Capítulo 5: Mi territorio
Un mes después, Ayame encontraba ya innecesario salir con Sesshoumaru si nisiquiera le gustaba por lo cual decidió reunirse un día con él. Fue bastante clara y le pidió disculpas al explicarle que le gustaba otra persona. Sesshoumaru era un hombre ejemplar para cualquier mujer, pero el problema era que ella no era cualquier mujer.
Con Bankotsu habían tenido citas varias veces ya y la verdad era que se llevaban estupendo. Tenían siempre de qué hablar, se reían y se divertían a montones y tenían mucha química en todos los sentidos. Además, se lo estaban tomando con mucha calma por lo que no les venía nada de mal.
En ocasiones, Bankotsu le recordaba a Koga. No solo por la piel morena, los cabellos negros y los ojos azules, si no que por la sensación que le daba. Ese sentimiento cálido y dulce de mariposas volando en su estómago.
Bankotsu estaba tan embelesado con Ayame, que evitaba por todos los medios no ver a Kikyo. Ayame era todo lo que una mujer nunca había sido con él, lo estaba haciendo sentir lo que en su vida se había imaginado sentir.
Un atardecer, se juntaron a fumar marihuana y decidieron ir a ver una película. Ayame estaba concentrada en ella, pero Bankotsu simplemente no podía resistirse a mirar lo sexy que se veía ligeramente iluminada por la luz de la pantalla gigante en la oscuridad. Respiraba hondo el aroma de su fino perfume dulce y le entraron unas ganas locas de tocarla. Ya se habían besado por primera vez e incluso andaban de la mano como novios, pero ahora quería llegar un poco más allá.
La tomó del rostro haciendo que ella se volteara a mirarlo. La pelirroja sonrió coqueta y se besaron apasionadamente. Sus besos la volvían loco, era como si ella lo llevara al cielo y lo trajera de vuelta. Pronto Ayame comenzó a sentir placer entre sus piernas. Él la hacía delirar cuando la besaba.
Luego de un momento, el moreno interrumpió el beso para acercar su boca al oído de la chica. Había percibido lo inquieta que estaba.
-¿Te gustaría que te tocara ahora?- le preguntó en un seductor susurro. Ayame suspiró ante la idea -¿Se puede?- insistió, poniendo la mano en su rodilla y subiendo hacia la entrepierna. Ella asintió sin más y Bankotsu metió su mano bajo la mini falda de Ayame.
Pudo sentir su calor y su humedad através del satín de su ropa interior y no esperó para bajarlo y gozar ante el encuentro de su tacto con la piel lisa y suave. Ayame volvió a suspirar al sentir los dedos de Bankotsu descubriéndola toda.
Bankotsu empezó a sentir cómo la sangre se agolpaba entre sus piernas y comenzaba a inquietarse también, mientras jugaba suavemente con sus dedos en Ayame. Ella puso su mano sobre la de Bankotsu y lo miró como si le pidiera más, con sus labios entreabiertos y la respiración cortada. El moreno se mordió el labio y centró su atención en su botón de placer. Ayame cerró los ojos para disfrutar y Bankotsu nuevamente llevó su boca a su oído.
-Muero por besarte ahí- le susurró, haciendo que la chica exigiera presión con su mano. Bankotsu la apretó y aumentó la velocidad y Ayame lo besó ardientemente. Para el momento cúlmine, juntaron sus frentes y ella tiró de la trenza del chico mientras se deshacía en un sensual orgasmo. Él quitó la mano húmeda y se lamió los dedos, tan satisfecho como ella.
Llegando a su casa, su sirviente le dijo que Kikyo lo estaba esperando hace un par de horas y no se había ido apesar de que le habían pedido que lo hiciera. Entró a su habitación y se la encontró acostada.
-¿Dónde mierda estabas? Llevo mucho esperándote- le reclamó, levantándose. Él hizo como que no la escuchaba y entró al baño siendo seguido por la pálida chica, quién se le acercó lo suficiente como para poder olerlo -¿Qué es ese perfume? ¡Hueles a mujer!- exclamó e indignada intentó abofetearlo sin éxito.
-Sí, huelo a mujer- admitió el moreno, molesto.
-¿Te la follaste? ¿Quién es ella?
-Es mi próxima nueva novia. Así que me vendría muy bien que tomaras tus cosas y te fueras de aquí- le dijo y quedó sorprendido por sus palabras. ¿"Su próxima nueva novia"?
-¡Desgraciado!- le gritó Kikyo y se le abalanzó a lo que él la afirmó sin problemas.
-¡Señor Bankotsu!- exclamó su sirviente, entrando preocupado.
-Por favor empaca las pertenencias de Kikyo. Que no se le quede nada aquí, ésta noche se va- le ordenó, mientras tomaba a la chica y la arrastraba afuera de su habitación.
