pared.
Taylor encontró su mirada con sus ojos, dorados en ese instante como los suyos, pero más distantes y penetrantes de lo que deberían ser.
— Cree que queda muy bien aparentar estar fascinada por el saxo, pero la música no le interesa en absoluto. Sólo está aquí por una razón—contestó en la mente
Sasuke vio como su hermano giraba y extendía la mano diciendo:
— Ven conmigo, Karin.
Taylor llevó a Karin a través del brillante piso de madera de roble hacia la curvada escalera que llevaba a su dormitorio. Sasuke sonrió mientras deslizaba su mano por la baranda de cromo de la escalera, siguiéndolos. Ciertamente, su hermano no era de los que perdían el tiempo.
Cuando entraron en el dormitorio Taylor levantó la mano y, de repente, el fuego empezó a arder furioso en la negra chimenea de mármol. Karin jadeó al verlo. Sasuke apenas sacudió la cabeza. Taylor, y sus cambios de humor, de melancólico a sombrío, realmente podían hacer una excelente actuación cuando quería.
Mientras Karin se paraba delante de Taylor, cerca de la chimenea, Sasuke se colocó detrás de ella. Posó sus manos en las caderas y la apretó contra sí, y contra su erección. Ella gimió y se apegó contra él. Sasuke sujetó con más fuerza las caderas, el olor de su sangre y de su excitación atrayéndolo más. Karin deslizó sus manos a través de los brazos de Taylor en un recorrido sugerente hacia su cuello, para rodearlo con sus brazos, pero él con rapidez la giró hacia su hermano. Ella suspiró y envolvió sus brazos alrededor del cuello de Sasuke.
Éste buscó la insondable mirada de su hermano antes de tirar de Karin acercándola. La besó, hundiendo su lengua en la boca, probándola, preparándola mientras deslizaba con lentitud su abrigo por los hombros y desabrochaba el chaleco rojo de seda que ceñía sus senos descubriéndolos a su mirada. Mientras, Taylor se mantuvo al margen, no quiso ser partícipe de algo que no le parecía interesante, cosa que Sasuke sintió que esto fue una completa estupidez pero sintiendo el acelerado ritmo del pulso de la chica, algo digno de ver, lo atraía poderosamente. Su deseo se ensanchó cuando la lujuria y la crudeza del hambre se unieron en un anhelo insatisfecho, la necesidad por aquella sangre que era su sustento lo abrumaba. Tenía que probarla y ya.
— ¿Te has alimentado, hermano? —preguntó silenciosamente a Taylor tratando de darle la oferta tan generosamente.
— Sí. Tómala tú, Sasuke—le dijo Taylor mientras se giraba para salir.
— ¿Qué pasa Taylor? —le preguntó Karin algo desconcertada.
— Nada, me voy abajo.
La ira sacudió a Sasuke ante la negativa de su hermano por conocer más a Karin, por no querer compartir ningún tipo de intimidad con otra persona.
—Taylor, la traje para ti —le dijo mentalmente, reflejando su enojo mientras sostenía la mirada de su hermano.
— Sí, lo sé. Ahora goza de mi regalo, Sasuke —le contestó Taylor con una burlona mirada mientras salía del dormitorio.
Sasuke se volvió hacia Karin. Tomándola por la nuca, la besó mientras percibía las primeras notas del saxofón de Taylor, la canción, en un primer momento alegre y marchosa, se fue transformando en una lenta melodía. La melancolía que se detectaba en ella hizo que se entristeciera por su solitario hermano. Cuando deslizó sus manos por los costados de la chica, mientras profundizaba el beso, sentía a Taylor en su mente como había hecho durante toda su vida. La habilidad de su hermano siempre le había dado ventaja sobre Sasuke en el pasado, pero lo que Taylor ignoraba era que él había aprendido a protegerse a través de los años.
