Meian se acercó y le tomó la mano con suavidad.
-Vamos… dame esa botella. No la necesitas – dijo con suma serenidad, demostrándola con su mirada.
-La necesito – le gritó - ¡Mas de lo que a ti te importa! – volvió a exclamarle. Luego, en algún momento, se dio cuenta que le había tomado la mano y eso de alguna manera lo ayudo a tranquilizarse. Le besuqueaba la mano y se la refregaba por su propio rostro, queriendo sentir la piel de ella contra la suya.
-Vamos a un camarote. Y te acuestas ahí y te quedas tranquilo ¿De acuerdo? – volvió a hablarle igual de tranquila que antes.
Soltó la botella y se fue con ella a un camarote cualquiera.
Meian le hizo un gesto a Gakupo con la mirada para que los siguiera, ya que Kagura en estado de ebriedad era más peligroso que mono con navaja.
Ella lo hizo acostarse, pero él le sujetó el brazo con fuerza.
-No te vayas… no quiero que te vayas – la abrazó desde atrás rodeando sus brazos en el vientre de ella – No me dejes solo…
Accedió y le hizo recostar la cabeza en su pecho, mientras le acariciaba suavemente el cabello. Sintió las lágrimas de él mojar su vestido, pero siguió haciendo lo que hacía hasta que se quedó dormido y dejó de sollozar.