Aun con la nana y todo las niñas lloraban y lloraban. Ellas necesitaban los brazos de su madre , de Meian. No las de una desconocida. Comenzaban a extrañar la voz de ella.
Y así es como comenzaron a crecer de a poco...
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Kokone sonrió.
Aprendió a barrer , a cocinar , incluso a hacer la cama.
Pero no para ser la sirvienta de la casa , sino para colaborar.