Este conocimiento hizo que una idea se formara en su mente, causándole una sonrisa mientras su lengua trazaba un sendero por el cuello de Karin y sus dedos se deslizaban por el vientre de la joven. Quería que ella disfrutase de esto tanto como él. Karin suspiró de placer al sentir como bajaba por su intimidad. El olor de su deseo, el martilleo de la sangre en sus venas, hizo que su naturaleza rabiara por liberarse y que el hambre le subyugara.
Cuando empezó a dar rienda suelta al placer y la lujuria, Karin se agarró con fuerza a sus hombros y lanzó la cabeza hacia atrás, Sasuke ya no pudo refrenarse más. Besó ardientemente su cuerpo mientras buscaba la suave piel de la garganta, donde el sordo ruido del pulso lo esperaba. Fue entonces cuando permitió que sus colmillos salieran a la luz. Mientras el cuerpo de la chica se contraía alrededor de sus dedos, Sasuke hundió los colmillos en la carne para beber, el calor de la sangre fluyó por su lengua y su boca, llenándolo, saciando el hambre que lo roía, avivando su inagotable deseo.
Karin gimió cuando el orgasmo la arrolló, agarrándose a sus hombros, arqueándose hacia él como si no estuviera lo bastante cerca. Sasuke mantuvo el ritmo de la mano hasta dejarla saciada por completo. Después, lamió las heridas del cuello para cerrarlas. Encontró sus ojos rojizos, adormilados, que lo miraban fijamente, repletos de una admiración mezclada con una sensual travesura. Él sonrió, quitándose rápidamente su ropa, y la tiró sobre la cama.
Karin lo empujó contra la cabecera y se sentó a su lado, doblando las piernas debajo de ella. Cuándo acarició su pecho con la mano, Sasuke la tomó de las manos, apegándola contra él, esperando con anticipación su ardiente boca rodeándolo. El calor de la lengua, trazando un húmedo sendero alrededor de sus labios, le hizo sentir las ganas que ella llevaba por dentro y el fuerte pulso que ella emitía. Karin gimió con aprobación al encontrarse debajo del vampiro. Cerrando los ojos se apegó contra ella mientras su mano recorría su espalda hacia la nuca.
Deslizando las manos por el pelo de la mujer, dirigió sus pasos hasta que ella encontró la parte perfecta donde ambos podían encontrar la fuente de satisfacción de todo este juego sexual. La sangre bombeaba más rápido en el cuerpo delicado de la pelirroja. Sasuke retrasó su inminente placer para que Karin obtuviera también satisfacción. No había ninguna razón para que ella no gozara de todos los beneficios que un vampiro podía ofrecer.
Recorrió mentalmente sus manos por su rostro, acercándose más y más a sus labios. Karin detuvo sus movimientos, inmovilizada contra él. Sasuke supo que las sensaciones la estaban sorprendiendo ya que, aunque ella pudo notar esas caricias, las manos del hombre no se habían movido de su pelo. Susurró unas palabras en su mente para apaciguarla, asegurándose de que se calmaba. Cuándo ella gimió contra él, aceptando lo que le ofrecía, Sasuke golpeó con una invisible mano el punto exacto de todo el juego y sonrió ante su suspiro de placer.
Cuándo deslizó mentalmente dos dedos sobre de ella, la mujer gimió encantada contra su cuerpo, dando paso a lo que él emanaba tan placenteramente, pidiendo silenciosamente más. Sasuke la acomodó, agregando un suave y excitante beso en los labios de la joven, apretándola más a su cuerpo excitado. La boca de Karin succionó con más fuerza la sustancia de los labios del Uchiha aunque Sasuke lamentó no poder conocer mejor las emociones de la chica. Necesitaba sentir una conexión mucho más profunda con ella para experimentar sus sentimientos, algo que francamente era vergonzoso, pero necesario para poder transmitir todas esas sensaciones directas a Taylor, darle las sensaciones físicas y mentales a su hermano. Sonrió burlón cuando oyó como la música paraba bruscamente, seguido por la fuerte respiración de Taylor.
