Saga, me alegra mucho que te haya gustado el capítulo dos. Gracias por comentar.
Y para quienes lo esperaban, aquí va el capítulo tres:Capítulo Tres
-No me digas que te vas a desmayar -dijo su voz profunda con cierta diversión, pero la escuché desde tan lejos…
Me encontraba absolutamente atontada. No podía pensar, simplemente sentía, y lo que sentía era una completa relajación. Abrí y cerré los ojos un par de veces, y a medida que pasaban los segundos, todos los problemas, los miedos y las inhibiciones parecían borrarse de mi mente. Imagino que así es como se siente estar drogado.
Unos puntos lilas y negros aparecieron en toda la habitación, y todo se volvía borroso. Y todo a mi alrededor comenzó a girar, y girar, y girar… Y dio tantas vueltas que me había mareado y sabía que estaba a punto de caer.
Sentí a las poderosas manos de la gravedad tirar de mí hacia el suelo, y luego oí el ruido sordo que hizo mi cuerpo al chocar contra el piso. Abrí los ojos por un momento, y sólo distinguí los pies de Noah, justo frente a mí. Estaba parado allí, pero no tuve fuerzas para alzar la vista y ver si estaba mirándome. Y entonces, todo se obscureció.
***
Desperté en mi cama, estaba obscuro, era de noche.
Pasé mi vista por mi habitación, todo estaba en su lugar, justo como debía ser. Me senté en mi cama, y sentí un horrible dolor, de nuevo. Pero en ese momento, éste se originaba en el lado derecho de mi cabeza. Llevé una mano temblorosa al punto exacto, un poco más arriba de mi oreja, y encontré una protuberancia. ¿Cómo rayos me había lastimado para tener semejante chichón en la cabeza?
Un nombre de tan sólo cuatro letras vino a mi mente: Noah.
El nombre empezó a tomar forma en mi mente al mismo tiempo que todo lo demás. Su pelo negro y desordenado, su piel blanca, sus ojos obscuros como abismos sin fondo… sus pies enfundados en zapatillas Nike negras con suelas blancas y perfectamente limpias, como si no hubiese caminado siquiera con ellas.
-Desgraciado. Ni siquiera intentó sostenerme para que no cayera -murmuré con rabia.
¿Qué hora era? ¿Habían vuelto ya mis padres? ¿Quién rayos era Noah y por qué no dejaba de pensar en él?
-¿Por qué tendría que haberlo hecho? -dijo entonces aquella voz profunda y ligeramente sibilante, con un tono divertido.
Miré hacia mi costado, desde donde había provenido la voz.
Noah estaba allí, a mi lado, sentado en mi cama. Me llevé un gran susto al verlo, tan tranquilo. Prácticamente se había materializado allí, porque -de esto estaba completamente segura- él no estaba allí en cuanto me desperté.
Solté un pequeño grito ahogado.
-¿Te asusto, Zoe? -otra vez su extraña forma de decir mi nombre, que me causaba escalofríos.
-¿D-de dónde rayos saliste? -le pregunté, en parte asustada, y en parte molesta.
-Deberías agradecerme. Al menos te traje hasta tu habitación y abrí un libro sobre tu cama para que tus padres pensaran que te quedaste dormida estudiando -dijo mientras se recostaba en mi cama- aunque creo que les pareció un poco extraño que pases tanto tiempo “estudiando” últimamente.
Se veía tan hermoso. Había cruzado sus fuertes brazos tras su cabeza, y tenía puesta una camiseta gris algo ajustada, que me dejaba entrever los poderosos músculos de su pecho amplio y fuerte.
-Sí, Zoe, ya sé que estoy buenísimo. Ahora límpiate la baba -dijo con tono arrogante, y una sonrisa de lado.
¿Cómo rayos supo que estaba mirándolo?
-No respondiste mi pregunta -dije molesta.
Él no respondió. Solo me miró fijamente a los ojos.
Había algo extraño, algo malo en él. Algo terriblemente obscuro y perverso. Su sonrisita divertida parecía ocultarlo un poco, pero lo rodeaba un aura de maldad, perfidia y crueldad que no podía describir. Dejaba mi alma helada como un témpano, me hacía temerle.
Y aún así, él sólo me había salvado.
-Zoe, Zoe, Zoe -dijo, estirando sus brazos sobre su cabeza- pequeña niña pelirroja de ojos color mar… -y soltó una ligera carcajada que heló la sangre en mis venas, y me produjo unas terribles ganas de gritar- ¿qué es lo que debo hacer contigo?
