Lo agarró de las muñecas. Era su seme, y esta vez nada lo detendría aunque Gyo lo odiara después-Relájate, no te va a doler
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-Puedes dejártela, no la necesito-miraba a otro sitio-Caminemos, eres al único que conozco aquí
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-Aris, ¿Cómo...?-no sabía como había llegado ahí