La presencia agresiva de un Taylor enojado y completamente excitado, forzó las barreras mentales de Sasuke, consiguiendo entrar en su mente. Sasuke sentía la enorme cólera, el resentimiento por lo que estaba compartiendo con él, todo su ser aborrecía no ser capaz de resistir la barrera que su hermano había puesto.
— ¿Jamás habías tenido una noche tan placentera, Sasuke? —las palabras llenas de sarcasmo de Taylor sonaron en su mente.
Antes de que el azabache pudiera contestar, Taylor lo forzó a aceptar los pensamientos y sentimientos de Karin, mandándoselos a Sasuke en una sucesión rápida e implacable: lujuria, pasión, rabioso deseo, la tensión, las voces y gritos implorando y suplicando, la mezcla de pensamientos y gemidos, sensación tras sensación lo azotaba. Sasuke gimió y se sacudió ante la sobrecarga sensorial, alcanzando una rápida adrenalina tan intensa que pensó que el corazón le estallaría en el pecho.
Cuando Karin terminó con él, se apartó con su propio cuerpo temblando por los efectos del placer. Después que ella paró de estremecerse, lo miró con los ojos enormes.
— ¡Ha sido una experiencia asombrosa!
Sasuke rió entre dientes, la encerró entre sus brazos besándola. Ella suspiró y se acurrucó contra su pecho. La retuvo así un rato antes de pasarle la mano por la mejilla obligándola a dormir. Había tomado su sangre y sabía que necesitaba descansar.
Estaba complacido por haber logrado que Taylor participara, porque sabía que para que Taylor pudiera transmitirle los pensamientos y emociones de Karin, también los tenía que haber experimentado.
Una vez que se hubo vestido, bajó para ver a su hermano, sentado en el sofá, mirando fijamente el fuego. Sasuke sonrió mientras se dirigía hacia el sofá para encararlo.
Taylor se negó a mirarlo mientras su cara reflejaba toda la tensa cólera que sentía.
— Sé que tenías las mejores intenciones, Sasuke, pero tienes que parar con esos intentos de transformarme en alguien que no soy.
El Uchiha se desperezó y sonrió mientras se sentaba en el otro sofá. No permitiría que la violenta expresión de su hermano lo molestara en lo más mínimo.
— Lo sé mejor que nadie, Taylor. Pero gozaste completamente. ¿Lo admites?
La mirada de Taylor se levantó hacia la escalera. Sasuke sabía que su hermano imaginaba el hermoso cuerpo de Karin, los exuberantes senos pegados hacia él, estirada a través del edredón de seda de color vino tinto. Cuándo Sasuke vio la anhelante mirada de su joven hermano, antes de que la pudiera enmascarar detrás de una expresión inescrutable, se prometió que haría todo lo que estuviera en su poder para ayudar a hallar la felicidad de Taylor aun así sea otra vez el vinculo de conexión experimental.
* * * * *
Cuando el atardecer llegó, Naruto despertó con rapidez, había dormido muy poco. La oscuridad no parecía llegar lo bastante rápido en lo que a la paz de su mente concernía. Tenía que saber. ¿Era Ino Yamanaka la reencarnación de Sakura?
Tan pronto como se levantó de la cama, llamó inmediatamente a la funeraria. El director no tuvo ninguna opción contra su hipnótica voz. Dio al rubio la información que buscaba. Una vez que tuvo la dirección de la joven, Naruto cambio de forma, convirtiéndose en cuervo en apenas unos segundos y se lanzó hacia su destino.
Sin hacer ruido, dobló las alas posándose en su balcón. Cambió de forma en la niebla, se deslizó por las puertas francesas y avanzó hacia la cama.
Ella se movió y se giró hacia él. Aunque podía ver perfectamente con su visión nocturna, se desplazó para que la luz de la luna brillara en su cara, el pálido resplandor acentuaba la rosada piel.
