—Bien — empezó a agitar el abanico graciosamente, mientras bailaba con pasos elegantes, típicos de la actuación. Comenzó a imitar a su madre, una Geisha, y la verdad que le salía bastante bien
— ¿Cuánto cobras por la compañía? — preguntó Kokone graciosa.
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—Ni siquiera tienes que pedirme perdón. Haz todo lo que quieras mientras puedas.
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— ¿Disculpa? Tú hiciste pedazos esa promesa. Yo no me casaré nunca contigo — sentenció y se sacó el anillo — Ya no estamos más juntos. Y eso fue por tu egoísmo. Así que esto es tuyo — Extendió su mano con el anillo. Lo miró muy seriamente.