Volvió a mirar a mis ojos, esta vez sin rastro de diversión, no, mirar a mis ojos no es la expresión correcta, era más bien como si mirara dentro de ellos, como si pudiera descubrir cualquier secreto de mi mente. Y descubrí que, otra vez, no podía moverme.
Esos ojos negros se salpicaron de pequeñas lucecitas de mil colores por una fracción de segundo. Y entonces, desapareció.
Se desvaneció como si hubiese sido tan sólo una imagen emitida por un proyector que alguien había desenchufado inesperadamente.
Y grité. Grité con todas mis fuerzas, a todo lo que daban mis pulmones, por un espacio de tiempo que pudo haber sido tan corto como un segundo o tan largo como una hora, ni siquiera importaba.
-¡Zoe! ¡Hija! ¿¡Qué te sucede?! -la voz de mi madre pareció transportarme fuera de la dimensión de los ojos obscuros con puntitos de colores, no obstante, continué gritando, porque no sabía qué más hacer.
-Zoe, ¿qué pasó? -preguntó también Steve, sus manos sobre mis hombros, sacudiéndome.
Todo sucedió en cámara lenta. Mi madre levantó su mano blanca hacia mí, y, con los ojos embebidos en preocupación, me dio una bofetada en la mejilla izquierda, que me quitó el aliento.
Solo atiné a abrazarme a su pecho, y sentí las lágrimas quemando mis ojos y mejillas, mis sollozos atorándose en mi garganta. Sentí también los brazos de mi madre alrededor de mi espalda, abrazándome fuertemente, ella estaba temblando, también.
Steve colocó su mano en mi cabeza, y acarició suavemente mis cabellos.
-Tranquila, Zoe, sólo fue una pesadilla -dijo él.
¿Una pesadilla? Ojala hubiese sido solamente eso. Sin embargo, no tenía sentido contarles lo que en realidad había sucedido. Así que simplemente asentí.
-¿Quieres hablar de ello, Zoe? -preguntó mamá, apartándose un poco de mí, para mirarme a los ojos.
-N-no creo que sea necesario -murmuré con la voz ronca de gritar.
-Nos has dado un tremendo susto -dijo entonces, colocándose un mechón de su largo pelo color caramelo detrás de la oreja.
-Yo también me lo he dado -respondí, soltándola.
Ahora tendría que pensar en un par de cosas que no quería preguntarme, pero debía.
-¿Vas a estar bien? ¿Quieres que nos quedemos un momento contigo? -preguntó Steve.
En ocasiones como esta, me preguntaba por qué lo odiaba. Él se esforzaba por ser bueno conmigo. Aunque quizá, el hecho de que me haya robado a mi madre puede ser una buena razón.
-No será necesario. Sólo fue una pesadilla, tú mismo lo dijiste -dije cortante.
Era extraño, no quería quedarme sola, pero tampoco quería que ellos estuvieran en mi cuarto.
Me desearon las buenas noches y salieron, dejándome sola con los planteamientos que debía realizarme. Porque no podía seguir fingiendo que todo estaba bien un solo segundo más.
Noah no era un chico corriente. Esa era una realidad concreta y palpable, y tan cierta como que tengo 5 dedos en mi mano derecha. Era más fuerte que un chico corriente, más rápido, más hermoso y más maligno. Y se desvanecía así como así. En síntesis, Noah no era humano. Quizá él era… un vampiro.
Él de seguro me había seguido para beber mi sangre la noche anterior, pero terminó salvándome de aquellas bestias.
Aún así, aquello no quería decir que él fuera bueno. De seguro sólo estaba esperando al momento adecuado para asesinarme. Pero eso no sucedería.
Me invadió la determinación, y una extraña emoción que no supe identificar, mezcla de miedo y anticipación. No, él no iba a asesinarme. O al menos, no se lo pondría fácil.
***
-¡Zoe! -gritó mamá desde algún lugar del apartamento.
-¿Qué, mamá? -pregunté, enjuagando el último plato de la cena del domingo.
-Tienes visita -dijo Steve, entrando en la cocina.
-Qué raro -murmuré. De seguro era Rhonda, pero era raro que ella llegara a casa sin llamar antes.
Me sequé las manos con un repasador, y asomé mi cabeza hacia la sala. Y mi respiración se detuvo al ver a nada más y nada menos que Noah en la puerta, charlando con mamá.
-Hola Zoe -dijo con un tono de voz tan normal como el de cualquier chico de su edad. O que aparentara su edad, me corregí a mí misma.
