En ese mismo momento, el descontrolado Aidron en su forma de enorme dragón de fuego, completamente poseído por una furia intensa, vio a dos futuras víctimas de sus ataques: Un unicornio y una chica.
En ese estado no diferenciaba ni el bien ni el mal, lo único que tenía en su mente era destruir todo a su paso aunque fueran criaturas amigas suyas.
De un coletazo los mandó a volar a ambos, dejándolos heridos. Ahora se aproximaba para engullirlos.
Ornella, una vez que salió de su trance de terror, junto con los demás estaban unos poquísimos metros más delante de todo ese caos.
— ¡Hay que hacer correr a los caballos más rápido! — exclamó espantada.