Miró la hora en su reloj de muñeca.
—Bueno, ya es casi la hora de la cena—recordó que ni siquiera había ido a almorzar y hasta ahora se daba cuenta que tenía hambre—. Voy al baño, espera aquí—se levantó de la cama dirigiéndose al pequeño cuarto y antes de cerrar la puerta le apunto con un dedo—. Y espero que no registres mis cosas—amenazó, pero estaba sonriendo, luego se encerró.