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Autor Tema: Hermanos - Capítulo 5  (Leído 9048 veces)

AiixChaan Desconectado
« en: Octubre 23, 2015, 06:36 pm »

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Hermanos - Capítulo 5
« en: Octubre 23, 2015, 06:36 pm »
Capítulo 5: Cálidos sentimientos

El silencio predominó en el pasillo de Konoha S.A. Un gemido de angustia salió de la garganta entristecida de Hinata. Sakura no podía evitar su mirada terrorífica. Sasuke permaneció atónito e inmóvil hasta que Naruto respiró y dijo al fin:
-   Acaso… mamá no murió dándome a luz a mi?
Kokona negó con la cabeza. Inevitablemente comenzó a llorar, Hinata y Sakura se acongojaron también.
-   Naruto… - dijo la rubia con la angustia entre las cuerdas bocales – Vi como nuestra madre moría, y se quién lo hizo… Fue ese asqueroso de Madara, sangre Uchiha. – Sasuke avanzó un paso pero Sakura lo detuvo. – Madara y sus malditos seguidores… ellos mataron a Mamá, Papá y ahora terminaron con la vida de Jiraya… - Calló rendida sobre sus rodillas – y ahora… - Levantó la vista y miro llena de lágrimas a Naruto - … seguimos nosotros.
Todos callaron. Naruto miró a su alrededor las caras de preocupación que lo rodeaban. Se arrodillo junto a su hermana y la tomó de los hombros.
-   No sé porque nos odian tanto. Por qué alguien sería capaz de matar sin culpa. Por qué nos pasa todo esto y por qué me ocultaron parte de mi familia por tanto tiempo. Pero lo que sí se es que nunca se le da la espalda a la familia… - Naruto sonrió triunfante, todos sonrieron con él, confiando en que él lograría salir de aquello…

Mientras tanto en algún café de Tokyo…
-   Hoe? – Hiroto miró a Hoshiko sorprendido… sorprendidísimo. La castaña continuaba mirándolo asustada. ¿Qué rayos acaba de pasar? Eso había sido… Una confesión?!!
-   Hiroto yo… - La castaña intentó seguir pero todo el café había volteado a verlos. Ambos jóvenes palidecieron. Ella reaccionó. – Yo.. yo creo que deberíamos irnos…
Dos jóvenes enamorados ahora salían a los tropezones de aquel lugar, dejando sus pedidos a medio comer, dejando atrás una amistad. Dos segundos después de su excelente desaparición, Mei y Yota regresaron. Vieron la mesa vacía, la cuenta sin pagar y maldijeron a sus amigos.
-   Debe arreglar sus diferencias, pero por lo menos… PODRÍAN HABER DEJADO EL MALDITO DINERO!!! – Yota y su característico carácter... que claramente había heredado de su Madre.
-   Yota- kun… - Acotó sonriendo Mei. Esa sonrisa delicada y tranquilizadora, muy parecida a la de su padre – Te ayudaré a pagar.
-   Graciaaaaaaaaaaaaas, Mei-samaaa!! – Yota la abrazó y la levantó entre sus brazos, agradecido.
Mei permanecía presa de los brazos del joven, sonrojada e inmóvil. Yota al darse cuenta que era lo que hacía, la bajó enseguida y comenzó a buscar algo de dinero en su bolsillo para que no se notara lo roja que estaba su cara…

Kokona se levantó y lentamente limpió su rostro empapado en lágrimas. Sonrió a los presentes y con un gesto amable agradeció cada sonrisa que se le era dada.
-   Hermana, creo que lo mejor es que esta noche te quedes en mi casa. Mañana por la mañana hablaremos más sobre el asunto…
-   Gracias Naruto… me arrepiento por no haberte conocido antes. Solo queríamos protegerte…
-   Ahora puedes protegerme… a mí y a mi familia.
-   Ya quiero... conocer a mis sobrinos. 

