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Autor Tema: Hermanos - Capítulo 14  (Leído 9378 veces)

AiixChaan Desconectado
« en: Diciembre 25, 2015, 04:44 pm »

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Hermanos - Capítulo 14
« en: Diciembre 25, 2015, 04:44 pm »

Capítulo 14: Una mujer libre.

La tenue luz de la mañana entraba tímidamente por la ventana de la habitación de Konan. Un débil rayo de luz le iluminaba la tersa y pálida piel que cubría su rostro, el cual reflejaba una sonrisa.  En la habitación no había más que silencio, el único sonido penetrante, rígido y constante era el del monitor, que mostraba una única línea verde que pitaba monótonamente, dando a conocer la triste pérdida del ángel de Akatsuki. Konan no sintió dolor, no sintió ni siquiera ese sentimiento voraz y doloroso de la muerte. Se fue junto con sus sueños. Se fue pensando en Nagato, sin saber que al día siguiente no volvería a despertar.
Tsunade, quién se había quedado en la oficina del hospital con sus papeles, haciendo averiguaciones y manteniendo la guardia, se sorprendió al ver a Shizune esa mañana en su oficina. Los ojos se le abrieron de par en par y las pupilas se le dilataron cuando Shizune, agitada y sin poder respirar bien, le informó que la mujer que yacía en la habitación 217, había fallecido. La rubia tragó saliva, no era de esas personas que lloraban mucho, pero tuvo que comprimir un gemido. Tomó una gran bocanada de aire y con sus dos manos le pegó con fuerza al escritorio. Cayeron varios papeles, dos lapiceras, y siete historias médicas sin resolver. Ella siquiera lo notó. Shizune, aún presente, tembló al igual que el escritorio. Conocía el carácter de su jefa pero, esta vez era diferente. No estaba enojada, estaba furiosa. Pero además, ella notó un triste semblante en Tsunade. No pudo más que bajar la cabeza y cerrar los ojos.
Luego de ordenar el papeleo, Tsunade, acompañada de Shizune, se dirigió a la habitación 217. La puerta estaba despejada, no había nadie, todo era silencio.
-   Dónde están los guardias? – preguntó la jefa.
-   No lo sé. – dijo Shizune apenada. – cuando llegué ya no estaban. 
Tsunade se mordió la uña con impotencia. Acto seguido entró en la habitación lentamente. El cuarto estaba reluciente, el sol se reflejaba en la camilla débilmente y allí, sobre la cama de sábanas blancas, estaba ella. El ángel, la mujer fuerte y decidida que había conocido años anteriores porque su compañero, su gran amigo Jiraya había enseñado en la facultad de economía de Tokyo. Tragó saliva. Era un lugar plácido pero se sentía la esencia de la muerte, y mucho,  mucho, tal vez demasiado, silencio. El monitor estaba apagado y Konan yacía, sonriente, con los ojos cerrados. Tsunade se acercó y la miró con lástima. Comenzó a desconectarle todos los aparatos y al llegar a la aguja que la proveía del suero, corroboró que la bolsa de suero estaba llena.
-   Cuándo fue el último cambio de suero, Shizune? 
-   Bueno, entré a revisar a La paciente a las 3 a.m. El suero estaba por la mitad y sus signos vitales eran perfectos. Tiene un corazón fuerte y en cuanto a la her…
-   Calla y observa.
Shizune miró lo que Tsunade le indicó que mirara. El suero estaba casi lleno, cuando ella tres horas antes había corroborado que estaba por la mitad. Tsunade sacó el suero y miró en su interior, luego se lo tendió a Shizune y le indicó que lo llevara a laboratorio para que lo examinaran. Sin titubear Shizune lo agarró y giró para salir del cuarto, pero se detuvo y se dirigió hacia Tsunade nuevamente.
-   Crees que alguien… la mató?
-   No lo sé, pero todo indica que no fue por medios naturales.  – La rubia se mordió los nudillos con furia pero cuidando de no lastimarse. – Lo averiguaré Shizune, y Dios quiera que ese mal nacido no se me cruce en el camino porque mi juramento por la vida como doctora se hará trizas.
-   Entiendo – Shizune tragó saliva, pero ella sentía algo de esa furia que sentía su jefa.
-   Lleva eso a laboratorio y llama a la morgue. Pero antes, asegúrate de que peritaje haga los chequeos y extraiga las muestras correspondientes. También concédele una muestra de ese suero… 
-   Bien. Iré al laboratorio primero y luego en recepción llamaré a peritaje, le diré a la morgue que preparen todo pero que primero dejen trabajar a los forenses. – Shizune giró nuevamente y luego miró sobre su hombro a la rubia que emanaba furia – Tsunade- sama, tú que harás?
-   Mataré a esos dos policías que estaban vigilando, tenlo por seguro.