Reconoció la cara preciosa, de pómulos altos y mentón fuerte de la mujer que había visto una semana atrás, esa mujer que lo había subyugado completamente con tan sólo un roce en el hombro.
Quiso pasar sus dedos por los cabellos rubios, extendidos por la almohada, tocar sus generosos labios, curvados en el sueño, como si estuviera sonriendo por algo o por alguien.
La mano descansaba en la almohada cerca de su mejilla, las piedras del anillo reflejaron la brillante luz de la luna. Naruto se acercó y tocó su creación. El anillo, hecho de una aleación especial, que le dio a un artesano gitano, había sido creado para absorber su fragancia. El corazón latió, la sangre se aceleró provocándole una erección, y se dio cuenta de su desnudez. Había estado tan deseoso de ver a Ino otra vez, que no tuvo en cuenta el crear la ilusión de la ropa cuando cambió a su forma humana.
Se puso de rodillas al lado de la cama, levantando suavemente la mano de la mujer la atrajo hacia su nariz, inhalando su aroma. La paz lo recorrió por entero. Después de setenta años de espera, finalmente la había encontrado. Era su olor, mezclado con el suyo, diferente del que recordaba en Sakura, porque ahora el anillo llevaba el especial aroma de Ino, dulce, con una insinuación de fruta cítrica.
El perfume de esta mujer duplicaba la respuesta que había tenido con Sakura. Jamás hubiera sospechado lo mucho que le iba a afectar. Un fuego intenso quemaba sus venas. Naruto cerró los ojos agradeciendo esa segunda oportunidad.
Miró su cara una vez más, hermosa y plácida en el sueño. Su corazón se contrajo por todo el amor que sentía. Oyó los latidos del corazón de Ino, la rapidez de la tibia sangre recorriendo las venas.
Se la imaginaba bajo él, arqueando su espalda, descubriendo su cuello. “Hazme tuya, Naruto, quiero ser como tú y pasar contigo por toda la eternidad” le diría frenéticamente. La fantasía trajo una sonrisa a sus labios. Tocó su pelo y susurró:
— Pronto, mi amor. Pronto.
Se dio la vuelta, brillando en la niebla, y la dejó de la misma manera que había llegado.
* * * * *
Ino se despertó al sonar la alarma del despertador. Gimió y golpeó el botón para pararlo con la palma de la mano. Nueve minutos más tarde, el ofensivo ruido sonaba de nuevo. Hizo una mueca y se levantó de la cama, echando un anhelante vistazo a la novela que había caído en el suelo durante la noche.
Nunca le había gustado la mañana, prefería acostarse tarde, leyendo durante las horas de la madrugada. Intentó colocar con los dedos su revuelta cabellera, peinó la masa enredada mirándose fijamente en el espejo con los ojos adormilados.
— ¡Ugh! Necesito una ducha —dijo entre dientes mientras se pasaba la mano por la cara.
El olor a lavanda, fuerte y dulce, le cosquilleó en la nariz. Ino inclinó el anillo y lo olió. El aroma era fuerte y limpio y ahora incluía también una fragancia similar a la de algún fruto cítrico. Definitivamente provenía del anillo. Ciertamente, era algo extraño. ¿Durante cuánto tiempo podía retener un anillo el aroma del dueño anterior? Hmp, adoraba ese perfume. Quizás durante el almuerzo decidiera ir a alguna tienda a ver si los dependientes reconocían el florido aroma.
Temerosa de que el olor se desvaneciera, trató de quitarse el anillo del dedo. Pero, por más que lo intentó, no se movió ni un ápice. Finalmente, renunció, extrañamente aliviada por el hecho de ver que el anillo parecía haber llegado a ser parte de ella. Esperaba que la ducha no diluyera demasiado el perfume.
