Interesante tema, pero antes de opinar, dejaré claro que todo lo que aquí exprese, no es con el fin de molestar y mucho menos de ofender a nadie, porque considero que cada quien tiene derecho de creer y ejercer sus creencias con plena libertad, así mismo como tiene el derecho de expresarlas y al expresar las mías, no es con el fin de cambiar a nadie de sus propias creencias, sino simplemente compartir dado que el tema me llamó la atención, qué no creo, qué creo y por qué lo creo.
De acuerdo con la creencia de la Reencarnación, cuando una persona muere, el alma, el “verdadero yo”, pasa a otra existencia mejor si el individuo ha llevado una vida buena y correcta, pero posiblemente a una existencia como animal si su vida se ha inclinado más a lo malo que a lo bueno. Se cree que cada vez que la persona renace vuelve a este mismo sistema de cosas, donde se encara a más sufrimiento y, finalmente, a la muerte. Los ciclos de renacimiento se consideran casi interminables. Algunas personas creen que el único modo de escapar es suprimir todo deseo de las cosas que son agradables a los sentidos. ¿A qué escapan? A lo que algunos describen como vida inconsciente.
Su origen y fundamento: La enseñanza de la reencarnación exige que el alma sea inmortal. Por consiguiente, para hallar el origen de la reencarnación hay que rastrearlo hasta los pueblos o naciones que tenían tal creencia. Por ello, algunos creen que se originó en el antiguo Egipto. Otros sostienen que tuvo su inicio en la antigua Babilonia. A fin de dar prestigio a la religión babilónica, su sacerdocio desarrolló la doctrina de la transmigración del alma. Así podían alegar que sus héroes religiosos eran reencarnaciones de antepasados distinguidos que murieron tiempo atrás.
Sin embargo, fue en la India donde la creencia de la reencarnación floreció plenamente. Los sabios hindúes luchaban por explicar los problemas universales de la maldad y el sufrimiento entre la humanidad. ‘¿Cómo pueden conciliarse estos males con el concepto de un Creador justo?’, se preguntaban. Intentaban hallar una solución al conflicto entre la justicia de Dios y las calamidades imprevistas y desigualdades del mundo. Con el tiempo, formularon “la ley del karma”, la ley de causa y efecto: ‘cualquier cosa que el hombre siembre, eso segará’. Elaboraron un ‘balance’ detallado en el cual los méritos y deméritos de una vida eran recompensados o castigados en la siguiente.
“Karma” significa sencillamente “acción”. Se dice que un hindú tiene buen karma si se somete a las normas religiosas y sociales, y mal karma si no lo hace. Su acción, o karma, determina su futuro en cada renacimiento sucesivo. Sin embargo, la meta final consiste en liberarse de este ciclo de transmigración y unirse a Brahmán: la realidad suprema. Existe la creencia de que esto se logra procurando alcanzar una conducta social aceptable y un conocimiento especial del pensamiento hindú.
Así pues, la enseñanza de la reencarnación tiene como fundamento la doctrina de la inmortalidad del alma, y la elabora utilizando la ley del karma.
Bueno, YO no CREO en la reencarnación. ¿Por qué?:
Porque al momento de la concepción uno hereda el 50% de sus genes de cada uno de sus padres. Por lo tanto, de ninguna manera puede uno ser totalmente igual a otra persona de una existencia anterior. En realidad el proceso de renacer no tiene el apoyo de ningún principio científico conocido. Los que creen en la doctrina del renacer suelen citar como prueba la experiencia de personas que afirman que recuerdan rostros, sucesos y lugares que no han conocido antes. ¿Es lógico eso?
Si uno dijera que alguien que puede relatar cosas de tiempos pasados tiene que haber vivido en aquellos tiempos, también tendría que decir que el que puede predecir el futuro —y hay muchos que afirman que hacen eso— tiene que haber vivido en el futuro. Pero está claro que eso no es así.Para creer en la reencarnación, necesito creer en la inmortalidad del alma, ya que ese es su fundamento y NO creo en esta. ¿Por qué?
