Tengo varias experiencias, tanto sobrenaturales como no… Creo que están equilibradas por igual.
Va una sobrenatural.
Tal vez muchos digan que era producto de una gran imaginación de una pequeña niña de cuatro años, pero si de algo estoy segura, es que no desvarío y sé perfectamente distinguir la realidad de la fantasía, de lo visible y de lo que directamente no se puede divisar.
A esa edad vivía en una casa con un fondo gigantesco delante de la casa. Generalmente me quedaba horas jugando allí, hasta que anochecía y mi madre me llamaba para que entrara a comer (si de algo gozaba de pequeña, era de una gran libertad).
En uno de esos días, mi madre no me llamó porque, supongo yo, estaría muy ocupada con los quehaceres de la casa. Entonces, decidí quedarme hasta más entrada la nochecita, a eso de los ocho PM, en verano.
Tenía la costumbre de trepar árboles, y el palto era lo suficientemente gigante como para tener una visión completa de absolutamente todo el terreno, incluido el del vecino de al lado. Con agilidad fui subiendo hasta la primera rama más grande, puesto que no me atrevía a seguir por miedo, obviamente –mucho vértigo-.
En eso oí una risita. No una risita maliciosa ni nada por el estilo, sino más bien simpática. Provenía desde abajo. Puedo asegurar que era una personita muy peluda y pelirroja, que se hacía bolita y rodaba por el suelo. Decidí bajarme, pero al querer acercarme a la criaturita, esta se puso seria y se fue corriendo hacia la oscuridad de la sombra de los otros árboles (había una higuera, un ciruelo y no recuerdo que otra cosa).
En eso, mi papá prendió la luz del fondo –pues siempre lo hacía al llegar del trabajo- antes que me dirigiera hacia donde se había ido el enano; al iluminarse todo, noté que de la pared de la medianera habían unas ramificaciones negras muy gruesas, como las raíces de un árbol que en vez de crecer en el suelo, lo hacían en la pared. Me asusté un poco porque nunca las había visto, y eso que vivía frecuentando todos los días ese fondo…
Luego no recuerdo muy bien lo que sucedió. Los años borraron lo siguiente, pero no la impresión y la mala espina.