Cuando la bajó, la agarró con rapidez, como si estuviera adueñándose de ella. Le corrió los mechones de pelo que le tapaban la cara para poder verla mejor: de nariz fina y respingada, boca abierta y con saliva cayendo de ella.
Abrió los ojos lentamente.
-Hola – sonrió con los ojos entrecerrados - ¿Cuántos bebes berenjenas me vas a dar esta vez? – dijo sin reconocer con quien estaba hablando por su estado patético de ebriedad.
-Los que tú quieras. Aunque no tenemos ninguno… aun.
-¿Por qué? Yo quiero cambiar pañales… comprar ropita de bebe… dar la teta – estaba mas tranquila , pero seguía diciendo incoherencias.