Siento la tardanza!!! pero regresé! ^^
Capítulo 2.
Cornelia despertó rodeada por unas escobas y fregonas, el cuarto era diminuto, y tenía una pequeña ventana por la que pudo ver que había amanecido.
Al cabo de un tiempo, de lo que pareció una hora, el chico abrió la puerta, y la sacó con algo de brusquedad. La llevó al sofá y se dejó caer en un sillón.
Puso la televisión ignorándola y empezó a cambiar los canales. Se decidió por las noticias nacionales. Donde anunciaban la desaparición de Cornelia, a causa de lo que pensaban, unos drogadictos que asaltaron la limusina. De pronto apareció Natte, dando su testimonio ante las cámaras.
-hicieron parar al conductor, me sacaron y me pegaron, hice lo posible por ayudarla, pero se la llevaron, con lo que me pareció un ford antiguo de color azul.-Se llevó las manos a la cara con gesto abatido y abandonó los micrófonos.
Cornelia no se lo podía creer, ¿Qué estaba diciendo Natte? ¿acaso no habían recibido aquella estúpida cinta de vídeo? El chico se debió dar cuenta de su asombro, ya que se colocó con la espalda apoyada en el respaldo y las manos colgando de los posa-brazos de la butaca. Y la miró con su ojo bueno.
-Esto...-susurró Cornelia.-Esto no es....¿qué está pasando?
-¿qué te dije, princesa?-Contestó este, se levantó y se dirigió hacia la cocina americana, sacando una cerveza fría del congelador. Se la abrió y se llevó la botella a los labios.-Yo solo tengo una norma, ten siempre una cerveza en el congelador. Bueno, dije que no hablases sin permiso, te he dejado ver las noticias por cortesía, ¿prefieres volver a tu cuarto?-Cornelia se tragó su orgullo y negó con la cabeza.-Bien, te voy a dar un regalo, para que olvides la idea de que tienes a alguien esperándote y te des cuenta de la realidad, tenías un castillo y un príncipe. Pero resulta que es el ogro de la historia, tu padre lo contrató para vigilarte, sabía lo estúpida que eras y que te escaparías. No le gustas a ese idiota de tez perfecta.-volvió a tomar un trago de su botella mientras a Cornelia se le caía el mundo a sus pies.-me obligan a alimentarte, así que te sacaré un poco de pan y algo de fiambre, estoy ocupado así que mejor háztelo tu.
-Estúpido.-Soltó la chica, se le acababa de escapar y vio como el chico bordeaba la barra americana y se dirigía hacia ella. La cogió del pelo y se acercó a unos centímetros, rostro contra rostro.
-Mira, princesa.-susurró el chico.-te he puesto unas reglas claras, ya no estas en tu palacio, no puedo ni verte y tengo que hacer de tu niñera todo este tiempo.-cornelia vio de cerca la cicatriz, era muy profunda y fina, y le partía la ceja, era totalmente recta, como si alguien le hubiese pasado el filo de un cuchillo, también pudo ver su ojo, de un azul intenso, se intentó calmar, lo odiaba, jamás había conocido a una persona tan horrible, cornelia estaba acostumbrada a halagos constantes, y aquel hombre la hacía enfurecer. Entonces pensó, cuando consiguiese salir de aquel lugar, se encargaría ella misma de que los encarcelasen.-No quiero oírte más, así que volverás al cuarto hasta que me hagas caso.
La encerró en su cuarto por defecto y lo oyó alejarse. Cornelia estallo en rabia y comenzó a gritar, aporreando la puerta y sollozando. Los odiaba a todos, la culpa era de ellos, de su padre y de natte, ella quería vivir su historia de amor en parís, pero todos se habían puesto de acuerdo para arruinarle la vida. Natte nunca la había querido, y su padre la había controlado hasta puntos insospechados. Por lo que aparentaba, hasta había comprado a los medios de comunicación, su padre escondía algo, algo muy gordo para que ni siquiera la gente pudiese saber que quien la había secuestrado era aquella panda, que ni mucho menos eran drogadictos. Paró de aporrear la puerta y se paró a pensar, necesitaba averiguar todo lo posible sobre aquellos desgraciados, si su padre no quería que la ayudasen, se salvaría ella sola.
A la noche, el chico le abrió la puerta. -¿tienes hambre?-Le preguntó, ella no quería contestarle, no quería darle el placer de que oyese un sí, por favor, pero sus tripas rugían tanto que dudaba que auqel chico no lo oyese. Se tragó su orgullo y lo miró al ojo.
