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Autor Tema: Diosa de la caza  (Leído 12918 veces)

Snade Desconectado
« en: Enero 24, 2014, 05:16 pm »

  • Cantando me he de morir, cantando me han de enterrar. Desde el vientre de mi madre vine a este mundo a cantar.
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Diosa de la caza
« en: Enero 24, 2014, 05:16 pm »
PROLOGO

—Hola, maldito bastardo — Mencionó la chica que colgaba del techo de piedra de un túnel que estaba por debajo de la casa antigua a la que debió invadir con su presencia y la de las otras personas de su despiadado equipo. Al pronunciar eso, inmediatamente se le dibujó una sonrisa de oreja a oreja, bastante macabra a decir verdad y apretó el gatillo del subfusil que había utilizado tantas veces para agujerear la cabeza de muchos de esos bastardos, como lo consideraba ella.

La sangre que disparó para todos lados producto de que la cabeza de ese sujeto explotara por completo como un zapallo que chocaba contra el suelo, mojó por completo el rostro de la muchacha, que de sangre fría y cruel para hacer su trabajo, siguió sonriendo con cierta emoción al haber efectuado tal atrocidad, normal para ella y el pan de cada día que la sustentaba como cualquier otro trabajo. 

Suspiró pesadamente cuando el cuerpo del infortunado sujeto cayó para atrás sin la cabeza. Desajustó un poco el arnés del techo y bajó al suelo para recoger el arma del difunto. Se llevó un dedo a la punta de la nariz y se daba ligeros toquecitos, mientras pensaba quién tenía que ser el próximo que iba a derribar.  Todos eran unos hijos de puta que contribuyeron a su sufrimiento en un corto pasado, y no tendría ni la más mínima compasión.  Ejerció presión con el dedo en la nariz también.

—Y también adiós — Pronunció sin ningún tipo de sentimientos.

Corrió hacia el otro extremo del pasillo del túnel, escondiendo su humanidad en la oscuridad, disparando con silenciador desde las sombras solo cuando era necesario hacerlo.  Pero al final, de vez en cuando, terminaba descontrolándose al dejar llevarse por las ganas y el placer de derramar sangre, finalizaba sus acciones macabras con más muerte todavía.

De repente, mientras estaba en un profundo frenesí, recibió un mensaje a través del Walkie-talkie.

—Concéntrate, Artemis.

—Soy más que un mero instrumento de trabajo — Pronunció ella pisando el charco de sangre y bailando lo más campante sobre él.

Hubiera amado tener ropa blanca en ese momento, para que las manchas brillaran en la tela clara…

Nostalgie Desconectado
« Respuesta #1 en: Junio 14, 2014, 01:02 pm »

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Re:Diosa de la caza
« Respuesta #1 en: Junio 14, 2014, 01:02 pm »
Hola, vi el título, el que me pareció interesante. No leo lecturas que sean tan sangrientas y fuera del personaje sanguinario, el que obviamente debe ser así, pues el título alude a eso, tu redacción me gustó bastante. Buena ortografía, ideas bien planteadas y definidas. Te felicito por tu buen trabajo.

Mas veo que hace tiempo lo publicaste. ¿Debo esperar continuación?

Snade Desconectado
« Respuesta #2 en: Julio 16, 2014, 05:31 pm »

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Re:Diosa de la caza
« Respuesta #2 en: Julio 16, 2014, 05:31 pm »
Para continuar esta historia había estado esperando una respuesta. Dios escuchó mis oraciones je...
Gracias por pasarte , aunque la temática no sea de tu preferencia. Pero no todo será sangre.




CAPITULO UNO

Esa misión en pleno día –o madrugada– laboral había sido fantástica. Pude completar mi objetivo con una facilidad increíble, llegando a creer que todo ese equipo e instrumentos de espionaje que me habían dado para traer consigo, habían estado de más durante la operación de eliminación.

La ejecución de aquel enemigo en manos de la organización “Las sombras perdidas”, en la cual trabajaba yo  cumpliendo la función de ser la segunda cabecilla al mando de uno de los equipos más importantes de la formación de esta, llegó a ser un completo éxito.

Me habían asignado la labor de eliminar a los enemigos que custodiaban celosamente los túneles bajo tierra de la mansión en la que residía el sujeto a quien debíamos borrar de la existencia, que también servían como vía segura de escape , no solamente como un montón de caminos secretos en los que podías llegar a perderte. Pero pronto ese panorama no tardó en cambiar gracias a mi estratégica intervención: No solo me encargué de llevarme puestos y por delante a todos esos tipejos que tanta repulsión me daban, sino que también cabe destacar que pisé ferozmente cada una de sus cabezas y convertí aquellos túneles en catacumbas , recientes , pero catacumbas igual.

