Al llegar a la cafetería, ella se sintió un poco incómoda. Aun Shouta no había llegado, pero estaba la bandita de la otra vez en una esquina mirándola insistentemente. El líder se acercó.
—Hola linda, la otra vez te dije cosas muy feas. ¿Vas a perdonarme?
—Puede que sí, puede que no — trató de ser indiferente.
—Mírame cuando te hablo— la tomó del rostro— O no volverás a tocar el piano en tu vida con esas manitos débiles que tienes.
--
Al sentir las manos en sus ojos, pensó que era Gakupo , porque él siempre le hacía eso.
— ¡Papito lindo! —Exclamó toda contenta, dulce y alegre, zafándose y abrazándolo del cuello.