—Kanade, sube tu — le dijo con una sombra enorme en los ojos que no sabía ni como disimular.
— ¿Segura? ¿No quieres una canción juntos?
—Que subas tú — lo miró como una fiera.
Kanade hizo caso y empezó a cantar una composición suya reciente.
“Las olas y el mar, traen recuerdos nostálgicos a mi mente.
Tu hermosa sonrisa que viene a mí, tal como la espuma que lleva el océano a la orilla.
He visto tu pesar, las lágrimas derramándose por tu rostro, formando así este océano de tristeza.
A veces ni el sol parece querer extinguir esos oscuros recuerdos.
Y la luna es la que tapa la luz de este al mostrar sus facetas, así como las tuyas.
Querida mía, si pudiéramos volar
Seguir viviendo, hacia delante, apartando las rocas del camino.
Querida mía, si pudiéramos sonreír sin penas
Avanzar gozosamente, desatando los nudos del corazón.
Si pudiéramos volver a vivir… “
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—Soy un odiado. Incluso ni mi madre me quiso al nacer , asi que ¿Por qué me querrías tu?
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Cuando por fin le desabrochó el sostén, se dio la vuelta enseguida y… tenía tatuado el nombre de él en ROMAJI y en una letra cursiva hermosa. El tatuaje no era muy grande, pero si estaba adornado con rosas.
Se corrió el pelo para que lo viera mejor.