A pesar que mi superior me echó la bronca por haber estado haciendo mucho revuelo allí abajo, no me dijo nada cuando despejé el terreno de aquellos molestos guardias. 

Aunque al encontrarme cara a cara con algunos miembros del resto de mi equipo, me quedaron mirando un poco estupefactos por la tranquilidad que irradiaba mi rostro a pesar de estar, literalmente, bañada en sangre. 
Consideré que no debían sorprenderse de nada, puesto que éramos unas lacras que solo nos ofrecíamos como prostitutas baratas por dinero y a veces por el mero gusto de reventar a alguien (o algunos). Y yo, personalmente, más que hacerlo por dinero, lo hacía sencillamente por la inmensa adrenalina que me causaba eliminar a alguien, el poder que podía sentir recorrer por mis venas, e incluso aquel remolino de emociones que se experimentaba cada vez que seguía haciendo ese tipo de fechorías; pero la razón principal, es porque yo consideraba que ya no tenía un corazón.  Me explayaré más detalladamente un poco más adelante.  También podría agregar que otra de las razones primordiales era que, sencillamente, tenía un odio irracional acumulado en mi interior, tan, pero tan grande, que terminaba desquitándome de la peor manera para aliviar esa sed de sangre que tan latente estaba en lo más profundo de mi alma.

Sin embargo, nadie emitió opinión alguna. Siquiera debían comentar una palabra, puesto que nuestro trabajo era así, impredecible en cuanto a las acciones de sus miembros, pero bastante predecible su resultado. Todo terminaba en muerte y no había más que agregar. Cualquier frase era estúpidamente innecesaria.

Evidentemente estaban muy enojados conmigo, supongo que tal vez por el escándalo que me podría haber ahorrado; ahora ya estaba. No había vuelta atrás. Y juraría hasta por mi madre que los sonidos de los huesos de las cervicales de esos sujetos quebrándose como un palito de helado no habían siquiera resonado a través de las paredes de los túneles, que como ya he mencionado anteriormente, se conectaban entre sí.

Seguimos nuestro camino sin problemas, incluso dándonos el bendito lujo de correr, manchándonos las botas de sangre y dejando atrás aquel rastro de muerte que yo misma había causado con mis propias manos y con ayuda de armas con silenciador.

Cuando llegamos a los salones principales de la mansión, en vez de quedarnos todos juntos para que nos eliminaran de una, nos separamos y fuimos a distintas habitaciones que también se enlazaban con otras y así.
Nos cercioramos de que los explosivos que habíamos colocado unas semanas antes mediante un infiltrado, estuvieran allí aun. Y sí, se encontraban como si nada en su lugar.  Solo faltaba mandar la orden a “Tenete” (que así se hacía llamar el que detonaba los explosivos; ridículo, lo sé) por medio del transmisor de mano para que volara todo en mil pedazos. Pero primero debíamos encontrar al señorito al cual asesinar.

Fue demasiado fácil: no habían sirvientes a esa hora y todos los que custodiaban la mansión estaban afueras o muertos en los pasadizos de los túneles bajo la inmensa casona.
Me sorprendió gratamente que al encontrarlo, el tipo me mirara fijamente al rostro como si nada estuviese pasando. Parecía que ya había estado pensando que ya le llegaba la hora y que tenía sus miserables minutos contados. 
Yo tampoco le quité los ojos de encima.

No era hora de compadecerse de un viejo traficante de drogas, mujeres y niños.

— ¿Sabes? Los perros deben comer balas — Le dije con una mueca asquerosamente típica en mi cuando llegaba el momento de apretar el gatillo y vaciar por completo el cargador en ese pedazos de basura, no tan distinto a mí, pero por lo menos yo no hacía rameras a las mujeres que secuestraba.

Salí de la habitación luego de eso.

—Dile a Tenete que active la cuenta regresiva. Debemos salir — Me dirigí hacia un compañero que recién había llegado al oír mi voz haciendo semejantes declaraciones mezcladas con evidente burla en mi tono.