Aquí vengo de nuevo a introducir un libro que es poco aceptado. Yeah, la Biblia. Este libro inspirado que nos explica qué es el alma: El uso dado en el contexto bíblico a los términos originales (heb. né•fesch [נֶפֶשׁ]; gr. psy•kjḗ [ψυχή]) muestra que la palabra “alma” se refería tanto a una persona como a un animal o a la vida que hay en ambos. El término griego psy•kjḗ o el hebreo né•fesch, este último aparece 754 veces en el texto masorético de las Escrituras Hebreas y psy•kjḗ aparece 102 veces en el texto de Westcott y Hort de las Escrituras Griegas Cristianas; en total, 856 veces.
Más de 400 años antes del Buda la Biblia mencionó una fuerza de vida. En su descripción de lo que sucede cuando alguien muere, dice: “Entonces el polvo vuelve a la tierra justamente como sucedía que era, y el espíritu mismo vuelve al Dios verdadero que lo dio”. (Eclesiastés 12:7.) La palabra “espíritu” se traduce de la palabra hebrea rú•aj, que significa la fuerza de vida que anima a toda criatura viviente, tanto humana como animal. (Eclesiastés 3:18-22.) Sin embargo, la diferencia importante es que rú•aj es una fuerza impersonal; no tiene voluntad propia ni retiene la personalidad ni característica alguna del difunto. No pasa de una persona a otra al ocurrir la muerte, sino que “vuelve al Dios verdadero que lo dio”. Por lo tanto, solo Dios puede dar vida. Cuando creó al hombre en Edén y sopló en sus narices “el aliento de vida”, no solo llenó de aire los pulmones de Adán, sino que hizo que la fuerza de vida vitalizara todas las células de su organismo. (Génesis 2:7.) Debido a que esta fuerza de vida puede pasarse de padres a hijos mediante la concepción y el nacimiento, la vida humana puede atribuirse apropiadamente a Dios aunque, por supuesto, se reciba de los padres.
Aludiendo a Génesis 2:7 que declara: “Procedió Yaveh Dios a formar al hombre del polvo del suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida, y el hombre vino a ser alma viviente”. Es claro que el hombre mismo era el alma; el alma no era inmaterial, no era algo separado y distinto del cuerpo, además, Ezequiel 18: 4, 20 afirma: “El alma que esté pecando... ella misma morirá”. En Números 6:6 se alude a un difunto como “alma muerta” y Salmos 146: 4 pronuncia que al morir, “sale su espíritu, él vuelve a su suelo; en ese día de veras perecen sus pensamientos”. De modo que, cuando alguien muere, la persona completa está muerta; no hay nada que quede vivo y pueda pasar a otro cuerpo.
¿Qué hay de los animales? Lo mismo para ellos: Eclesiastés. 3:19 dice: “Hay un suceso resultante con respecto a los hijos de la humanidad y un suceso resultante con respecto a la bestia, y ellos tienen el mismo suceso resultante. Como muere el uno, así muere la otra.” (Como en el caso de los humanos, nada sobrevive al morir un animal. No hay nada que pueda renacer en otro cuerpo.)
Eclesiastés. 9:10: invita: “Todo lo que tu mano halle que hacer, hazlo con tu mismísimo poder, porque no hay trabajo ni formación de proyectos ni conocimiento ni sabiduría en el Seol, el lugar adonde estás yendo.” (No es a otro cuerpo, sino al Seol, el sepulcro común de la humanidad, adonde van a parar los muertos.)
Ahora bien, no creo que la muerte sea el final de todo, ¿por qué? Porque de acuerdo con la Biblia, la muerte es como dormir profundamente sin soñar y aunque se esté profundamente dormido, se puede despertar, según lo muestra el relato registrado en Juan 11:1-14, allí se narra la historia de un hombre llamado Lázaro y sus dos hermanas, Marta y María, que vivían en Betania, un pueblo situado a unos tres kilómetros [2 millas] de Jerusalén. Cierto día, Lázaro se enfermó de gravedad, y sus hermanas, muy preocupadas, le mandaron avisar a Jesús, que se encuentraba lejos de allí. Dos días después de recibir la noticia, Jesús parte para ver a Lázaro. En el camino les dice a sus discípulos que va a despertar a su amigo del sueño. Al principio entienden mal lo que quiere decir, pero Jesús se lo aclara al asegurarles: “Lázaro ha muerto”. Cuando Jesús llega a la tumba, manda que quiten la piedra que sella la entrada. Tras orar en voz alta, ordena: “¡Lázaro, sal!”. Y Lázaro sale. Así es: ha vuelto a la vida el hombre que había estado muerto cuatro días (Juan 11:38-44).
