Tembló antes su tono y su mirada, pero no apartó la suya. Intentó zafarse de su agarre.
—No pretendo pasar hambre por un simple polvo—soltó y lo miró un tanto burlona—. Ni que fueras tan bueno.
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Le gustaba, le gustaba mucho escucharla. Lo estimulaba. Hundió la cara en su cuello, pasando su lengua por él, repartiendo besos, sin dejar de moverse, sintiéndo cómo lo apretaba.