Dos jóvenes corrían a Kilómetros de ahí. No querían parar porque sabían que si lo hacían, tendrían que dar explicaciones. Cada uno sumido en sus pensamientos corría y corría sin saber que habían dejado atrás su merienda sin pagar.
Hoshiko, sin saber por dónde iba, tropezó y por el tirón Hiroto cayó también.
-   Estas bien, Hoshiko?! – Hiroto volteó a verla.
-   Sii.. a.. auh… es mi rodilla…
El instinto y su preocupación hicieron que todo lo que acababa de pasar se le olvidara. Se acercó a centímetros de la castaña y tomó su rodilla. La miró con detenimiento, el raspón cubría toda la rodilla, dos hilillos de sangre caían formando un surco en la pierna de la joven, y un moretón comenzaba a formarse alrededor de la herida. Hiroto comenzó a soplar. En su mirada había desilusión, preocupación, tristeza y pena. No sabía cómo ayudarla. No sabía cómo reaccionar ante lo que le acababa de confesar.
-   Hiroto… - Hoshiko tomó del rostro al joven que la auxiliaba. – Escucha, mi rodilla ya no importa… veremos cómo sanarla después… ahora yo quisiera que… que… - Imposible fue parar el mar de lágrimas que comenzaron a desbordar de sus pupilas.
-   Por favor… no llores, no llores… - Cómo si fuese un acto reflejo él la abrazó. La acurrucó entre sus brazos y acomodó su rostro entre el hombro y la cabeza de ella. – Escúchame a mi Hoshiko, quisiera saber… saber si lo que acabas de decir es cierto… 
Hoshiko le devolvió el abrazo y cesaron sus lágrimas.
-   Papá siempre me dice que soy fuerte y tengo el carácter de mi mamá… Qué por suerte no salí con su vagancia y tengo aptitudes para caerle bien a quien sea… Pero nunca pensé que por amor me convertiría en una llorona…
Hiroto quería decirlo, comprobarlo. Tenía unas ganas tremendas de besarla, de mirarla fijo a los ojos y decirle que él la amaba, pero su maldita vergüenza no lo dejaba. ¿Por qué había heredado aquello de su madre? Pero no podría ser que fuese tan cobarde… Aunque era igual de tímido que su progenitora, era igual de luchador que ella… y sabía perfectamente que su madre había logrado estar con quién siempre amó y él debería poder hacer lo mismo…
-   Te acuerdas el primer día de preparatoria? – El adolescente de 16 años hablaba bajito y titubeante, pero ya había tomado una decisión – Me choqué contigo y al instante me di cuenta lo hermosa que eras. Nos hicimos amigos y coincidimos en las clases. No tardamos en llamarnos por nuestros nombres y nos enteramos que nuestros padres son socios y amigos, y nuestras madres trabajan en el mismo hospital… - el peliazul suspiró, tomó aire y continuó – Tardé muy poco en darme cuenta lo que sentía por ti, sin embargo Hace ya un año que no puedo decírtelo… Hoshiko yo…
La oración de Hiroto fue interrumpida por un abrazo fuerte de la joven que estaba acurrucada a él. Lo abrazó y sonrió como nunca lo había hecho. Hiroto sonrió otra vez. Los segundos se hicieron horas, el aire se hizo más liviano y algo entre ellos también cambió. Se separaron y se miraron fijamente a los ojos. Sonreían, parecían dos niños de primaria jugando.
-   Siempre fui un idiota, Hoshiko
-   Y yo una ciega….
Con un rápido movimiento La joven tomó de la corbata del instituto al chico enfrente de ella. Le sostuvo la mirada por dos segundos  y en un susurro que voló por el aire hasta llegar a los oídos del oji celeste, le dijo que lo amaba. Antes de poder corresponderle, la castaña llegó a los labios del Uzumaki sin dejarlo hablar. Sus labios eran pequeños y carnosos. Estaban secos y fríos, pero el beso fue cálido y dulce.  Hiroto olvidó todo por un minuto y se dio cuenta que todo había salido bien. Relajó su cuerpo y rodeó a la mujer que tenía enfrente con sus brazos mientras continuaba besándola. El cielo cayó sobre ellos, el sol los iluminó y el tiempo se paró en aquel instante.
-   Hoshiko… Hiroto? Acaso… alguno de los dos necesitaba respiración boca a boca?
Yota sonrió. Mei rio también. La joven Nara se volvió del color de las manzanas y Hiroto, como aún no sabía cómo afrontar las situaciones vergonzosas, se echó a correr mientras el sol de la tarde dibujaba su sombra en el asfalto…

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