Perdón por el doble post pero quería actualizar el post, a ver si se pasa alguien xD. Bueno, espero que os guste e.e xD.
Minato abrió los ojos de par en par al ver a su hijo corriendo al frente, con lágrimas en los ojos, en busca del amigo que creía como perdido. “El relampago amarillo de la hoja” salió tras su hijo y, pese a que lo había alcanzado con facilidad, no logró articular palabra al ver el brillo de determinación en los ojos de su hijo. – Espera Naruto, déjame hacerlo a mí… - pidió, casi como si fuese un ruego. Su hijo le miró y negó con la cabeza, no hicieron falta las palabras, ya sabía que era lo que pensaba... “No puedo abandonar a Sasuke, ¡Me necesita!” Su mirada lo decía todo.
[align=center]••• Capítulo 1 ~ Dolor •••[/align]
Minato agarró, firme pero cariñosamente, el hombro izquierdo de su hijo. Lo abrazó protectoramente mientras contemplaba la macabra escena, compartiendo su dolor. El gimoteo de Naruto se ahogó en el pecho de su padre
mientras este esperaba a algo, o alguien, en silencio. El fin de aquella espera no demoró demasiado.
Diez hombres emergieron de las mismas sombras pocos minutos después. Todos, y cada uno de ellos, presentaron sus respetos ante la figura del que era su líder. Él los miró a los ojos, uno a uno, antes de dispensar ordenes. – Buscad a los supervivientes y, si encontráis a alguno, lanzadlo – encomendó con severidad.
No fue necesario decir nada más, la mirada del Hokage irradiaba dolor e ira, sabían de sobra que deberían reportar la presencia del criminal, si es que daban con él. Estaba enfadado, desprendía furia por todos los poros pero, ante todo, lo que se veía en él era una profunda tristeza.
Tristeza por los amigos perdidos, tristeza por la facilidad que había tenido el asesino para cometer aquellos actos, tristeza por lo que su hijo había tenido que contemplar, tristeza por no haberse dado cuenta antes, tristeza por ser demasiado tarde para hacer algo…
– Naruto, yo… – empezó a decir minutos después de que los Shinobi partiesen y justo antes de sentir un pequeño hormigueo. Habían lanzado uno de sus Kunai, alguien había localizado a un superviviente. – Vamos – enunció al tiempo que se levantaba y tomaba a su hijo en brazos. No hubo tiempo a nada más, lo último que quedó del Yondaime, en aquel lugar, fue una estela de color amarillo.
…
El sobrecogedor llanto de los suyos heló el corazón de Sasuke. La visión de la matanza Uchiha sería una herida eterna. Se repetía una y otra vez en su cabeza, las lágrimas no lograban mitigar el dolor que aquellas imágenes le producían. El incansable acoso del Genjutsu empleado por Itachi era, simplemente, espectacular.
La macabra escena acechaba la cordura del chico. Era terrorífico el ver, una y otra vez, como tus seres queridos eran asesinados por tu ídolo sin que pudieses hacer nada… era una imagen tan real que la boca te sabía a sangre y pensabas que estabas viviéndola de verdad, en tus propias carnes… la impotencia de no hacer nada carcomía el alma del muchacho que, sin poder hacer nada para evitarlo, contemplaba como su hermano mayor, su ídolo, asesinaba a todo su clan. Daba igual la edad y el sexo, todos conocían el mismo destino, todos contribuían a alagar la pesadilla del pelinegro. – ¡Detente! – exclamó, con lágrimas en los ojos, mientras se derrumbaba en la oscuridad de su corazón…
Y, de repente, las imágenes empezaron a distorsionarse. El Uchiha empezó a sentir la debilidad de su cuerpo al recobrar el sentido y, por un momento, creyó que el mundo se lo estaba tragando. Sintió un nudo en el estomago y como la pena le subía por la garganta cuando vio, frente a él, a Naruto, llorando.
…
El Yondaime Hokage contempló, perplejo, como su hijo sacaba del trance al que era, probablemente, el único de los supervivientes. Los gritos y ruegos del pequeño rubio habían logrado arrancar a Sasuke de las garras del Genjutsu que, pese a todo, no reaccionaba. Su mirada relucía desorientada y confusa, no sabía ni donde estaba.
– ¡Sasuke! ¡Reacciona! – rogó el pequeño Namikaze, casi a la desesperada, mientras zarandeaba, de lado a lado, a su mejor amigo. No lo hizo, el de cabellos negros no reaccionó ante nada, no tuvo las fuerzas para ello y, simplemente, se derrumbó en los brazos de aquel que le había despertado.
