Pequeñas lágrimas caían de sus ojos hasta el agua; lloraba en silencio. Él tenía razón, había sido una tonta por cometer tal locura. Solo había pensado que sería emoionante tener un amo y ser sometida por él, pero aún así cuidada, pero, sobre todo, que cuando ella dijera 'basta', él se detendría y la dejara irse.
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Aquello definitivamente no ayudó a rebajar su sonrojo. Apartó los ojos de los suyos, muerto de vergüenza.
—No soy inocente—sacudió la cabeza y se mordió el labio—. A mí me gu-gusta... Me gusta mucho el sexo—suspiró—. Soy algo así como un p-pervertido.