Capítulo 12: Tormenta (parte 2)
- Hemos vuelto. – La puerta se abrió rápidamente y al escuchar la llegada del Uzumaki a su hogar, los cuatro jóvenes corrieron a su encuentro.
- Papá! Qué bueno que volviste… Sora ya está bien?
- Si... Neiji se lo llevó a su casa para darle la noticia lo más rápido posible a Ten-Ten… Le dije que no se preocupara, que se tomara toda la semana. Tiene que hacer la denuncia, de alguna manera tenemos que combatir contra los de Akatsuki… En cuanto Ten-Ten, Sakura intentará persuadir a Tsunade para que… - Naruto paró de hablar y miró el panorama. Su hijo tenía apoyado el brazo sobre los hombros de Hoshiko quién, apenada, no lo miraba ni al rostro. A su lado, Yota tomaba de la mano a Mei… Un minuto.. MEI?!
Naruto giró bruscamente sobre sus talones en el momento que Sakura entraba al hogar, luego de Kokona y Hinata. La peli rosa subió la vista y observó los ojos desesperados de Naruto. Sakura echó un vistazo mas general y logró observar que su hijo estaba emparejado con Mei… la hija de Ino y… Sai. Ella no tenía nada contra de esa chica, y menos contra Sai. Pero su marido odiaba el otro socio de Naruto. Siempre decía “Ese flacucho me ha robado el puesto”. Sakura no seguía discutiendo con él porque era un camino sin salida. Sin embargo ahí estaba… su hijo estaba enamorado de la hija de “su peor enemigo” diría Sasuke. Era más que un enemigo, Sasuke había tenido un desliz cuando su pelea con Sai se agrandó. Fue tal el odio, bronca y rechazo que le surgió en esa última pelea que Sasuke no había tenido mejor idea que volver a su vicio: el alcohol.
Sakura tragó saliva forzadamente y giró su cabeza. Miró sobre su hombro repentinamente al hombre que la seguía por detrás. Intentó pararlo, pero ya había cruzado el umbral y yacía en la entrada observando a los presentes. De repente frunció el entrecejo con tal odio que todos permanecieron en un silencio devastador, escalofriante. Yota conocía a su padre, había escuchado las discusiones con su madre sobre Sai y recordaba cosas de cuando él apenas tenía once años…
El joven Uchiha dio un paso al frente, sin soltar de la mano a su actual novia.
- Papá, iré a acompañar a Mei a su casa… - Todos dirigieron la mirada hacia el valiente hombrecillo que lo daría todo por Mei.
- Puede volverse sola – dijo Sasuke con notorio aborrecimiento.
- Sasuke… - su mujer miraba con sinceras disculpas a la hija de su mejor amiga, de su colega. La había conocido antes y la conocía ahora, ella no tenía la culpa de nada, sin embargo…
- Nos vamos. – Sasuke tomó firmemente de la muñeca a su esposa, tan fuerte y rápido que Sakura soltó un pequeño gemido de dolor que Sasuke ni siquiera notó.
Cuando la peli rosa volvió a mirar a Mei, ésta estaba llorando. Se soltó lentamente de la mano de Yota, quién la miró extrañado, y con un leve gesto de disculpa salió corriendo de la casa. Todos hicieron un gesto para que se detuviera, excepto Sasuke, quién dejaba crecer más y más su odio.
- Mei!! – gritó Yota mientras se disponía a seguirla. – Mei... – Sasuke lo detuvo y lo penetró con su gélida mirada.
- Vámonos.
- Suéltame, no metas MI vida en TUS asuntos personales, padre. – Yota se soltó furioso y salió de allí corriendo.
- Yota… - Sakura miró como su hijo se iba y se perdía en la oscuridad de la noche. Luego giró en torno a Sasuke. – Eso ha sido muy cruel de tu parte…
Sasuke se sorprendió al divisar que su mujer lo miraba con rechazo, Hiroto y Hoshiko habían bajado la mirada y Naruto lo miraba con reprobación y… algo de pena. En un segundo soltó la mano de su mujer y se echó a andar, sin decir adiós ni mirar para atrás. Sakura, apunto de irrumpir en llanto, improvisó un saludo y siguió por detrás a Sasuke. Cerró la puerta y ambos se dirigieron al auto, sin pronunciar siquiera un suspiro.
