Almendra sonrió.
—Tu ropa está un poco sucia, déjamelo arreglarlo — lo dio vuelta casi en contra de su voluntad e hizo que la mirara a los ojos. Le acomodó el cuello, sacudió parte de la suciedad de su pecho y luego corrió hacia un costado una parte del fleco del muchacho — ¡Más decente! Alguien como vos debe aparentar como un caballero, no como un jugador de Rugby — soltó una risita.
Esto provocó que se sonrojara. El contacto de una desconocida, linda por cierto, era algo sorpresivo para él.
De lejos vio acercarse una chica. Rachel se llamaba, al parecer.