…
Solo siete años, la villa oculta entre las hojas solo había necesitado siete años para vestirse, una vez más, de luto. Solo habían necesitado siete años para sentir el mayor de los dolores y la peor de las tristezas, solo habían necesitado siete años para volver a temer por sus vidas y las de sus hijos.
El clan Uchiha, el más respetado de todos los clanes de Konoha, había sido aniquilado por un asaltante de autoría aun desconocida. La misma tarde de la masacre ya era comidilla del pueblo aquel suceso, la misma tarde de la masacre el luto ya había comenzado.
La semilla de la discordia y la desidia ya se había instaurado por toda la aldea ante la posibilidad de que el criminal siguiese entre ellos. El miedo era patente, la posibilidad de que existiese un traidor era más que probable, no había ninguna forma de que alguien, por sí solo, se colase en la aldea y aniquilase todo un clan.
En el despacho del Hokage se respiraba la tensión. El rubio esperaba observaba en su asiento al principal opositor de su poder, un hombre anciano ataviado con un Kimono negro y rodeado de vendas. Daba una apariencia débil mas, aun así, era un verdadero dolor de cabeza.
– ¡Esto es inaceptable, Namikaze! – espetó el anciano mientras golpeaba, con la palma de la mano, el escritorio del Yondaime. Lo miró con seriedad, no era nada nuevo que aquel hombre se opusiese a su mandato, era sabido por todos que deseaba y anhelaba ocupar el puesto de líder, que el poder era su mayor ambición…
– No toleraré tu insubordinación, Danzō – espetó severamente, Minato, mientras crucificaba, con la mirada, a su opositor. Este calló de inmediato, la mala suerte había querido que el actual Hokage fuese un hombre difícil de tratar y engañar, su juventud le otorgaba un vigor del cual se carecía con el paso de los años. La ingenuidad no formaba parte de su carácter, no era alguien a quien se pudiese engañar con facilidad.
– ¿Crees que no se en lo que andas metido? – declaró sin dejar de sostenerle la mirada. El llamado Danzō palideció ante las palabras de su líder, un sudor frío recorrió su espalda tras escuchar las palabras del rubio. Su inmensa presencia le hizo sentirse pequeño… se le tensaron los músculos y retrocedió varios pasos por mera inercia, ¿Qué había descubierto? Habían tantas cosas que se ocultaban en la oscuridad.
“El Relampago Amarillo de la Hoja” se dispuso a continuar con aquella sutil amenaza cuando, para su sorpresa, sintió un pequeño cosquilleo en el estómago. Miró a los lados alarmado con la única intención de salir disparado del lugar de los hechos aunque, para su desagrado, no podía abandonar aquella reunión sin dar cuentas ni explicaciones. No quería darle aquella información, tendría que esperar.
Tuvo que esperar pacientemente a que fuese, en esta ocasión, un hombre de pelo plateado, el que le diese la noticia. – ¡Sensei! – exclamó aquel Shinobi que había apercibido en la habitación sin previo aviso. Su único ojo visible, el otro estaba tapado por una máscara, reparó en la presencia del tullido. Guardó silencio.
– ¿Qué sucede, Kakashi? – cuestionó, con voz amable, el rubio. Su discípulo le observó inquisitivamente y, tras percatarse de la mirada de su maestro, supo que tenía que hacer. – ¡Se requiere de su presencia! – fue lo único que atinó a decir. La interrogante del porque quedó en el aire puesto que, el Hokage, no hizo más que disculpar el tener que marchar, justo antes de marchar.
Danzō se quedó con la palabra en la boca después de la intromisión del joven de cabellos platas, no había tenido el tiempo necesario para replicar la partida del rubio. Por un momento pensó en aprovechar su ausencia para registrar el despacho pero, tras meditarlo breves segundos, se hizo a la idea de que no saldría nada bueno de aquello. Seguramente hubiese algún Jōnnin vigilando la sala.
Se retiró del despacho sin mayor dilación, ya continuaría aquella discusión más tarde. La ambición podía moverle pero, en realidad, su mayor deseo era el de contribuir a la mejora de la aldea y, para él, una de las mejores maneras de hacerlo era asumir el cargo que Minato ostentaba…
…
El Yondaime había seguido, con gran velocidad, los movimientos de su alumno. Podía haberse movilizado al área en cuestión de segundos pero, por mera prevención, había decidido seguir los métodos tradicionales. Danzō tenía Shinobi por todas partes, si le veían viajando sin Kakashi y, luego, se lo comunicaban a su líder… Bueno, las cosas podían ponerse algo más complicadas.