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Autor Tema: Hermanos - Capítulo 13  (Leído 9286 veces)

AiixChaan Desconectado
« en: Diciembre 17, 2015, 02:38 pm »

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Hermanos - Capítulo 13
« en: Diciembre 17, 2015, 02:38 pm »

Capítulo 13: Desesperación.


Los pasos firmes y apurados se hicieron notar en los pasillos del hospital de Tokyo. Se escuchaba el ruido metálico de las rudas al andar rápidamente sobre el mismo, se escuchaban gritos, órdenes, plegarias y el desgarrador gemido de la peli azul. Konan yacía postrada sobre la camilla, sangrando a borbotones desde su costado,  con la bala penetrante dentro de su músculo, rogando por vivir. Tenía los ojos cerrados y escuchaba los ruidos y sentía las miradas preocupadas de la gente que la rodeaba.
-   Hay que operar! – gritó una de las jefas de cirugía – Al quirófano de inmediato!
Konan escuchó estas palabras casi en un susurro. Entreabrió los ojos y vio como una enfermera de mayor edad que empujaba de la camilla le sacaba los cabellos que le cubrían los ojos y la miraba conmocionada. “resiste, querida” le había dicho casi en una súplica “oh resiste, quédate con nosotros…” Aquellas fueron las últimas palabras que la joven empresaria escuchó antes de desvanecerse…

Cuando la puerta de la casa color crema, con un hall extenso de madera de pino, se abrió ante los ojos de los jóvenes, un hombre de tez pálida, de cabello oscuro como la mismísima noche y de ojos profundos e inmutables salió de ella, Yota pareció endurecerse.
-   Bue… buenas noches, Sai-san – La voz de Yota sonó titubeante, tragó forzosamente saliva y no pudo verlo a los ojos.
-   Oh, Yota-kun  - Sai observó cautelosamente la escena, sonrió falsamente amable y no apartó la vista del joven Uchiha – Has traído a Mei, te lo agradezco.
Mei estaba algo nerviosa también, más aún sabiendo que la sonrisa de su padre era más falsa que un perro con tres colas…
-   Yota! – Ino apareció por detrás del hombro de su marido – Vamos, pasa querido… Sai, ya déjalo en paz.
Caminando como un tronco Yota ingresó en la casona de su “tía” Ino. Se acomodó junto a Mei en uno de los extensos sillones de cuero e ingirió una extensa bocanada de aire. Estaba empapado ya que en mitad del camino se había largado, tal vez, la tormenta del milenio. Ino se acercó hacia él con una toalla y una taza de té caliente, lo hizo envolverse en ella y darle unos tragos a la infusión, luego le aconsejó a su hija que subiera a cambiarse, quién así lo hizo.
Cuando Mei subió, Ino volvió la vista hacia el hijo de su mejor amiga y sonrió.
-   Cuanto has crecido Yota, eres igual a tu padre… - Ino sonrió, todo esto era un juego para ella. Su marido era un cascarrabias, pero no era asesino ni juez así que no podría hacerle ningún daño a Yota, al menos no físico… En fin, ella no creía que esto pudiera pasar a mayores, los niños no tenían nada de qué ver, no eran culpables ni abales de lo que sus padres hicieron o dejaron de hacer, simplemente Yota no era culpable de las acciones o no acciones de su padre.- Bueno, no puedo devolverte a tu casa así, tu madre me mataría. Déjame prestarte algo de ropa…
Sai la miró de reojo y en su rostro se dibujó nuevamente una de sus peculiares sonrisas, que vagaba entre ser amable o terriblemente acusadora.
-   Si, amor, le prestaré algo tuyo… deja esa clase de sonrisas para alguien que no te conozca como yo.
El moreno la miró de lleno, esta vez borrando notoriamente la sonrisa que infringía, casi por inercia, su rostro.
-   Si, escuchaste bien, le prestaré algo de tu guardarropa. Y por favor ya deja de mirarlo así… él pobre no tiene la culpa de que tu y Sasuke se odien… 