* * * * *
Ino estacionó el coche algo lejos, debido al tráfico que había en hora punta, y caminó un buen tramo para abrir su librería. Llevó el anillo hasta su nariz y sonrió complacida porque la ducha no hubiera borrado el agradable aroma.
Ya en el interior, encendió las luces y giró el cartel donde ponía cerrado por el de abierto antes de cerrar la puerta detrás suyo. El pesado aroma mezcla de libros viejos y nuevos le saludo como un viejo amigo. No había nada que le gustase más. Bueno, aparte de la fragancia de su nuevo anillo. Su sonrisa se ensanchó con ese pensamiento.
Había decorado la tienda con la idea de hacerla confortable y acogedora, agregando un área elevada junto al gran ventanal pensada para que fuera utilizado como un rincón de lectura. Una alfombra de intensos y alegres colores decoraba el suelo, enormes cojines esparcidos y sillas confortables esperaban a los lectores, para que gozaran de un buen libro. Dos veces al mes llevaba galletas y bebidas para sus clientes, alentándolos a sentarse y leer mientras estaban allí.
La campana situada encima de la puerta sonó, sacándola de su ensueño. Se giró y vio cómo Uron entraba llevando una planta con un lazo rojo.
— Buenos días, Uron. ¿Has descansado bien?
Él asintió y le entregó la planta.
— Siento lo de tu abuelo, Ino.
Las lágrimas ardían en sus ojos. No, aquí no. No lloraría. Necesitaba ser fuerte. Ino ofreció una trémula sonrisa a Uron y tomó la planta.
— Gracias por pensar en mí.
El silencio cayó entre ellos y Uron, incómodo, empezó a mover un pie como si no supiera qué decir.
Riendo para sus adentros, Ino decidió sacarlo de su miseria.
— Jiraya me dejó su “Vette”
— ¿En serio? Tu abuelo era tan enrollado, Ino —le dijo alzando la vista.
— Sí. ¿Has venido a ver los nuevos libros? —le dijo riendo.
— ¿Has encontrado alguno de hombres lobo? —preguntó el muchachito con ansia.
— Bueno, no entre los nuevos —le dijo Ino negando con la cabeza.
Al ver la expresión apesadumbrada de Uron, le señaló las dos cajas que tenía delante del mostrador.
— Acabo de comprar este montón de libros viejos. Podrías mirarlos y ver si hay algo ahí.
— ¡Excelente! Te ayudo a catalogarlos, ¿vale? —le dijo con ojos chispeantes.
— ¡Claro! Y cualquier libro de hombres lobo que encuentres lo podrás tener tanto tiempo como lo permitan tus padres ya sabes que no quiero que vengan y me digan que te dejas las tareas de la escuela —dijo Ino riendo.
Uron sonrió también y empezó a abrir las cajas.
Trabajaron en un amigable silencio, mientras sacaban, marcaban y catalogaban los libros en los estantes de libros usados.
— Ah, Ah —dijo levantando un libro y columpiándolo debajo de su nariz, con una mueca en su cara—. ¿Qué tal un libro de vampiros?
La expresión de Uron no mostró el más mínimo interés.
— No gracias, sólo quiero de hombres lobo.
Ino rió entre dientes y continúo con el trabajo.
Cuando la hora de comer se acercaba, Uron se levantó y se estiró.
— ¿Puedo volver en una hora, Ino?
— Te veré luego —le dijo con su mejor tono de negocios a su pequeño amigo.
Nada más salir Uron, cerró la tienda y caminó tres calles más abajo hacia el almacén Bennett.
Acercándose al mostrador de los perfumes, dijo a la dependienta.
— Hola, trato de encontrar cierto aroma.
— Seguro —la joven detrás del mostrador sonreía—. ¿Cuál es el nombre?
— No lo sé —dijo sonriendo vacilante, trató de quitarse de nuevo el anillo, pero parecía pegado al dedo. Finalmente, levantó la mano con la mirada desconcertada y continuó—. Bueno, huele como este anillo.
