Estrechó sus ojos, mirándola receloso, luego observó a su hermana. Sam se incorporó, levantándose de un salto de la cama, poniendo las manos en su cintura y girándose para ver a la mujer.
—Bueno, profe, creo que es hora de que se vaya—dijo sin expresión alguna en el rostro.
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Lo miró, arqueando una ceja.
—Solo te has quedado un momento dormido—le mostró el trozo de manzana que todavía tenía en la mano—. Te he quitado esto, antes de que ahogaras durmiendo.