-¡Eres un infeliz, Bankotsu!- le gritó ella por última vez antes de poder encerrarse.
El sirviente ordenó y guardó las cosas de la chica y la acompañó para que tomara un taxi luego del escándalo que había armado. Dentro de la habitación de Bankotsu, el moreno se relajaba fumando un buen blunt.
-Mi santo Dios, parece que hubo una guerra en el pasillo- le comentó Jakotsu espantado, entrando.
-Hermano, ¿qué haces aquí a ésta hora?- preguntó Bankotsu con los ojos enrojecidos, curioso y agradado.
-Quería tomarme un trago con mi hermanito- contestó, sonriendo y enseñándole la botella de whisky que traía en la mano. Ya en la cocina, Jakotsu tomó dos vasos y les puso hielo para servir el trago -¿Qué fue lo que pasó? Está hecho un desastre el pasillo a tu habitación- le preguntó el gay, extrañado.
-Fue Kikyo, pero no te preocupes. Mandaré a que arreglen todo- le dijo sin darle importancia, fumando lo último que quedaba de su porro.
-¿Kikyo? ¿Discutieron?
-No, simplemente creí que era hora de que se fuera- mintió. No quería reconocer frente a Jakotsu que todo se trataba de una mujer. Una mujer que lo andaba trayendo de cabeza.
-Me alegra que se haya ido, no me agradaba para nada. ¿Te aburriste de ella y ya? ¿O pasó algo más?- indagó. Bankotsu sólo negó con la cabeza y dejó el pequeño resto del porro en el cenicero. Jakotsu estaba sospechando que había algo más -Mmm...- dijo, mirando fijamente a Bankotsu.
-Qué- dijo el moreno, algo nervioso.
-Mírame- le pidió Jakotsu y él sólo obedeció. Lo pudo ver en sus ojos -Dime su nombre ahora mismo- ordenó, emocionado.
-¿Nombre? ¿El nombre de quién? Por favor, Jakotsu- se hizo el desentendido Bankotsu.
-Te enamoraste. Eso te pasó, por eso hechaste a Kikyo- dijo el gay y Bankotsu se sintió como si lo hubieran desnudado. Su hermano lo había descubierto. Él solo encendió un cigarro y sonrió, sonrojándose -Ha llegado el momento- dijo emocionado Jakotsu.
-¿Qué hago? Quería pedirle que fuera mi novia, ¿será adecuado o espero un poco más? Creo que será mejor que espere- le dijo Bankotsu, ante lo que su hermano rió.
-Ve con calma. Cuando llegue el momento indicado, lo sabrás y las cosas se darán sin problemas- le aconsejó.
-Tendré que pedirte consejos. Tú sabes que no tengo idea de éstas cosas- dijo Bankotsu, riendo avergonzado y Jakotsu se sumó a sus risas.
No podía creerlo. Se había enamorado y nisiquiera había intentado negarlo. Era su realidad.
Habían pasado un mes desde que Bankotsu la había masturbado en el cine, y ésa noche la había invitado como otras veces a cenar a su lujosa casa. Sin embargo, ésta noche tenía un aire de no ser igual a las demás.
De hecho, Bankotsu había pagado para que todo fuera mucho más especial. Le cocinó risotto con espárragos y un filete de carne de wagyu asada acompañada de un vino tinto tibio. Primera vez que le cocinaba a una mujer y le había quedado delicioso. Tenía velas encendidas por todo el comedor e incienso con una música suave de fondo. Para el postre, había preparado un pastel de chocolate amargo y naranjas. Ayame estaba encantadísima pues nisiquiera Koga le había hecho algo tan especial.
-Cariño, todo estuvo delicioso- le comentó Ayame, muy feliz.
-Y aún falta lo mejor- dijo Bankotsu y Ayame se extrañó un poco. Él se puso de pié para tomarla de la mano y hacerla levantarse -Ayame, yo... necesito saber si quisieras ser mi novia- le dijo, sonriéndole nervioso. Ayame abrió los ojos de sorpresa y sonrojada, lo besó apasionada y profundamente.
Bankotsu la abrazó de la cintura y en cosa de segundos, la llama del amor provocó un incendio en los dos. La pelirroja era como una fiera desatada, ya no aguantaba las ganas de hacerle el amor y el moreno tampoco podía contenerse más.
Mientras se besaban, se tocaron un momento, jugueteando el uno con el otro con mordiscos y lamidas hasta que él la arrastró a su habitación.
Allí, ella se desvistió lenta y coquetamente dejando completamente a la vista su hermoso y sexy cuerpo. Bankotsu se la quedó mirando como si fuera lo más hermoso y ella lo ayudó a quitarse la ropa.
-Quiero chuparte ahora mismo- le dijo él, haciendo que la pelirroja se acostara en la cama y abriera las piernas para él.
