Gracias renesme, creo que si me fallo el enter ja! intentare mejorar ese pequeño detalle.
con respecto a lo de los personajes, creeme hay uno que no se a que personaje de naruto adaptarlo es frustrante pero me las ingeniare.
Espero que les guste el capi 1!!!
nos leeemos biie xD
Capítulo uno
En la actualidad
—«Impresionante. Fíjate en el uso de la luz y de las sombras...
—¿Ves cómo esta imagen sugiere la tristeza del lugar y cómo, a pesar de ello, consigue ofrecer una promesa de esperanza?
—... una de las fotógrafas más jóvenes que se van a incluir en la nueva colección de arte moderno del museo.
Haruno Sakura estaba apartada del grupo de asistentes a la expo- sición y sorbía una copa de champán caliente mientras otro grupo de personajes importantes de rostros anónimos se mostraba entusiasmado por las dos docenas de fotografías en blanco y negro que colgaban de las paredes de la galería. Echó un vistazo a las fotografías desde el otro extremo de la habitación, divertida en cierta manera. Eran buenas fotografías, un poco inquietantes dado que el tema eran molinos abandonados y desolados astilleros de las afueras de Boston, pero no conseguía ver lo que todo el mundo veía en ellas.
Pero nunca lo veía. Sakura, simplemente, hacía las fotografías, y dejaba su interpretación y, al fin, su valoración, a los otros. Introvertida por naturaleza, el hecho de recibir tantos elogios y tanta atención la in- comodaba... pero le permitía pagar las facturas. Y muy bien, de hecho. Esa noche también pagaba las facturas de su amigo Lee, el propietario de la moderna y pequeña galería de arte de Newbury Street que, ahora que faltaban diez minutos para la hora de cierre, todavía estaba repleta de posibles compradores.
Atontada después de todo el proceso de dar la bienvenida y de saludar y de sonreír educadamente a toda esa gente que, desde las acaudaladas esposas de Back Bay hasta los góticos tatuados y cargados de piercings, trataba de impresionarse mutuamente —y a ella— con los análisis de su trabajo, Sakura no podía esperar a que la inauguración terminara. Había estado escondida entre las sombras durante la última hora, pensando en escurrirse hasta la comodidad de la ducha caliente y de la mullida almohada de su apartamento al este de la ciudad.
Pero les había prometido a unos cuantos amigos —Lee, Ino y Hinata— que iría con ellos a cenar y a tomar una copa después de la inauguración. Cuando la última pareja de visitantes hubo hecho su compra y se hubo marchado, Sakura se encontró con que la arrastraban fuera y la metían en un taxi antes de haber tenido la oportunidad de pensar en una excusa.
—¡Qué noche tan increíble! —El pelo negro de Lee le cayó sobre la cara cuando se inclinó por delante de las dos mujeres para tomar la mano de Sakura—. Nunca ha habido tanto tráfico en la galería en un fin de semana... ¡y las ventas de esta noche han sido impresionantes! Te agradezco mucho que me hayas permitido exhibirte.
Sakura sonrió ante la excitación de su amigo.
—Por supuesto. No hace falta que me des las gracias.
—No lo has pasado demasiado mal, ¿verdad?
—¿Cómo podría haberlo pasado mal, si la mitad de Boston está a sus pies? —dijo Ino antes de que Sakura pudiera contestar—. ¿Era el gobernador con quién te he visto hablar mientras tomabas unos canapés?
Sakura asintió con la cabeza.
—Se ha ofrecido a encargar algunos originales para su casa de campo de Vineyard.
—¡Qué amable!
—Sí —repuso Sakura sin mucho entusiasmo. Tenía un montón de tarjetas de visita en el bolsillo, lo cual representaba por lo menos un año de trabajo constante, si lo quería. Entonces, ¿por qué sentía la tentación de abrir la ventana del taxi y de lanzarlas al viento?
Dejó vagar la mirada hacia la noche, fuera del coche, y observó con extraña indiferencia las luces y las vidas que éste dejaba atrás. Las calles estaban repletas de gente: parejas que caminaban de la mano, grupos de amigos que reían y charlaban todos ellos pasaban un buen rato. Cenaban en las mesas de fuera de los restaurantes de moda y se detenían a contemplar los escaparates de las tiendas. Allá donde mirara la ciudad latía con todo su color y su vida. Sakura lo absorbía todo con ojos de artista y, a pesar de ello, no sentía nada. Esa explosión de vida también de la suya, parecía continuar rápidamente hacia delante sin ella. Últimamente, y cada vez más, tenía la sensación de estar atrapada en una rueda que no dejaba de hacerla girar en un ciclo interminable de tiempo que pasaba sin un propósito claro.
—¿Pasa algo, Saku? —le preguntó Hinata, a su lado, en el asiento trasero del taxi—. Estás muy callada.
Sakura se encogió de hombros.
—Lo siento. Sólo... no lo sé. Estoy cansada, supongo.
—Que alguien invite a esta mujer a una copa... ¡inmediatamente!—
bromeó Ino, la enfermera de cabello rubio.
—No —replicó Lee, taimado y felino—. Lo que nuestra Saku necesita de verdad es un hombre. Eres demasiado seria, cariño. No es sano que dejes que el trabajo te consuma de esta manera. ¡Diviértete un poco!
¿Cuándo te acostaste con alguien por última vez?
