Lo escuchó aunque su cara estaba pálida, se sentía muy mal, pero no era por lo que había sucedido, se sentía mareada y con un gran dolor de cabeza.
-Senri...- Se lanzó a sus brazos perdonandolo, aunque poco después se desmayó. Igual que la última vez.
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-Muy bien Kito-san, que bueno que se haya resuelto.- dijo inocentemente, aunque maquiavélicamente. El tipo salió como embelesado.
Cuando el tipo salió sonrió volviendo por el mismo pasillo riendo.
-Kami-sama no se como le hice para que me diera Mil dólares innecesarios.- se burló mentalmente.
No tenía nada más que hacer ese día, así que se encerró en su habitación y tomó su equipo de karaoke para relajarse un rato, y es que en verdad su habitación parecía la de una niña pequeña ya que su inmensa cama estaba llena de peluches.