-¿Qué estás haciendo aquí? -pregunté rápidamente. No lo quería cerca de mamá de ninguna manera.
-Zoe, no seas grosera -me reprendió mamá, mirándome mal con sus grandes ojos cafés- tu compañero ha venido a pedirte prestada la tarea. Por cierto, ¿cómo te llamas, chico?
-Me llamo Noah, señora. Es un placer conocerla -y le sonrió.
Mi madre estaba absolutamente encantada con él. No sólo su forma de hablarle la delataba, sino el hecho de que nos haya dicho que vayamos a mi habitación. O tal vez ese sucio vampiro estaba ejerciendo algún tipo de control mental sobre ella, ya que, en situaciones normales, ella jamás dejaría que un chico entrara a mi habitación conmigo.
No obstante, era mejor. Cuando planeé que no me rendiría sin luchar, lo hice en mi habitación, ese era mi territorio, y sería mejor librar nuestra batalla allí, después de todo.
-¿No gustas un poco de chocolate caliente? -preguntó mamá cuando entramos a mi cuarto.
-No -me apresuré a responder por él- Noah no bebe chocolate -bebe sangre, terminé en mi mente, aunque, desde luego, no lo dije en voz alta.
Mamá me miró algo enojada por mi comportamiento grosero, y Noah tenía en su rostro una mezcla de asombro y diversión. Cuando la puerta se hubo cerrado, me senté en mi cama y le dije:
-¿Qué es lo que quieres?
-Pareces enojada, Zoe -respondió, caminando a través de mi habitación- sólo he venido a hacerte una visita… -y sonrió con la ceja levantada.
-No seas cínico -reprendí. Lo cierto es que por dentro, me moría de miedo y anticipación, pero no lo iba a demostrar- Sé lo que eres.
Sus ojos se abrieron mucho, y luego alzó sus cejas. Su mirada se tornó aún más obscura -si cabe- y el miedo por poco me paraliza.
-¿Y qué vas a hacer al respecto? -preguntó serio, levantando una ceja.
Y entonces, me incliné hasta tomar la estaca de madera (fabricada con un pedazo de escoba) que había preparado y colocado bajo la cama, y arremetí contra él con todo el impulso de mi salto y el peso de mi cuerpo.
Ni siquiera hizo ademán de moverse. La estaca chocó contra su pecho y se astilló, pero no perforó su piel, que parecía estar hecha de acero. Inmediatamente, solté el trozo de madera, y retrocedí un par de pasos.
-¿Acaso acabas de intentar estacarme, Zoe? -dijo su voz sibilante, no lucía nada amigable.
Bueno, considerándolo bien, yo tampoco tendría una actitud amigable si alguien intentara clavarme un pedazo de madera en el pecho.
-¿Piensas que soy un vampiro? -y caminó dos pasos hacia mí, yo continué retrocediendo. Tenía la boca seca.
Y cuando pensaba en voltear y correr hacia alguna parte, lejos del hermoso y aterrador chico que se me acercaba, me topé con el borde de la cama, y por culpa del impulso, caí en ella.
En cuestión de un latido de corazón, Noah estaba encima de mí, apoyado sobre sus manos, que se encontraban una a cada lado de mi rostro, y sus rodillas, hincadas a mis costados.
-¿Quieres que beba tu sangre? -preguntó muy cerca de mi oído, en un tono de voz que me hizo temblar, y me paralizó por completo.
Sabía que no iba a poder moverme, de modo que ni siquiera lo intenté, y sentí la su respiración fría sobre mi cuello.
Entonces me mordió suavemente, pellizcando mi piel con sus dientes, sin hacerme daño, enviando cientos de señales eléctricas a través de mi cuerpo tembloroso.
-Personalmente, Zoe, yo creo que has visto demasiadas películas. -dijo, ya sin ese aterrador tono de voz- Pero quiero saber qué piensas tú al respecto, ¿soy un vampiro? -preguntó, rozando mi oreja con sus labios.
Sentía mi sangre hirviendo en mis venas, y los latidos de mi corazón se habían acelerado hasta un punto inaudito. Y volví a preguntarme ¿a qué sabría su boca?
-L-los vampiros no existen -suspiré, cuando logré encontrar mi voz.
-¿Entonces qué rayos creíste que hacías? -gruñó, y ahora ya no estaba encima de mí, sino en el lugar donde había estado parado antes de mi estúpida ocurrencia.
-Corroborarlo, creo -mascullé, tratando de conseguir las fuerzas -físicas y mentales- necesarias para sentarme en la cama.
Espero les haya gustado, comenten mucho! Besos!