Aunque todo parecía tranquilo aquella noche en Tokyo, en el hospital aún intentaban revivir el débil corazón de una mujer que no había tenido suerte.
-   Despejen! – Uno de los médicos a cargo le dio una fuerte descarga en el pecho a la mujer  de preciosos ojos azules que lentamente perdía las ganas de vivir. – aumenten a 125! – El doctor frotó el electroshock y descargó con toda su potencia sobre el pecho de Konan. El pecho de la mujer allí postrada se elevó en el aire por la brutal descarga, pero su corazón permaneció tieso e inmutable. – necesito la potencia a 150, por favor! – Nuevamente descargó con fuerza sobre el pecho de la misma, aún sin resultados.
El médico sin fuerzas relajó lo músculos y rendido bajó sus brazos e hizo una señal para detener el proceso de reavivación. Antes de siquiera poder dejar las placas del electroshock, alguien lo interrumpió. Con paso firme y decidido entro como una turba enfurecida la Jefa del Hospital, a la sala de operaciones. El delantal ondeó detrás de ella como si fuera una capa blanca y se dirigió rápidamente hacia el médico que sostenía el aparato.
-   Dama eso, inútil. – Tomó con ambas manos el dispositivo y lo frotó con fuerza – DESPEJENN!! – gritó y descargó toda la potencia eléctrica sobre el pecho de la moribunda Konan. – Maldición! Esta mujer no puede morir. Auméntenlo a 200, rápido!
-   Pero, Tsunade-sama…
-   AUMENTELO!
La cuarta descarga se efectuó con violencia sobre el pecho de la peli azul. Se elevó unos centímetros sobre la camilla, y como en cámara lenta, volvió a caer. El fuerte golpe del cuerpo al descender hizo que la camilla temblara. Konan estaba pálida, sus labios comenzaban a ponerse morados y el electrocardiógrafo no mostraba signo alguno de vitalidad.
Pero la rubia no se rindió, frotó, apoyó y descargó una quinta vez. El cuerpo volvió a temblar, elevarse y a caer. Todos los médicos observaron rendidos y la respiración de Tsunade comenzó a debilitarse, paso su mano sobre la frente para apartar unas gotitas de transpiración, y decidida volvió a frotar las placas del electroshock, pero antes de volver a descargar la potencia eléctrica comenzó a escuchar unos pitidos poco audibles. Pero allí estaban, la pantalla del electrocardiógrafo mostraba tenues signos de que el cuerpo de Konan estaba vivo.
Todos los médicos abrieron sus ojos de par en par y dirigieron la mirada hacia Tsunade. Ella sonrió satisfecha y dejó el aparato de lado para poder respirar.
-   Ahora si – dijo con dificultad- Denle oxígeno y extirpen la bala. Por amor a Cristo, no la dejen morir.

Mientras  las cosas se calmaban poco a poco en el hospital, Ino le alcanzaba ropa al recién llegado.
-   Toma  y… toma también este pantalón… creo que te irán bien. – La rubia miró con simpatía al joven allí parado. Tenía las facciones y pelo de su padre, pero el carácter y ojos de su madre. Era un buen chico aunque su marido lo odiaría sin justificaciones razonables…
-   Ocurre algo, Ino-san?
-   No, claro que no. Es solo que al fin y al cabo la discusión idiota de dos hombres adultos está arruinando la vida de sus hijos – Yota la miró con sorpresa. – Además… no eres un mal partido para mi hija…
-   Escuché eso. – Sai apareció de pronto por detrás de Yota, quien yacía en la entrada al cuarto sosteniendo la ropa que Ino había apartado para él. Casi la deja caer al escuchar la voz penetrante del moreno a sus espaldas.
-   Vamos, acéptalo ya, querido. No puedes negarlo, Yota es un gran partido para Mei… Además… - Ino bajó la vista, no quería ver a su marido cuando, según él, “le clavara un puñal en la espalda” – Sabes que no es culpa del chico tu problema con Sasuke, más aún cuando es un problema de niños pequeños que no pueden resolver por las buenas como  adultos. Además está claro que tiene la personalidad de la madre, a quién le tienes mucho cariño, verdad?
Sai volvió a sonreír cabreado. Sabía que su mujer tenía razón, la entendía y entendía la situación de Yota, pero no podía evitar ver en los ojos de aquel joven al hombre que tanto odiaba. Con un bufido dio media vuelta y se fue sin decir nada.
Yota miró sobre su hombro como Sai bajaba las escaleras. No estaba enfadado con él, sino más bien, estaba preocupado por aquella pelea. Que era eso que tanto los había molestado, que hasta habían impregnado sus odios en cada uno de sus primogénitos?
-   Siempre me pregunté… que había pasado entre ellos.
-   Yota, lo siento, pero yo no soy quién para… - La Yamanaka fue interrumpida por su celular. Lo sacó del bolsillo de su pantalón corto y miró la pantalla, Sakura la estaba llamando. Acto seguido, contestó. – Sakura? Hola, Acá estoy con tu hijo… pasó algo?
-   Ino… - Sakura sonaba débil, la voz le temblaba y el nombre de Ino salió de su boca como un suspiro – Escúchame, ha pasado nuevamente, estoy desesperada pero no puedes tu perder los estribos, entendido?
-   Si  - Ino miraba sonriente a Yota, quién la miraba extrañado.
-   Bien, intenta disimular. – Sakura tomó aire y se le notaba congestionada la voz, estaba claro que había estado llorando e Ino lo había notado. – Sasuke se ha vuelto a emborrachar, me pegó y se fue de casa. Esta muy violento y tiene sobre él varias copas de brandy. No quiero alertar a Yota y tengo que localizarlo a Sasuke, tengo miedo de que pase cualquier cosa. Puede mi hijo quedarse en tu casa?
-   Cla… claro – Ino, quién había estado conteniendo la respiración, sonrió forzosamente mientras Yota la miraba inquieto. – Claro que se puede quedar, Sakura, quédate tranquila… pero…
-   Claro, Ino, dile que ya es tarde, miéntele, dile que… que… - Sakura no podía casi respirar, las lagrimas volvía a detonar de sus lagrimales – dile que es tarde y que le di el permiso para quedarse, si?
-   No te preocupes – la rubia intentaba permanecer tranquila, era una virtud que había heredado de su padre – Puedo ayudarte en algo?
-   Si… necesito que… - Sakura irrumpió nuevamente en llanto. Tomó su mejilla golpeada y la desesperación comenzó a consumirla, recordó los episodios anteriores, recordó cuando apenas ellos eran dos adolescentes enamorados y pensó fugazmente en separarse de su marido. Ese pensamiento la hizo temblar, desesperarse aún más y sentir que todo volvía a estar mal… 

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