Y así fue como nos escapamos: por donde vinimos, los túneles (Ahora “catacumbas”), sin siquiera ser descubiertos por nadie.
Oh Dios, mataría de nuevo para ver la cara de esos granujas cuando observaran el estético agujero que había dejado en la cabeza de su amado jefecito. Seguramente querrían buscarnos y arrancarnos la cabeza con las manos, usar nuestras orejas para hacer un guisado o quien sabe… Pero no podrían. “Las sombras perdidas” éramos unos expertos no dejando huellas de ningún tipo que levantara sospechas de que habíamos sido nosotros los homicidas. Todo era un mágico secreto que se guardaba celosamente a la perfección entre sus miembros y cualquier archivo sobre eso, se eliminaba al instante para evitar futuros dolores de culo.

Una vez que salimos, la mansión voló por los aires, con guardias y todo.

Un día cualquiera de trabajo, solo que más sencillo y prácticamente regalado.

Nostalgie Desconectado
« Respuesta #3 en: Julio 17, 2014, 04:15 pm »

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Re:Diosa de la caza
« Respuesta #3 en: Julio 17, 2014, 04:15 pm »
Ah, pues aquí está mi respuesta a este capítulo. ¿Qué puedo decir? Como el anterior, muy bien redactado y vaya, esta chica sí que es una asesina sin corazón, pero, ¿será verdad que no tiene corazón? ¿Ese corazón figurado en donde se vierten todas las emociones? No sé. Se ve que le gusta lo que hace, sin embargo, así como siente esas emociones al matar, podría sentir otras que la llevan a no querer hacerlo.

Auch, pobres perros, ¿cómo que ellos deben comer balas? Hay perritos que se portan mejor que un humano... comentario hecho sin deseos de ofender a nadie :)

Mmm, en mi país, la palabra culo es una mala palabra, ofensiva a los ojos y oídos, aun cuando esté en el diccionario xD. Vaya esto de las culturas.

Snade Desconectado
« Respuesta #4 en: Julio 27, 2014, 04:53 pm »

  • Cantando me he de morir, cantando me han de enterrar. Desde el vientre de mi madre vine a este mundo a cantar.
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Re:Diosa de la caza
« Respuesta #4 en: Julio 27, 2014, 04:53 pm »
CAPITULO DOS

Al llegar a mi casa tuve bastantes pesadillas al respecto, pero había una especial que me había dejado carcomiendo por dentro. Seguramente lo que había sucedido en los túneles de la mansión me había afectado un poco, pues la conciencia no paró de recriminarme en toda la noche mediante sueños que yo no era mejor que aquellos a los que le había tomado la vida como si nada valieran. Incluso comenzaron a zumbarme los oídos de tal forma que creí que el cerebro me estallaría en mil pedazos.

—Perfecto— Mencioné entre sueños, tal cual cómo puedo recordar.

Soñé que estaba corriendo en medio de la noche, en un barrio común de una de las pequeñas ciudades de donde estaba viviendo ahora,  percibiendo como el aire se tornaba sumamente denso, irrespirable; y las calles se ondulaban de tal manera que parecía como una especie de distorsión de los sentidos, o más bien, de la realidad. Pero lo curioso es que yo podía permanecer de pie como si nada estuviese pasando, incluso caminar y correr.
La oscuridad de aquella calle se volvió tan cerrada que apenas podía ver exactamente de que era de lo que estaba huyendo. Algo en mí decía que de ese manto negro saldría algún ser espectral que infligiría daño sobre mi persona y no tendría compasión a la hora de atacarme en cuanto me atrapara. 
Paré de correr y observé un punto determinado, con un espanto terrible, esperando lo peor, como si yo no pudiera utilizar mis piernas para huir de ese pavoroso destino. Y definitivamente, un ser oscuro, malintencionado y nefasto dejó de fusionarse con la negrura y se dio a mostrar con arrogancia ante mí, teniendo el atrevimiento de hacerlo también ante la débil luz de la luna en el cielo, pero a una distancia considerable, donde pude notar sus brillantes fieros ojos carmesí; tan rojos como la sangre que derramaba constantemente debido a este sucio y deshumanizado trabajo.  Era un miserable perro, un perro negro salido de la boca del averno, un can Cerbero mandado por la mismísima muerte , que venía por mí para hacerme pagar mis crímenes y absorber mi alma, y así , finalmente ,acompañar a las incontables y desdichadas vidas que yo también tomé.
Antes de siquiera emitir un grito de agonía, en un milisegundo, el can, a una velocidad inhumana, me atrapó y devoró de tal manera que nunca más en la vida podré olvidar…

No cabe la duda de que desperté muy sobresaltada por esa experiencia. Podría calificarla hasta de traumática. 