Matsuri, al menos eso ponía en la chapa identificadora que llevaba en el pecho, se inclinó y olió el anillo. Después dijo con voz extremadamente cortes:
— No huelo nada.
Ino frunció el ceño y olió el anillo una vez más. Tan fuerte como antes, el anillo irradiaba un perfume de fruta cítrica y lavanda.
— ¿Cómo le huele a usted? —preguntó Matsuri.
Ino la miró ausente y le contestó.
— Ah, lo más cercano que podría definir seria un olor a lavanda con una insinuación a fruta cítrica.
Matsuri se agachó y sacó dos botellas de perfumes.
— Este es a base de lavanda y éste con limones y naranjas. No tenemos ninguno que contenga los dos —dijo sonriendo—Aunque esa combinación es bastante curiosa.
Ino cogió cada bote y lo olió, pero no se parecía del todo a la fragancia de su anillo.
— Gracias, creo que seguiré mirando.
Salió de la tienda, sorprendida que la chica del mostrador no pudiera oler el aroma. Quizás el estar rodeada de tantos perfumes había embotado su sentido del olfato. Llevó una vez más el anillo hacia su nariz. El metal olía todavía a lavanda pero ahora el aroma a fruta cítrica era más pronunciado. ¡Qué raro! Bien, fuera como fuese, si el anillo continuaba despidiendo esa fragancia no iba a necesitar ningún perfume.
Volvió a la tienda y pasó el resto de la tarde mostrando libros a los clientes.
Mientras Ino telefoneaba a un cliente, Uron dejó escapar un grito de entusiasmo, saltando los escalones tras ella.
— ¡He conseguido uno!
— ¿Encontraste un libro de hombres lobo? —le preguntó Ino sonriendo ante su entusiasmo.
— ¿Puedo llevármelo a casa para leerlo después que termine con esos pocos libros?
— Vete ya. De todos modos es casi la hora cerrar y cuidado de dejar las tareas de la escuela porque si me entero, ay de tu muchacho —le dijo Ino despidiéndose con la mano.
Una clienta, una señora mayor, sonrió mientras salía con Uron de la tienda.
Ino miró su reloj. Diez minutos y me podré ir yo también, pensó.
Se agachó y recogió los dos últimos libros. La campana sonó y un hombre entró. Ino alzó la vista y lo vio ojeando en un estante de autobiografías.
Volvió a mirar inspeccionándolo más detenidamente mientras él apartaba la vista. Tenía el pelo rubio como el oro y erizado, unos pómulos altos que enmarcaban una recta nariz. El estómago se le contrajo en respuesta a la sensual boca y a la fuerte línea de la mandíbula.
Su abrigo de lana negro escondía su constitución, aunque la longitud de éste acentuaba su altura, que imaginó debía estar cerca de un metro ochenta. El corte de su blanca camisa de etiqueta y sus pantalones color gris oscuro expresaban a gritos que esa era su habitual forma de vestir. ¿Qué hacía él en su pequeña librería? Su aspecto era el de un cliente de Tokio.
Se echó un rápido vistazo a sí misma, su suéter color chocolate y su negra y larga falda. ¡Mira tu ropa, da asco! ¡Actualízala por el amor de Dios!, ponte algo de color, se dijo. Levantando la cabeza con una sonrisa irónica le preguntó:
— ¿Puedo ayudarle en algo?
Él se dio la vuelta y sus dientes brillaron cuando sonrió encantadoramente.
— Hola —dijo—Sólo estoy mirando.
El corazón se le paró en el pecho ante esa devastadora sonrisa e hizo cabriolas cuando encontró sus azulados ojos y se dio cuenta de que era el hombre del cementerio.
Ino luchó con todas sus fuerzas por hacer que su voz pareciera calmada.
— Tómese el tiempo que quiera.