En la casa Uzumaki, antes de que el ángel de Akatsuki quedara profundamente dormido, sonó fuertemente el teléfono. Las niñas dormían, pero Hinata y Naruto estaban tomando café en la cocina. Al escuchar el estridente sonido del teléfono ambos de miraron preocupados. Naruto tragó saliva y atendió.
-   Hola?
-   Naruto…
-   Sakura! Eh… Hola, porque llamas tan tarde? – Naruto estaba confundido, aunque nuevamente la preocupación invadió su rostro. – Está todo bien?
-    Es Sasuke, Naruto – Sakura apenas era audible – Tomó casi una botella de alcohol, me pegó y se fue de casa… intenté detenerlo pero… - Sakura tuvo que detenerse e inspirar una gran bocanada de aire para contener el llanto.- Naruto…- dijo en un suspiro – Naruto, por favor ayúdame.- detrás del tubo lo único que Naruto pudo escuchar fue un gemido y el constante lloriqueo de su amiga de la infancia.
-   Tranquila, Sakura – dijo con esa encantadora voz de la cual Hinata se había enamorado. – Escucha, respira y dime dónde está el ahora…
-   No lo sé, Naruto, no lo sé…  Probablemente en un bar de la zona… o tal vez a algún rincón de la ciudad… yo… nunca le seguí el rastro, nunca supe que hacer en estas situaciones y tú lo sabes bien… soy débil, Naruto…
-   Tranquila, Sakura… lo encontraremos, como siempre lo encontramos… Por ahora ven a casa – ella no pudo verla, pero si sentir que Naruto hacia una de sus peculiares sonrisitas – Ven, ya sabremos que hacer…
Luego de aceptar la invitación, Sakura colgó el teléfono. Naruto le siguió y luego se dirigió a la cocina dónde Hinata lo esperaba expectante. Naruto se sentó y tomó su taza de café, le dio un sorbo y luego miró triste a Hinata.
-   Era Sakura, viene para acá… por lo visto, algo pasó con Sasuke… él…
-   Ryuto-kun! – Hinata miró detrás de Naruto y allí estaba el menor de los Uchiha, parado con su pequeño celular en la mano. Parecía confundido, perdido, desorbitado.
Hinata se acercó y se agachó junto a él. Apoyó suavemente su mano en la cabeza del pequeño y lo miró dulcemente.
-   Que haces despierto…? Acaso te asustaste de los ronquidos de Hiroto?
Ryuto negó lentamente con la cabeza. La meneó del lado en dónde tenía el celular sin decir nada. Tenía una de las mejillas rojas por el apoyo en la almohada, los ojos vidriosos y aún parecía estar dormido. Hinata lo miraba expectante, sin dejar de sonreír. Miró con interés el celular del niño y se lo sacó con cuidado de la mano, él no hizo ningún esfuerzo para detenerla. Hinata sostuvo el celular entre sus manos y vio en él un mensaje, para Ryuto de su padre, Sasuke.
“Ya nos volveremos a ver, hijo”
Hinata soltó el celular de repente y lo dejó caer paralizada. Giró bruscamente hacia Naruto, quien miraba curioso la situación sentado desde la silla. Abrió la boca para hablar, pero no sabría que decirle. Sin embargo Naruto había entendido perfectamente. Levantó el celular y leyó lo que decía. Cuando levantó la vista hacia Ryuto, éste estaba llorando.

Una vibración exaltó a Yota Uchiha. Estaba despatarrado sobre el sillón de la casa de Sai y miraba pensativo hacia arriba. Estaba sumido en sus pensamientos hasta que el celular lo volvió a la realidad. Lo agarró con desdén y lo sostuvo entre sus manos. Lo tocó para desbloquearlo y la luz lo encandiló. Cuando sus ojos se acostumbraron pestañó un par de veces y abrió el mensaje que se precipitaba sobre la pantalla de inicio.
“Ya nos volveremos a ver, hijo”
El mismo mensaje que unos minutos antes el pequeño Ryuto había recibido, ahora lo recibía Yota. Lo miró con los ojos bien abiertos, lo leyó varias veces aún sin entender bien. Cuando reaccionó, cuando entendió lo que su padre quería expresar, cerró el menú de los mensajes y se incorporó en el sillón. Metió el celular en su bolsillo izquierdo y buscó algo para anotar. Para su suerte cerca del sillón había una mesita con un teléfono, una libretita y un lápiz. En él escribió:
“Ino-san, por favor dile a mi madre que no necesita buscarme. Ella está débil y mi padre no la escuchará. Dile que yo voy a arreglar las cosas, se cómo hacerlo. Desde ahora, seré yo quien tome las decisiones…”

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