-Si...-le dijo con un susurro, lo observó detenidamente, estaba vestido con un pantalón negro de pinza, como la otra vez, una camisa blanca y una corbata medio abierta, igual que la camisa, se podía ver hasta el hueso de la clavícula, con su tensa piel blanca.
De ponto se agachó frente a ella, de cuclillas y la miró con aquel ojo, le puso las manos sobre los pies y la desató.-es algo incómodo tener que cargar contigo. Pero si corres te volveré a encerar. ¿entendido?-ella asintió.
Al intentar ponerse en pie, se dio cuenta de que se le había roto un tacón de sus preciosos zapatos. Se los quitó y salió al pasillo, era agradable pisar el parqué caliente. Aunque siguiera maniatada, era lo más libre que había estado en dos días.
-ya sabes donde está la cocina, no busques cuchillos, los he quitado, estaré en la ducha.-y sin decir más se dirigió hacia el lado opuesto a la cocina, pasillo a través y la dejó en aquel gran piso.
Ella esperó a verlo entrar en una habitación y sin darse cuenta, pasó tanto rato ahí que comenzó a escuchar la ducha en marcha.
Se dirigió a la cocina, estaba muy bien organizada, luminosa y con gran variedad de artilugios. se dirigió hacia el sofá, nunca había sabido cocinar, y el único alimento que se le presentaba era pan con mermelada, pero ella odiaba comer con las manos, lo encontraba vulgar y sin clase. El ruido de la ducha le llamó la atención.
Sin darse cuenta, se estaba dirigiendo hacia el baño, abrió un poco la puerta y lo vio de espaldas, dentro de la mampara, su espalda era fornida y musculosa, y llevaba un gran tatuaje con forma de muerte con una guadaña. Se pasó sus manos por el pelo rubio, y se quedó dentro, dejando que el agua le cayese por todo su cuerpo.
Al ver como paraba el agua cerró la puerta de pronto y volvió hacia el comedor, se apoyó en el sofá y miró por la ventana.
-¿Ya has comido?-Cornelia se sobresaltó y lo miró, cubierto por aquellos pantalones, y con el torso desnudo, se secaba los cabellos rubios con una toalla, que los dejaba revoltosos y despeinados. Pero aquel hombre tenía una horrible cicatriz que le cubría todo el torso, desde el pectoral izquierdo hasta la cadera derecha, ¿como podía llevar tantas cicatrices? Era como si le hubiesen torturado con un gran cuchillo. Al darse cuenta que llevaba un rato mirándola negó de pronto con la cabeza.-¿porqué?
Cornelia esperó prudentemente antes de contestar, no quería volver al cuarto de las escobas.-Yo...nunca he cocinado...
-Haberte metido un poco de mermelada en un pan.-Le contestó el.
-Yo...lo, lo siento, no me gusta la comida que se come en las manos.-esperó que por aquella osadía, el chico optase por enfadarse y meterla en el cuarto de nuevo, sin embargo, se rió. Se rió a carcajadas, era la risa más bonita que cornelia había escuchado jamás, nunca, nunca se habían reído de un comentario suyo, ella no lo habría permitido, pero con aquella risa. No podía enfadarse.
-Tienes suerte, princesa. Los italianos apreciamos mucho la buena comida. Y más en un país como este.-La miró sonriendo, con aquellos colmillos blancos. - bien, a ver que podemos preparar.
Para sorpresa de Cornelia, aquel muchacho, fuese italiano o americano, cocinaba de muerte, el olor de la pasta cocida llenó los pulmones de aquel aroma. De pronto, y sin saber como, ya no le parecía un monstruo, simplemente, un hombre.
Le puso delante un plato de pasta al pesto, encima de la barra americana, el se sentó en uno de los taburetes, frente al plato, con una cerveza. -Si quieres comer, tendrás que venir hasta aquí.-ella obedeció y se levantó para colocarse en frente del hombre.-supongo que me acerco al tópico de que los italianos solo cocinan pasta.-Sonrió. Seguía sin fiarse un pelo de ese chico, pero aquella sonrisa, y su ojo azul, tuvo que reconocer que a pesar de su cicatriz, era un chico muy atractivo.
-Eres...italiano.-se oyó decir sin darse cuenta, mientras saboreaba aquella deliciosa pasta.