Entonces, creo en la resurrección, que no es lo mismo que reencarnación. Habrá una resurrección de los muertos. Esto no es una reencarnación, sino un traer de vuelta a la vida la misma personalidad,
La palabra “resurrección” se traduce del vocablo griego a•ná•sta•sis, que significa literalmente “un ponerse en pie otra vez”. (Los traductores hebreos del griego han vertido a•ná•sta•sis por las palabras hebreas teji•yáth ham•me•thím, que quieren decir “reanimación de los muertos”). La resurrección implica reactivar el patrón de vida de la persona, patrón que Dios ha retenido en su memoria. Según la voluntad de Dios para el individuo, se le restaura ya sea en cuerpo humano o en cuerpo espiritual, pero conserva su identidad personal, es decir, la misma personalidad y recuerdos que poseía cuando murió. Dios tiene el poder de resucitar. Para Aquel que tiene el poder de crear al hombre a su propia imagen, con un cuerpo perfecto y con el potencial de expresar a plenitud las maravillosas características implantadas en la personalidad humana, no supone ningún problema insuperable resucitar a una persona. Si el hombre puede grabar y conservar en una videocinta las imágenes y sonidos de una escena y luego reproducirla gracias a los principios científicos que Dios ha creado, ¡cuánto más fácil será para el gran Soberano Universal y Creador resucitar a una persona reproduciendo la misma personalidad en un cuerpo recién formado! Con respecto a la revivificación de las facultades reproductivas de Sara en su edad avanzada, el ángel dijo: “¿Hay cosa alguna demasiado extraordinaria para Yaveh (Jehová)?”. (Gé 18:14; Jer 32:17, 27.)
¿Es tan difícil creer que Dios, el Originador de la vida, tenga el poder de recrear a una persona que ya ha vivido antes? Reflexionemos en la capacidad de concebir con que Dios dotó a la primera mujer. “Adán tuvo coito con Eva”, y a los nueve meses vino al mundo una réplica de ellos en miniatura, totalmente formada (Génesis 4:1). La formación y ensamblaje de todas las partes de una criatura en el seno materno todavía se cataloga como milagro, ya que no se alcanza a comprender bien, así que no debe ser extraño que no comprendamos como nos recreará un nuevo cuerpo, pero de que puede hacerlo puede y lo hará (Salmo 139:13-16). Como la fuerza impersonal, que es el
espírutu (rú•aj) “vuelve al Dios verdadero que lo dio”, las perspectivas de vida futura de la persona —la esperanza de una resurrección— están totalmente en manos de Dios. Él mismo, además, resucitó a Jesús, quien fue una persona real.
Pruebas históricas de que Jesús fue una persona real. Josefo y Tácito, dos prestigiosos historiadores no cristianos del siglo primero, hablaron de Jesucristo como un personaje real. Por ejemplo, al narrar el episodio en que el emperador Nerón culpó a los cristianos del incendio de Roma en el año 64, Tácito escribió: “Nerón presentó como culpables y sometió a los más rebuscados tormentos a los que el vulgo llamaba cristianos, aborrecidos por sus ignomi[ni]as. Aquel de quien tomaban nombre, Cristo, había sido ejecutado en el reinado de Tiberio por el procurador Poncio Pilato”.
Cierta enciclopedia comentó lo siguiente sobre las referencias históricas procedentes de los siglos I y II: “Estos relatos independientes demuestran que en la antigüedad ni siquiera los opositores del cristianismo dudaron de la historicidad de Jesús, que comenzó a ponerse en tela de juicio, sin base alguna, a finales del siglo XVIII, a lo largo del XIX y a principios del XX” (Encyclopædia Britannica, edición de 2002). Y el periódico The Wall Street Journal publicó lo siguiente en 2002 en un editorial: “La mayoría de los eruditos, salvo algún que otro ateo, ya aceptan que Jesús de Nazaret fue un personaje histórico”.