Cuando Sakura cerró la puerta muy lentamente, Naruto tosió para romper la tensión y se dirigió a su hijo.
- Bueno… así están las cosas… - Naruto intentó reír, pero su socarrona sonrisa de disipó en segundos.
- Lo entiendo. - Hiroto apretó fuertemente la mano de Hoshiko, quién lo miró preocupada. Ambos velaban por el bienestar de sus amigos…
Yota se había empeñado en alcanzar a la morena, quién casualmente, era la más rápida en su clase. Pero él no la dejaría ir, porque su padre no tenía nada que ver en todo esto y Yota no dejaría que él se saliera con la suya. Era su padre y lo amaba pero… quién era él para decirle con quién podía o no podía estar? Era ridículo! Y eso… lo enfurecía aún más.
- MEEEEIII!!!! – Yota gritaba angustiado, esperando que su amada pudiera escucharlo. El viento cada vez era más fuerte y la fría humedad rosaba su piel con fuerza mientras él atravesaba las calles corriendo. La gente volteaba a verlo, pero a él ya no le importaba nada, solo ella.
De repente, en un semáforo la vio. Yota tensó firmemente sus músculos y comenzó a correr mucho más fuerte. Ella era la más rápida de su clase, pero él lo era también…
- MEEEEI, PARA, POR FAVORR, PARAAA.
La muchacha de pelos color azabache volteó desesperada, no podía creer que él ya la había alcanzado. Antes de poder seguir corriendo notó que alguien le tomaba fuertemente de la muñeca y la giraba con una brutalidad inigualable. Al principio se asustó, pensó que el chico de quién estaba enamorado se había enojado firmemente con ella. Aunque no le parecía del todo mal, después de todo no podían seguir juntos… En un instante, volteó gracias al impulso que le dio Yota y quedó atrapada en sus brazos. Sintió la calidez del primer saludo con él, sus primeras palabras y pensó que había tardado mucho en darse cuenta que él le gustaba. Se acordó que amaba cuando él le hablaba o le pedía alguna explicación. Y se acordó fugazmente el día que se enteró quién era su padre. No es que odiara a Sasuke Uchiha… pero sabía que su padre sí. La angustia la había invadido por completo, se sintió insegura al pensar que tal vez no podrían volver a ser amigos.
El joven la abrazó más fuerte. El joven Uchiha no era como su padre, era más como su madre. Por más que fuese imposible o problemático, lo daría todo por la persona que había elegido para estar con él. Cómo podría su padre ser TAN injusto? El frío húmedo de aquella noche nublada bañaba los cuerpos de los jóvenes que yacía abrazados en una esquina de Tokyo. Mei comenzó a llorar. Sentía que algo le oprimía el pecho. Mientras las lágrimas caían débilmente se mortificaba pensando que no lo volvería a ver, que Sasuke la odiaría por siempre, y que su padre le prohibiría verlo… Otras lágrimas caían de bronca, de impotencia. Acaso vivían en la antigüedad que su padres estaban enemistados? Tendría que ser su historia como Romeo y Julieta…? Pero que mierda! Ella ni se parecía a Julieta y… Que estaba pensando?! Acaso tenía que escaparse y vivir como una rebelde porque su padre era un rencoroso idiota? Sabía que su madre la apoyaría pero… hasta que punto? Maldición! En tanto ella seguía pensando, las lágrimas no cesaban de caer como débiles cristales que se llevaban las tristes penas de la hermosa joven de ojos color cielo, como su madre.
- Lo… lo siento – dijo entre sollozos – No debí… no quise… yo… - Mei subió la mirada hacia los tibios ojos de Yota. Lo miró mientras sus lágrimas caían y caían. Yota, consternado de verla así, hizo lo mejor que pudo haber hecho en ese momento: la besó.
- No… no… - Decía Yota entre besos – no… no me pidas… perdón. – Luego la beso tiernamente en la frente. – No aceptaré tus disculpas, hermosa morocha. El único que tiene que disculparse… soy yo.