Era hora de hacer lo que acostumbraba cada vez que me surgían estas situaciones: ir a prepararme un café.
Ya sé lo que puedan llegar a pensar de mi: “¿Cómo una persona puede ingerir cafeína estando nerviosa?”, “¿Es que no te das cuenta que así dormirás menos?”, entre otras cosas de las que tienen razón… Pero yo no quería volver a dormirme, porque no quería de nuevo vivir esas ilusiones que parecían más una  catastrófica realidad.

Me levanté con un terrible mal humor, pero a la vez una calma inhumana que surgía de mi mente para no perder la cabeza.  Supongo que son los efectos secundarios de llevar una vida de asesina a sueldo constante, día y noche o según la hora que tocara salir a la calle.
Fui hacia la cocina del pequeño mono ambiente y calenté el agua, y la dejé allí hasta que casi hirvió. 

Mientras tanto fui pensando en la vida que podría haber tenido anteriormente si mis padres hubiesen sido otras personas; principalmente mi padre, si hubiera sido de otra calaña en vez de un asqueroso mafioso.  Pero, ¿Por qué pensar en tiempo pasado y no de forma actual? , así que volví a reformular mi pregunta: ¿Qué sería hoy día de mí?
Empecé a recordar algunos fragmentos de mi infancia, incluida la internación (que mencionaré también más adelante) y posteriormente a eso. Que hacía de todo para llamar la atención de papá y que a raíz de eso, fui descubriendo cada vez más y más las cosas que podía hacer yo. Y cuando fui creciendo, incluso las que abarcaban un nivel de peligrosidad enorme, como lo es el manejo de armas blancas y entonces, también las de fuego. 
También las cosas buenas, como mis clases de caligrafía japonesa, arreglo floral, poesía, danza moderna y patinaje artístico, entre otras.
Entonces, llegué a la conclusión que mi vida había dependido netamente de la porción de atención que me daba mi papá y que hacía hasta lo imposible por ser la mejor en todo, la niña perfecta e ideal, solo para complacer sus expectativas, que hasta el día de hoy no sé si realmente lo logré o si alguna vez tuvo esas exigencias para conmigo.

Mi cabeza se había convertido en un terrible caos de reflexión en menos de lo que canta un gallo. Eso me causó cierto dolor en el pecho, puesto que odiaba cuando me ponía así de melancólica por un pasado que siquiera era digno de presentarse en mi vida actual. Pero, lamentablemente, todo tenía que ver y hacía conexión con este presente maldito del que también quería huir.  A su vez parecía que yo no quería cambiar esto y por eso seguía estando así como estaba, porque enfermizamente lo quería.

Finalmente, terminé de beber todo mi café.  Me tiré en mi puff favorito y eché la cabeza hacia atrás, símbolo propio del cansancio y el estrés.
Agarré el control de la radio y le puse “play” al primer CD de los tres que estaban puestos en la compactera. Por fortuna, la voz del cantante que empezó a resonar a lo bajo en la habitación era uno que me llenaba mi oscura vida de un alegre optimismo. 
Sonreí tontamente al oír la letra de su canción. Simplemente parecía que me describía a mi misma…

La letra trataba de una chica que era una fugitiva, pero no especificaba de qué sino hasta el final del single. Describía con animosidad mezclada con un tono áspero y triste que esta persona, la chica, había llegado a “nuevas tierras”: un parque de diversiones mágico, donde todo lo que deseabas que ocurriera, hasta la más impensado, sucedía. No había motivos para desear algo malo, puesto que absolutamente todo lo que veías y sentías a flor de piel era divertido porque era todo tan único y real que no deseabas estar en ninguna parte más. Allí el tiempo transcurría rápido, puesto que toda la fantasía que habitaba en ese lugar te hacía feliz. La chica, al envejecer, y notar que estaba hecha un trapito, se miró al espejo, para descubrir que nada más todo había sido un delirio con el que había intentado tapar sus errores, para así no sufrir más; y de quien se había fugado realmente, había sido de ella misma y sus dolencias, además de la realidad, pero nunca había podido enfrentarlas para superarlas, por la distracción que le provocó su presuntuoso ensueño.