Puso el libro en el estante y advirtió que en el otro no había puesto tarjeta. Paso detrás del mostrador, cogió una etiqueta y volvió al estante de libros usados.
El hombre se paró delante de los altos estantes de madera, inspeccionando los títulos, con una pensativa mirada en la cara.
— ¿Son muy antiguos estos libros? Los títulos parecen ser de unas cuantas décadas atrás.
Sus ojos de un azul pálido encontraron los suyos y el corazón le golpeó de nuevo. Ella dejo escapar una risa nerviosa y gutural.
— Sí, algunos de los libros han sido editados a principios de 1930.
La curva de esa sensual boca y el calor de su sonrisa, la dejaban sin respiración.
— Soy un coleccionista de ellos.
El hombre la hipnotizaba por completo. Su forma de hablar era culta, pero... algo pasada de moda. Encontraba la candencia de su profundo timbre de voz muy atractiva, casi hipnótica. Sacudió la cabeza para despejarse, y finalmente recordó que tenía que hablar.
— Bien, puede ojearlos tranquilamente.
Mientras levantaba un libro para colocarlo los dedos de él rodearon su muñeca, agarrando su mano en el aire.
La joven Yamanaka tomó aliento ante el eléctrico contacto y se giró con una mirada interrogante hacia él. Por alguna razón inexplicable, no estaba atemorizada, sólo intensamente consciente de cuánto le afectaba.
— ¿Acabas de conseguir este libro? ¿De qué trata? —le preguntó él indicando el texto que tenía ella en la mano.
— Es un libro de vampiros —dijo riendo—Dudo que sea el tipo de lectura que te guste.
Levantó una rubia ceja, la diversión era tan palpable como que su mano seguía aferrando su muñeca.
— ¿Qué clase de libros crees que leería?
Mientras aguardaba su respuesta, el hombre frotó el pulgar sobre su pulso, haciendo que un fuego líquido corriera a través de su cuerpo hasta llegar a la entrepierna donde latía ardiente. Era plenamente consciente de su cercanía, de su aroma limpio y masculino.
Ino retiró el brazo, abrió el libro y leyó el resumen.
— Ellos son los no-muertos, condenados a vivir en la noche buscando su sustento. El latido del pulso de su víctima llama a su instinto más despreciable: alimentarse.
Ella alzó la mirada sonriendo, pero los ojos de él estaban en su garganta, su expresión era intrigante. Como si él presintiera su mirada fija levantó sus ojos azules hasta los suyos con una erótica y atractiva sonrisa en sus labios.
— ¿Cómo es que suena tan sensual cuando eres tú la que lo lee? Estoy seguro que no lo escribieron para que sonara así
Ino se ruborizó, sintiendo que el calor inundaba sus mejillas, giró rápidamente para poner el libro en el estante, mirando por encima del hombro para contestarlo.
— Creo que te gustarán más los libros de la sección no-ficticios.
— ¿Quiere eso decir que no crees en los vampiros?
Ya basta de coqueteo, chica, se recriminó Ino.
— Ciertamente, no.
Tuvo que ponerse de puntillas para poder colocar el libro en el estante que correspondía. El pie le resbaló y la muñeca chocó contra la madera del estante, justo donde la madera estaba astillada.
— ¡Ay! —como dolía, pensó. Tuvo que apretar la mandíbula para evitar las palabrotas que le vinieron a la boca.
Los brazos del hombre rodearon su cintura, protectores.
— ¿Estás bien?
La rubia se tensó ante la sensación de esos fuertes brazos rodeándola. Haciendo lo correcto, se soltó de ellos.
— Sí, estoy bien. Hoy estoy algo torpe—ya empezaba a alejarse de él, cuando la agarró una vez más del brazo, muy ceñudo.
— Te has hecho daño.
Ella miró hacia abajo, a la manga de su abrigo. Aunque negro, se veían perfectamente las gotas de sangre.