Pruebas de la resurrección de Jesús. Pensemos en lo que sucedió cuando Jesús fue arrestado. Sus compañeros más allegados lo abandonaron. Hasta Pedro, su amigo, se atemorizó tanto que negó conocerlo (Mateo 26:55, 56, 69-75). Todos sus discípulos se fueron dispersando (Mateo 26:31). Sin embargo, poco después de la muerte de Jesús ocurrió algo que los impulsó a reanudar su actividad cristiana con valentía. Pedro y Juan, por ejemplo, pudieron enfrentarse sin ningún temor a quienes habían maquinado la muerte de su Maestro. Era tan fuerte la motivación de los discípulos que difundieron las enseñanzas de Cristo por todo el Imperio romano. Estaban dispuestos a morir antes que a traicionar sus creencias.
¿Por qué ese cambio radical? Una de las razones fue que muchos discípulos pudieron ver con sus propios ojos a Jesús resucitado. El apóstol Pablo indica que, luego de ser levantado de entre los muertos, Jesús “se apareció a Cefas [Pedro], entonces a los doce. Después de eso se apareció a más de quinientos hermanos de una vez”. Cuando Pablo escribió estas palabras, la mayoría de los que vieron a Jesús resucitado seguían vivos (1 Corintios 15:3-7). Si hubieran sido solo un par de personas las que aseguraban que Jesucristo había vuelto a la vida, seguramente a muchos les habría costado creerlo (Lucas 24:1-11). Pero tratándose de 500 testigos oculares, las pruebas eran concluyentes.
El periódico International Herald Tribune informó sobre una investigación realizada por un escritor judío que se llama Pinchas Lapide. (Los judíos todavía están esperando la venida del Mesías (Cristo) ¿Cuál fue su conclusión? Que la resurrección no es un mito.
Varias razones contribuyeron a que Lapide llegara a esta conclusión. En primer lugar, los relatos de los Evangelios informan que tres mujeres visitaron la tumba de Jesús y notaron que estaba vacía. Pero en tiempos antiguos ‘se consideraba que las mujeres no podían dar un testimonio válido’, dice el informe del Tribune. En efecto, ¡los mismísimos discípulos de Jesús no creyeron a aquellas mujeres! De modo que es muy improbable que este relato se hubiera inventado a propósito.
El señor Lapide también informa acerca del efecto animador que la resurrección de Jesús tuvo en sus discípulos. De ser un grupo de hombres tan tímidos que abandonaron a Jesús cuando fue arrestado, se “convirtieron de la noche a la mañana en una sociedad misional firme, convencida de la salvación”. El periódico Tribune informa lo siguiente acerca del razonamiento de Lapide: “Ninguna visión o alucinación es lo suficientemente poderosa como para explicar una transformación tan radical”.
Por último, está la acusación de que los discípulos de Jesús sencillamente se robaron el cadáver. El Sr. Lapide responde a esto: “¿Permitiría un farsante que se le torturara y persiguiera en el nombre de una ilusión hasta el grado de considerar el martirio con gozo?”. Aunque el Sr. Lapide todavía no profesa tener fe en Jesús como el Mesías, está casi convencido de que es cierto lo que un ángel anunció hace dos mil años: ‘Cristo fue levantado’. (Mateo 28:6.)
Cristo mismo, cuando estuvo en la Tierra, efectuó varias resurrecciones con el poder de Dios, su padre.
Jesús prometió: “No se maravillen de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio” Juan 5: 28, 29.
¿Qué es esa resurrección de juicio? Es todo lo contrario a lo que la cristiandad cree, pero bueno… en otra ocasión será. Por ahora me despido concluyendo que los millones de seres humanos que han muerto, siguen durmiendo el sueño de la muerte. Ellos sí que están descansando en paz.
Saludos.
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