-Italoamericano, para ti. Supongo que los de tu calaña nos consideran unos pobres muertos de hambre.-y en eso tenía razón, en nueva york, los italoamericanos pertenecían a mafias, y no se equivocaba, ya que por lo que podía imaginar, eran unos mafiosos secuestradores.-Supongo que será mejor que te de mi nombre. Me llamo Dan Cacciatore.-¿porqué le daba el apellido? Al denunciarlos a la policía podría encontrarlos sin mucho esfuerzo. No pudo evitar sonreír, de lo que Dan se percató, y también sonrió. Cornelia dejó de comer y lo miró.
-ay, princesa, creo que te he leído el pensamiento y no he podido reírme. Perdona. -Cornelia ya no sonreía.-¿crees que puedes denunciarme a la policía con mi apellido cierto? Pobre, pobre niña tonta.-Siguió riendo de forma malvada. Cornelia dejó el tenedor en el plato.-Querida niña, ¿porqué crees que he salido en el vídeo que mandé a tu padre? Tu padre sabe quienes somos, nena, no nos ha denunciado ni lo hará. Tu padre tiene un pacto con la mafia, por eso no nos escondemos, lo siento princesa, pero nadie puede salvarte, porque no hay nadie que no hayamos comprado. El dinero y el poder sirven para algo más que para comprar zapatos.-Cornelia quedó con el corazón parado, volvió a comprender, que Dan seguía siendo un monstruo, uno con nombre, pero aun así un horrible ser que aparentaba humanidad.
Dejó que la metiese en el cuartito sin oponer resistencia.
Dan se apalancó en el sillón, colocó sus piernas en el apoyabrazos y puso en marcha la televisión mientras se acababa su cerveza. Al poco, tocaron al timbre. Al abrir, dan saludó a Fabio Aligeri, había sido su mejor amigo desde niños, en la sociedad, Fabio se dedicaba a los asuntos más turbios, le encantaba ser el mensajero. En cambio a Dan no le habían dejado escoger. Este le saludó con un puñetazo, al cual Dan no respondió, a lo que luego le hizo una llave, para dejarlo en el suelo boca abajo.
-!Maldito Yankee! !suéltame Dante!- le dijo un Fabio moreno, de ojos castaños, alto y apuesto, vestido de traje al más puro estilo pulp fiction. Dan odiaba su nombre completo, pero Fabio lo sabía, así que obviamente era inútil repetírselo, además, a fabio le encantaba recordarle que no era italiano, y su madre era americana.
Dan se volvió a tirar en el sillón, y se encendió un cigarrillo, mientras que Fabio se colocó con un taburete y una cerveza en frente suya.
-¿Cómo lo llevas?-Le preguntó el chico con una sonrisa. Dan lo miró con algo de odio.-¿Ya sois amigos?
-Muy gracioso, ¿Cuando la lleváis al local? Ya han pasado 3 días.
-Respecto a eso...-No..no podía ser verdad...-Lo siento, pero Marco dice que no podemos llevarla al local, sinceramente, creo que quiere darte una lección.
-¿Cuando no quiere darme una lección, Fabio?-Marco era el jefe de la organización, era su padrastro, se había casado con su madre cuando el tenía veinte años, y diez años después aun lo odiaba.
-¿porqué no hablas con tu madre?-le dijo Fabio.
-Porque sabes que marco me pegaría un tiro si pudiese y haría luego limpiar la sangre a mi madre.-Dan no podía hacer nada, Marco era el jefe, y debía tragarse todo lo que le echase.-En resumidas cuentas, ¿tengo que tenerla en mi piso durante todo este tiempo?
-Exacto, y por tu bien, que ella no sufra daños.-la contestó su amigo. -Ya sabes...-No pudo evitar mirarle el ojo malo. Fabio nunca apoyó la decisión de Marco, la tortura entre los miembros siempre era un duro golpe. Pero Marco era así. Le gustaban los antiguos métodos.
-¿qué quieres decir con eso? ¿Qué le prepare baños y le sirva las comidas? Oh no, mejor aun, le cederé mi habitación y dormiré en el sofá, ¿eso le parece bien a Marco?
-Si, eso estaría bien-Bromeó Fabio.-Pero Dante, ¿donde la tienes metida?-dan no pudo evitar reírse al pensar que estaba junto con la fregona. Fabio se levantó y como si le leyera la mente supo que puerta abrir.
La encontró metida en un cuarto tan pequeño que no era capaz de alargarse, atada de manos, y con la misma ropa que el día que había llegado.
