Jadeó, estremecida, una parte lo hacía, mientras la otra se reprochaba por dejarse tratar de esa manera. Asintió.
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Se ubicó en su entrada, con las ansias relejadas en su rostro. Entró de una, mirándola al rostro.
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—Tú eres quien decide eso—habló con tranquilidad, mirándolo a los ojos.