Mei lo miró totalmente estupefacta. Ninguno de los dos debía disculparse, solo tenían que resistir. Sus padres no iban a evitarlo y si lo evitaban…
La fría ventisca se llevó las lágrimas de Mei. Flotaron en el aire como suaves pétalos y se perdieron en la espesura desapareciendo para siempre…
En la residencia Uzumaki el teléfono sonó con unos fuertes timbrazos.
- Hola, habla Hinata…
- Hola Hinata, habla Temari… - Su voz sonaba tranquila y cordial. Temari era una mujer simpática y risueña, pero a veces realmente llegaba a ser muy temerosa. – Está mi hija por alii?
- Hola Temari! Si, ella está aquí. Un minuto… - Hinata separó la boca del tubo del teléfono y lo tapó con la palma de su mano. – Hoshiko-chan, tu mamá al teléfono…
Hoshiko se levantó del sillón con tranquilidad. Su mamá estaba de buen humor al parecer. Ella le había avisado dónde estaría. No había nada que temer… verdad?
- Ma…
- QUÉ HACES AHÍ TODAVIA?!?!!!
- Ahh… ehmm… - Se equivocó. Ahora que la castaña recordaba, no tenía el celular cerca y tal vez su madre quería ubicarla y… y…
- Ya no importa – dijo Temari entre dientes – La próxima vez, ATIENDE EL MALDITO CELULAR!!! – De un fuerte golpe, luego de gritar enfurecida sus últimas palabras, Temari cortó el teléfono.
La joven Nara se quedó mirando el auricular, estupefacta. Tragó saliva y giró para hablar con Hiroto.
- Ehm yo… tengo que volver a casa… - dijo nerviosa Hoshiko. – Mamá está preocupada…
- Descuida – apeló Hinata sonriendo – Yo hablaré con ella… Vamos.
- Si! – Hoshiko sonrió encantada. Hinata era amiga de su madre, porque había sido compañera de su padre en la secundaria.
- Bien, entonces yo te llevaré. Hinata vendrá conmigo y tú, Hiroto, quédate por si las niñas despiertan…
Hiroto asintió y luego se acercó a Hoshiko, pasó tiernamente un brazo sobre su cintura y besó su mejilla. –Buenas noches – le dijo y le sonrió.
Hoshiko estaba feliz. Preocupada por sus dos amigos, pero feliz de que al fin se había animado a decirle lo que sentía a Hiroto. Desde el primer año de preparatoria había pensado que era un chico muy lindo, aunque muchos se apartaban de él por ser el hijo de una persona tan poderosa como Naruto. Lo habían catalogado como “un ricachón con suerte”. Que crueles podían ser algunos. Hoshiko tenía una empatía inigualable, pero no sabía cómo comenzar a hablar con él, pero al descubrir que se sentaban juntos, no fue tan difícil. Lo saludó y con una linda sonrisa marca Temari, habían comenzado su amistad, junto con Mei y Yota. Hoshiko sonrió aún más. No importaba que su madre estuviera furiosa, ya no importaba.
Naruto tomó las llaves y cuando se dirigía a la puerta, escuchó el timbre sonar. Miró intrigado a su mujer y giró el pomo en un acto reflejo. Ante ellos apareció el cuerpo de un individuo agonizante. Al principio atinaron a cerrar la puerta bajo siete cerrojos, pero luego, Naruto entendió que frente a ellos estaba Konan. Konan, con una mano rodeándole el costado derecho del cuerpo y una exuberante cantidad de sangre que había llegado a sus talones. Naruto se petrificó al ver que de sus ojos brotaron tenues lágrimas de dolor.
- Ayúdame, Naruto, te lo ruego… - La peli azul se desplomó en la entrada de los Uzumaki. – Ayudame… - dijo, antes de desvanecerse por completo.
Un trueno iluminó el cuerpo moribundo de la mujer. La rosa que pendía siempre de su cabello, se soltó y comenzó a vagar sobre la sangre que había derramado. Otro trueno resonó aún más cerca y pronto ya había comenzado a llover. Naruto miró el cielo. La tormenta acababa de comenzar…