Bienvenida Hinata. Te recomiendo, están prohibidos los post de menos de Cuatro líneas de longitud. Diviértete.
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-Qué no. - Insistió, cruzando los brazos, como haciendo una barrera para impedirlo, haciendo una teatral mueca de fastidio. Se levantó del tanque, llenándose de aire para inflar las mejillas, acercarse a la puerta y apoyar una mano contra la pared más cercana a la puerta, frunció el entrecejo mientras fulminaba a Nesya con la vista, queriendo claramente informarle que no le agradaba que la retuviera en contra de su voluntad, si decía no... Era no sin ninguna excepción, opción y menos una queja, cuando andaba de prepotente no tenía intenciones ni de escuchar a su amigo de la infancia, no, en Lunes no tenía ganas ni de escucharse a sí misma. Rodó los ojos sin ánimos de esperarse un poco más, hizo a Nell a un lado al tirar de su camiseta y pasar bajo su brazo un poco inclinada, echando un vistazo al cadáver antes de pasar con una zancada larga sobre él, camino a su habitación. Abrió las puertas del ropero, haciéndose con la mochila que solía llevar a clases, metió dentro un abrigo, comenzando a revisar todos los estantes, todos los cajones para recoger lo que pudiese necesitar, como la cajita plástica que llevaba dentro sus anteojos de lente recto, o una bolsa llena de pañitos, toallas y cosas de especial necesidad femenina, iba a mantener lo que necesitaba a su alcance, planeando quedarse en el piso de abajo y no volver a subir por ninguna razón. Levantó el edredón y el colchón de la cama para hacerlo a un lado, no sabía en donde había quedado Nell, pero no tenía tiempo para preguntarse estupideces. Comenzó a sacar las tablas de su cama, de a una, requiriendo más esfuerzo para sacarlas debajo del grueso colchón que terminó arrojado y volteado en el suelo. Apiló los tablones contra una pared, cerrando la ventana, bajando los seguros. Cuando volvió a cruzar la puerta, no miró hacia el baño, en cambio corrió hasta el piso inferior, removiendo en el sótano con un montón de cajas, para encontrar el martillo y un par de clavos, tenía que cerrar y asegurar puertas y ventanas. -No sé si quieras buscar a Sasha. - Dijo en voz alta.- Pero yo no voy a salir de esta casa hasta que vuelva mi hermana. -
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Para Aaron lo de menos era el cadáver, había visto muchos en su vida como para detenerse a lamentar la crueldad de una vida menos en el mundo, de hecho, era ese tipo de persona que pensaba que los humanos sobraban en lugar de faltar, aceptaba la muerte con demasiada naturalidad, como estando acostumbrado al dolor ya inexistente de las pérdidas. Tomó a la menor por el mentón, mirando directo a sus ojos, se había inclinado todavía más, encorvando su espalda para alcanzar la altura de quien estaba enfrente suyo, la notaba frágil, no podía creerla capaz de haber terminado con la vida de alguien, pero si parecía que en cualquier momento reventaría en lágrimas de arrepentimiento y sobre todo culpa. Abrió un poco más los ojos al escuchar su pregunta, con esa voz delgada de blandengue, curvó los labios en una sonrisa perspicaz. - Lo soy. - Encogió los hombros, no habían muchas personas que consiguieran creer que ese era su empleo, aunque parecía estresado la mayor parte del tiempo. Era de esos que tenían la habilidad de dejar a una clase en silencio al solo atravesar la puerta, su mal humor era evidente a metros, las personas salían asustadas de las discusiones, pues sus argumentos siempre iban a lo seguro y lo violento, tampoco era una persona paciente. Gruñó al levantarse, llevándose una mano a la espalda, ese trabajo era una maldita bomba de tiempo, el estrés te desgastaba la espalda y los nervios, enseñar agotaba la paciencia, mirar estupideces agotaba su interés por la nueva generación, no encontraba muchas cosas buenas en ese empleo de, sencillamente, mierda. Caminó hacia la cocina con total paz, removiéndose un poco el cuello y sujetándose la nuca con la diestra, abrió la llave del agua y se humedeció el cabello con ambas manos, procediendo a buscar una taza que estuviera completa, se haría un café, ningún muerto iba a evitar que se diese su tan merecido despertar.