Hacía demasiado tiempo, pero Sakura no llevaba la cuenta. Nunca le habían faltado las citas cuando las había deseado, y el sexo —en esas raras ocasiones en que lo tenía— no era una cosa que la obsesionara como a algunos de sus amigos. Por falta de práctica que tuviera en esos momentos en esa área, no creía que un orgasmo fuera a curar aquello que, fuera lo que fuese, le provocaba ese estado de inquietud.
—Lee tiene razón, ya lo sabes —estaba diciendo ino—. Tienes que soltarte, hacer alguna locura.
—No hay momento mejor que el presente —añadió Lee.
—Oh, no lo creo —dijo Sakura, negando con la cabeza—. La verdad es que no tengo ganas de alargar mucho la noche, chicos. Las inaguraciones siempre me quitan mucha energía y...
—Jefe. —Sin hacerle caso, Lee se colocó en el borde del asiento y dio unos golpecitos en el plexiglás que separaba al taxista de los pasajeros—. Cambio de planes. Hemos decidido que tenemos ganas de ir de celebración, así que cancelamos el restaurante. Queremos ir a donde va la gente interesante y moderna.
—Si les gustan las salas de baile, han abierto una nueva en el extremo norte de la ciudad —dijo el taxista, sin dejar de mascar el chicle mientras hablaba—. He estado llevando pasajes allí toda la semana. La verdad es que he llevado a dos esta misma noche... un moderno after hours llamado La Notte.
—Oh, oh, «la notte» —bromeó Lee, mirando divertido por encima del hombro y arqueando las elegantes cejas—. Suena maravillosamente vicioso, chicas. ¡Vamos!
La discoteca, La Notte, se encontraba en un edificio victoriano que se conocía desde hacía mucho tiempo como la iglesia de Saint John's Trinity Parish y que debido a los recientes escándalos sexuales que salpicaban a algunos sacerdotes, la archidiócesis de Boston consiguió que fuera ce- rrado, al igual que otros muchos lugares similares en toda la ciudad. Ahora, mientras Sakura y sus amigos se abrían paso por la sala abarrotada, esas vigas albergaban la música trance y tecno que sonaba, estri- dente, por los altavoces enormes que rodeaban la cabina del dj, en el balcón que se encontraba sobre el altar. Unas luces estroboscópicas lanzaban destellos contra las tres vidrieras con forma arco. Los rayos de luz atravesaban la densa nube de humo que pendía en el aire, y parpadeaban al ritmo de un tema que parecía interminable. En la pista de baile, y casi en cada uno de los metros cuadrados del piso principal de La Notte y de la galería que lo rodeaba, la gente se apretujaba y se retorcía con una sensualidad inconsciente.
—¡La santa fiesta! —gritó Ino para hacerse oír por encima de la música mientras levantaba los brazos y avanzaba bailando por entre la densa multitud.
No habían acabado de cruzar por donde se encontraba el primer grupo de gente cuando un chico delgado le entró a la valiente morena y se in- clinó para decirle algo al oído. Ino soltó una profunda carcajada y asintió con la cabeza con gesto entusiasmado.
—El chico quiere bailar —se rio, dándole el bolso a Sakura—. ¡Quién soy yo para negarme!
—Por aquí —dijo Lee, señalando una pequeña mesa cercana a la barra, mientras su amiga se alejaba con su acompañante.
Los tres se sentaron y Lee pidió una ronda. Sakura escrutó la pista de baile en busca de Ino, pero la nube de gente la había engullido. A pesar de que la sala estaba abarrotada de gente, Sakura no podía quitarse de encima una repentina sensación de que estaban sentados en el centro de atención. Como si estuvieran de alguna manera bajo estrecha vigilancia por el simple hecho de encontrarse en la sala. Era absurdo pensar eso. Quizá había estado trabajando demasiado, o había pasado demasiado tiempo sola en casa, ya que encontrarse en un lugar público la hacía sentir tan consciente de sí misma. Tan paranoica.
—¡Por Saku! —exclamó Lee, haciéndose oír a pesar del estruendo de la música mientras levantaba el vaso de martini en un gesto de brindis.
Hinata también levantó el suyo y brindó con Sakura.
—Felicidades por la gran inauguración de esta noche.
—Gracias, chicos.
Mientras sorbía la mezcla de un color amarillo neón, la sensación de ser observada volvió. O, mejor dicho, aumentó. Sintió que la miraban desde el otro extremo de la oscuridad. Levantó la vista por encima delborde del vaso de martini y percibió el brillo de las luces estroboscópicas en unas oscuras gafas de sol.
Unas gafas que escondían una mirada que, sin duda, se encontraba fija en ella desde el otro extremo de la multitud.
Los rápidos pulsos de las luces mostraron unos rasgos afilados entre las oscuras sombras, pero el ojo de Sakura lo captó al segundo. El cabello le caía, suelto, en mechones puntiagudos por encima de una frente amplia e inteligente y sobre unos pómulos angulosos. Una mandíbula fuerte y de trazo severo. Y su boca... su boca era generosa y sensual, incluso a pesar de que dibujaba una sonrisa cínica, casi cruel.
Sakura apartó la vista, nerviosa, y sintió una ola de calor en las piernas. Su rostro se le quedó como grabado a fuego en la mente durante un instante, como una imagen se graba en una película. Dejó la copa encima de la mesa y se atrevió a mirar otra vez hacia donde se encontraba él. Pero ya no estaba.