La sangre provenía de una larga herida en su muñeca. Esto se verá encantador mañana, pensó irónica.
— Ah, siento lo de tu abrigo.
Él frotaba con suavidad el pulgar sobre la herida, haciendo que la sangre dejara de salir durante unos momentos, para volver a salir de inmediato. Cuándo la mirada de Ino se encontró con la suya, perdió totalmente el aliento y más cuando él mantuvo su mirada durante largos y tensos segundos antes de hablarle.
— ¿Tienes algún antiséptico para curar la herida?—preguntó y ella asintió mudamente y fue detrás del mostrador para abrir el botiquín.
Sin una sola palabra, él tomó el algodón y el alcohol de sus manos, y limpió con ternura el corte. Mientras ella lo miraba fijamente, preguntándose cómo diablos permitía que un completo extraño la cuidara.
Justo en ese momento el hombre se inclinó para soplarle la herida, mirándola con una traviesa sonrisa.
— Esto siempre ayudaba cuando era pequeño. ¿Tienes alguna venda?
Con el brazo todavía entre las manos de él, se giró para coger la venda que había sacado, sintiendo cómo limpiaba su herida de nuevo. Se giró con rapidez y observó cómo él seguía sujetando su mano, pero esta vez con una expresión anhelante en su rostro.
— Volvía a sangrar —explicó él.
Le puso la venda en las manos y vendó la muñeca con movimientos precisos, haciéndola sentir preciada y protegida. ¿Se puede saber por qué estoy pensando ahora estas tonterías? se dijo ella mientras le entregó una gasa, cuidando de mantener una expresión neutral.
— Así podrás limpiarte la sangre de las manos.
— No es necesario. Ya lo hice.
—Ah —dijo ella, preguntándose con qué se había limpiado— Pagaré la tintorería del abrigo — se ofreció.
Él le sonrió con la mirada centrada en ella mientras frotaba con el pulgar la palma de su mano.
— En lugar de eso, mejor ven a cenar conmigo —las palabras se repitieron en su mente, susurrantes, como una melodía hipnotizante.
Sorprendida por la invitación, liberó su mano y empezó a limpiar el mostrador, devolviendo el bote y el resto de gasas limpias al botiquín, cerrándolo después. Con una sonrisa cortes negó con la cabeza.
— No te conozco —no entendía por qué había dicho eso cuando lo que realmente deseaba era aceptar la invitación de ese completo extraño. ¿Estaba loca?
— Ya nos hemos visto antes —le dijo él con una atractiva sonrisa.
— ¿Me recuerdas del cementerio? —le preguntó reteniendo el aliento. ¿Por qué había estado allí? ¿Habría sufrido alguna perdida como la suya?
— ¿Cómo podría haberte olvidado? Parecías tan triste ese día. Siento tu perdida —su expresión era sincera.
La mención de la muerte de Jiraya le recordó lo frágil que estaba emocionalmente. No necesitaba una relación en estos momentos, aunque sintiera una fuerte conexión con él. Se deshizo de la sensación de que ese hombre le resultaba tan familiar. Todavía era un extraño.
— Creo que no.
«Mmm, me estás utilizando como excusa» La voz de Jiraya sonaba en su cabeza como si estuviera allí mismo, inclinado sobre su hombro.
«¡Oh!, cállate, Jiraya. Trato de respetar a un muerto» le reprochó a esa voz
«Sí, claro» con sarcasmo se expresó
— ¿Has elegido algo? Estoy a punto de cerrar —cortó levantando la ceja.
Él asintió y se dirigió hacia la puerta; sus movimientos eran elegantes como si realmente no caminara, sino que se deslizara. Abrió la puerta y se volvió para mirarla.
— Sí, encontré lo que buscaba. Buenas noches.
— Buenas noches —le contestó, no muy segura de a qué se refería con sus palabras. Si bien había dicho que había encontrado lo que buscaba, no había comprado nada.