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Estaba tan preocupado. Se recostó contra una pared del callejón mientras miraba su móvil, intentaba que funcionara, porque ya había perdido demasiado tiempo llamando, pero no podía hacer mucho más. Aún se sentía algo atontado: había despertado después de una siesta de la tarde, luego de no haber dormido en la noche por probar los nuevos videojuegos, estaba tan agotado que una película aburrida bastó para hacerlo recaer en el sofá. Más tarde, una serie de ruidos incomprensibles terminaron por hacerlo despertar al incomodar su sentido auditivo, abrió los ojos indicados por profundas ojeras, sintiendo comezón al haberse olvidado de retirar el ojo que ocultaba su heterocromia, no le gustaba que la gente se le quedara mirando cuando salía. Se había levantado con la espalda agarrotada debido a la pésima posición, se frotaba lo que podía mientras caminaba atropelladamente hasta la puerta, donde unos rasguños y gruñidos resonaban, se golpeó la frente con una palma al descubrir que había dejado por fuera a la mascota de su hermana luego de haberle dado salida. Abrió y algo se le arrojó encima con tanta fuerza que lo hizo trastabillar e irse de espaldas contra el televisor, que le golpeó en la cabeza y cayó hacia atrás, dejando a un Ian inestable, empujando por la mandíbula al cartero que se cernía sobre él, gemía y abría las fauces como intentando arrancarle la nariz. Estiró la zurda hacia el mueble donde antes había estado el televisor encontrando que se había volcado, de paso reconociendo el frío hierro de la llave inglesa con la que reventó la cabeza de su agresor. Parpadeó confuso ante la bruma de la sangre en su rostro. Levantándose. Para cuando salió, notó que todo era diferente y su primera medida había sido llamar a su hermana menor, que tenía un campamento ese día, Iris, pero no contestó. La siguiente persona, quien podría considerarse como su mejor amiga, Kuo, tampoco respondió. El último intento lo llevaba a cabo después de salir de la casa y ocultarse en el callejón cercano. Para su sorpresa, alguien contestó.- ¡¿Aloe!?... ¿Dónde está Ozu?. -
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Se agazapó contra la pared, intentando apartarse el cabello rojo que le caía por la cara, sujetaba tan solo un palo de escoba, metida bajo la alacena bajo las escaleras (like Harry Potter(?)) en donde guardaban los utensilios de aseo, como la escoba que ahora era su arma. Aún no podía explicarse muy bien lo que había sucedido, recordaba que habían ingresado un paciente mordido por su propio empleado en un ataque de cólera que se desangraba y mostraba signos de rigor mortis en la piel, lo que era preocupante debido a que el síntoma solo se presentaba después de cierto tiempo muerto. Llevaba poco tiempo ayudando en el hospital para conseguir dinero que más tarde costearía su universidad, y justamente, el día en que quería salir más temprano debido a su cumpleaños habían ocurrido esas cosas. Recordaba las convulsiones que siguieron luego de los vómitos de sangre, cuando creyeron que el paciente estaba muerto y que era buen momento para desconectarlo, el supuesto cadáver de alzó e intentó morder a los que estaban en la sala, lo que logró, menos a ella, Lynn, quien pudo cerrar la puerta un momento para salir corriendo despavorida, en el resto de habitaciones sobre casos similares estaba ocurriendo lo mismo, solo se le ocurrió esconderse allí después de haber bajado al rededor de seis pisos, ni siquiera conocía el estado de los demás seres en el hospital, pero sospechaba que ya no quedara alguno que tuviera consciencia de estar vivo.