-Hola preciosa.-le dijo Fabio.-Creo que es hora de trasladarte.-Miró a Dan y sonrió.-Bien, mañana pasará Brunello para ver si necesitas algo. Igualmente, llámame.-Le dio un golpecito en el hombro y se fue al comedor. Dan lo siguió.-Mira Dante, será mejor que no te agobies, deberás tenerla por lo menos dos semanas más, yo que tú traería a Daniela, te desfogas un poco.-fabio era un buen amigo, siempre lo había entendido, seguía siendo fiel a Marco, pero comprendía porqué Dan lo odiaba, había estado presente cuando le pegaron la última paliza, por no haber llegado a tiempo a la entrega de un paquete. Fabio le pegó un puñetazo en el hombro y se fue.
Dan apoyó en el marco de la puerta que daba al cuartito. -Bien, parece ser que te llevaré a otro cuarto. Vamos levanta.-Cornelia no le miró, siguió con su mirada fija en blanco.-venga, nena no tengo todo el día. ¿Prefieres quedarte en este cuarto?-Pero eso ya le daba igual. Así que al ver que no se movía, Dan la cogió en volandas y se la llevó al cuarto que estaba frente al suyo. Tenía una cama de matrimonio y una ventana, no tenía baño, pero estaba al lado de este. La dejó encima de la cama, se sentó a su lado y le quitó las cuerdas que la tenían maniatada.
-Será mejor que te bañes.-le dijo Dan. La llevó al cuarto de baño, era uno que disponía de bañera y era bastante más ancho.-te dejaré sola, tienes media hora.
Cornelia disfrutó de su media hora hasta el ultimo minuto, no pudo cerrarse por dentro, Dan se lo había prohibido, pero no apareció, pudo desnudarse tranquilamente y bañarse, le gustaba que su criada le lavase el pelo, pero al carecer de ella no tuvo más remedio que hacerlo ella misma. Ahora para Cornelia, Dan volvía a ser un hombre, sabía que tenía aquel momento gracias a aquel misterioso muchacho moreno, bastante apuesto y de la misma altura que Dan, aunque para su favor, el chico misterioso tenía los dos ojos, castaños y profundos, y el pelo negro corto y rizado lo transformaba en el perfecto salvador.
-Termina ya,-Le dijo Dan interrumpiendo su fantasía. La chica, para evitar que se enfadase y fuese a entrar, salió de la bañera y se envolvió en una toalla. Dan esperó dos minutos y entró en el baño, se la encontró aun mojada y solo cubierta por una toalla. La acompañó hasta su nueva habitación.-No hay ropa de mujer, pero te he puesto una camisa de las mías en la cama, supongo que bastará.-Cornelia no pudo evitar sonreír, y sin darse cuenta, se le cayó la toalla, en un acto reflejo se agachó para cubrirse con las rodillas y las manos.
-Oh, no...que torpe- susurró ella sin atreverse a alzar la mirada. Oyó la risa de Dan y se enfureció tanto que levantó la cabeza para gritarle, pero se lo encontró de cuclillas a unos centímetros suya mirándola fijamente, notó sus brazos en torno suyo que la tapaban con la toalla.-Gra..gracias.-se le escapó.
-No me las des.- Se quedaron mirando fijamente y Cornelia, hasta pudo adivinar una pequeña sonrisa en los labios del chico. Ojala fuese su misterioso moreno. De pronto sonó el timbre. La chica miró por la ventana de la habitación, ya era de noche. El chico se levantó y la dejó sola en la habitación, pero no la encerró. Así que cornelia lo siguió y se asomó por su puerta, se moría de ganas por que fuese el chico. Pero cuando Dan abrió, se encontró con una mujer rubia, algo mayor que ella pero muy hermosa. Se abalanzó sobre Dan y lo besó profundamente, para cornelia, los besos apasionados solo se veían en las películas. Pero al poco la chica la vio y se despegó de Dan.
-¿quien es esa?-preguntó señalándola. Dan la miró y Cornelia se sobresaltó al darse cuenta de que estaba prácticamente fuera de su nueva habitación.
-Trabajo.-respondió Dan. Se aceró a Cornelia, que seguía ahí, con la toalla como única prenda y le agarró el hombro, empujándola hacia el cuarto.
La encerró, ella se quedó sentada en la cama, que comparada con el suelo, era lo más cómodo que había sentido nunca. Se puso al rato la camisa comprobando que nadie la observaba y se tumbó, las sábanas eran de seda fina y el colchón de látex, al poco su paz fue mermada por los sonidos de aquella mujerzuela. A saber que estaban haciendo en la habitación de al lado....bueno, si lo sabía.
Al poco pudo conciliar el sueño y acabó por dormirse.