Por fin puso su boca entre sus piernas y adentró en ella sus labios y su lengua, dándole el placer que hizo a Ayame gemir ardiente. Luego, fue el turno de ella de complacer a su ahora novio, poniendo su boca entre las piernas del moreno y demostrándole lo bien que sabía hacer sexo oral.
Ayame volvió a recostarse y recibió a Bankotsu entre sus piernas, quien no tuvo problemas para penetrarla como siempre había querido. Entonces comenzó un carnaval de amor y placer. Ninguno de los dos había sentido algo así en la cama con nadie más.
Era increíble la forma en que los dos se compenetraban tan bien entre caricias, movimientos, besos, lamidas y mordiscos. Sus cuerpos sudaban y despedían un calor exquisito que ayudaba a aumentar el placer y desenfreno de ambos. Bankotsu no podía creer lo que le estaba pasando, era como si depronto todo su universo estuviera concentrado en el interior de Ayame. Ella sabía muy bien que ésta era la vez que definitivamente estaba aprendiendo la definición de hacer el amor. Bankotsu la trataba con tanto amor y deseo que le era difícil resistirse, lo único que quería era entregarse y lo estaba haciendo con todas sus letras.
Estaban los dos de lado, Ayame delante de Bankotsu cuando él sentía que ya se acercaba a la cima junto a ella apesar de que ella había tenido varios orgasmos anteriormente. El moreno aumentó la velocidad, subiendo el volúmen de los gemidos de ambos y abrazando a Ayame de los senos, el orgasmo los hizo gritar fuerte a los dos.
-Ayame, estoy enamorado de tí- le susurró al oído mientras dejaba sus fluídos dentro de ella. Ayame sintió su orgasmo acabar y se sorprendió nuevamente, sonrojándose hasta las orejas.
Bankotsu la soltó y ella volteó para verlo mientras él la recibía entre sus brazos para mirarla a los ojos.
-¿Es en serio?- le preguntó, ilusionada.
-Claro que sí.
-Porque yo también lo estoy de tí- le dijo ella, sonriéndole. Los ojos de Bankotsu brillaron y se besaron suavemente. El amor lo había alcanzado sin previo aviso.
Cuatro meses después, una sorpresa de mal gusto venía de las manos de Renkotsu, Naraku y Kagome. Le pidieron a Bankotsu que asistiera a la casa principal que poseían para empaquetar las anfetaminas.
-Ya me tienen aquí, chicos. ¿Pasó algo?- les preguntó, entrando serio pero tranquilo con los ojos rojos.
-No tenemos buenas noticias, hermano- le contestó Renkotsu, preocupado. El moreno resopló molesto.
-Por favor, si son malas noticias díganlas ya- ordenó.
-Han habido varios clientes que han dejado de comprar nuestra meta- explicó Naraku. Bankotsu lo miró muy extrañado.
-Ha habido una baja en las ventas- continuó Renkotsu.
-Según nuestros cálculos, hemos quedado con la mitad de los clientes- terminó Kagome. El moreno golpeó la mesa en la que estaba apoyado, en un arranque de rabia.
-¡¿Qué?! ¡¿Hemos perdido la mitad de los clientes y ustedes recién ahora me lo dicen?! ¡Malditos ineptos!- exclamó furioso.
-Pensamos que era temporal- se excusó Kagome. A decir verdad, todos tenían miedo de la reacción repentinamente furiosa que era obvio que Bankotsu iba a tener y por eso no se habían atrevido a decirle. También, habían dado lo mejor de sí para mantener los clientes sin éxito.
Bankotsu resopló, tratando de contar hasta 10.
-Tranquilo, podemos conseguir nuevos clientes- intentó consolarlo Naraku.
-¡¿Nuevos clientes?! ¡¿De dónde?! ¡¿Debajo de las piedras?!
-Encontraremos una solución- le dijo Renkotsu.
-¿Encontraremos? Ustedes van a encontrarla. Después de todo, fueron ustedes los que no me avisaron a tiempo- les dijo y todos le pusieron atención -Van a averiguar quién es el dealer hijo de puta que nos quita los clientes y através de él daremos con el jefe.
-Pero hermano, eso sería muy peli...- comenzó a decir Renkotsu y su hermano lo interrumpió.
-Estará todo bien, Renkotsu. Ustedes sólo hagan lo que les mando.
-¿Y si nos metemos en problemas?- le preguntó Kagome, preocupada.
-No te preocupes, mi niña. Puede armarse una balacera, pero nadie va a meterse en mi territorio. Ése bastardo debe saber quién es el que vende los cristales en ésta región. El cartel es de mucho respeto, ¿saben? Y meterse conmigo, es meterse en problemas- contestó, convencido y desafiante.
Nadie en sus años de narcotráfico se había metido ni con sus metanfetaminas ni con sus clientes. Él era un dealer muy respetuoso además, por lo que ésta no la iba a dejar pasar. Pues si se esperaba respeto de los demás, había que empezar en casa.