—Mamá, no puedo creer que dejaste el Judo solo porque tu enemigo hizo trampa! — No podía creer que su madre hiciera una cosa así, pues ella no demostraba tener esa faceta.
—Bueno… si. Llegué a cinturón verde y lo dejé. Tampoco quería fastidiar a mi madre con los gastos. Así que lo dejé por ello también.
— ¡Tienes que empezar de nuevo! — exclamó Oyuky.
— ¡No! Mi etapa de “QUIERO LLEGAR A LOS JUEGOS OLÍMPICOS” se terminó hace tiempo — rió.
—Ay mami… — Oyuky negó con la cabeza — ¿Y qué hiciste luego?
—Fui a las duchas, vi a mi contrincante y lo molí a golpes para así descargar mi frustración. Aunque eso no me hizo tener el trofeo en mis manos — suspiró — Pero fue una alegría saber que la semana pasada me enterara de que fue tu padre la única persona que me felicitó a pesar de correr el riesgo de que lo maltratara por mi mal humor… y que aun conservara la parte de arriba de mi judogui… — se paró y se fue al sótano, tomando una caja y llevándola. Al abrirla, estaba el cinturón verde y el pantalón del judogui.