Desde que había venido a Dublín, que mi vida era así, como la desdichada chica de la canción de aquel artista al que tanto admiraba. Quién iba a decir que un simple intérprete salido de la nada iba a dar en el clavo en alguien como yo…

Por cierto, si no lo he mencionado antes, lo haré ahora: Es la primera vez que estoy en Escocia, luego de que pasara aquel terrible incidente en el hospital privado de la capital, en Tokio –cosa a la que me referiré también–.  Antes de eso, estuve un tiempo en Alemania, donde terminé la escuela secundaria y empecé con este oficio debido a mis habilidades innatas para este negocio.

Miré por la ventana. Ya había amanecido.



@Nostalgie , ¿Qué puedo decir? Simplemente se irán develando más cosas sobre la personalidad de esta chica a medida que avance la historia. Pero puedo asegurar y tener la certeza de que sigue siendo una persona , aun muy en el fondo.

Es cierto , los perros no tienen culpa de nada... pero imagínate estar en una situación así , ¿Que otra cosa se le hubiera podido ocurrir con la adrenalina? xD.

Pues habla así por malas compañías , supongo...

En fin , gracias por pasarte.

Nostalgie Desconectado
« Respuesta #5 en: Agosto 03, 2014, 12:01 pm »

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Re:Diosa de la caza
« Respuesta #5 en: Agosto 03, 2014, 12:01 pm »
Te he dejado mi impresión del capítulo allá, pero...

Sorry but you are not allowed to view spoiler contents.

Sí, este capítulo me ha dejado claro que sigue siendo una persona a pesar de su profesión. Claro, en situaciones semejantes se pueden decir muchas cosas xD
Supongo que sí, pues bien dice el texto: Las malas compañías hechan a perder los hábitos útiles.
De nada, al contrario, gracias a ti.


Snade Desconectado
« Respuesta #6 en: Octubre 12, 2014, 02:38 pm »

  • Cantando me he de morir, cantando me han de enterrar. Desde el vientre de mi madre vine a este mundo a cantar.
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Re:Diosa de la caza
« Respuesta #6 en: Octubre 12, 2014, 02:38 pm »
Gracias por pasarte , Nostalgie. Olvidé actualizar aquí también.
Tal vez publique el CAP. 4 en unos días porque  quedó más largo de lo que esperé , debo terminarlo y luego corregirlo.

Mientras tanto los entretengo con el tercero.




CAPITULO TRES

Cartas de “Liza Amane” a Grace Taylor enviadas en el mes de Agosto


Carta número uno. 1° de Agosto.

Dublín es muy lindo, pero podría ser mejor.

Aunque mi antigua humanidad se alejó de Japón y de todo lo que solía querer, pues mucho de lo que a ella le respectaba de lo que ahí quedó, de lo que Artemis amaba con pasión y locura y lo intentaba tapar con un deje de dulzura, murió. No existe más.

Artemis tuvo que morir. Y Liza asumió el hecho de tener que matar atrozmente los sentimientos de ella, hundirlos cruelmente en un recuerdo agonizante que nunca más, al parecer, podrá asomarse en este cuerpo.

Y así, me convierto en una asesina. De las peores. Al matar a la propia esencia humana de uno mismo.

-Liza.


Carta número dos. 5 de Agosto.

He conseguido pareja.

Las relaciones son bastante complejas a decir verdad, principalmente para mí; y aunque parecen ser maravillosas cuando las ves desde lejos o solo a simple vista, la verdad es que apestan y son lo suficientemente difíciles como para no querer seguir toda una vida manteniendo este tipo de cosas.
Aun así, no me desviaré de mi objetivo.

-Liza.


Carta número tres. 10 de Agosto.

Madre, ¿Aun puedo llamarte de esa manera, verdad? Y aun así si no pudiera, tendría el maldito atrevimiento de hacerlo.

Madre, he cometido otra falta más además de mencionarte como si nada en esta carta, tan despreocupadamente, luego de, seguramente, todo el dolor y decepción que te ha causado mi antiguo yo; esa horrible Artemis, que luego murió para dar paso a Liza Amane.


La falta es que, posiblemente, luego de tanto pensar, he llegado a hacerme cuestionamientos que no han de salir a la luz en ningún rincón de esta cabeza.

¿Aun no te he mencionado nada de ello…? Bueno, los cuestionamientos en asunto se contradicen a las últimas palabras del segundo párrafo de esta carta. Sí, el “[…] Esa horrible Artemis, que luego murió para dar paso a Liza Amane”. He estado tratando de negar estos planteamientos salidos de la nada por las numerosas madrugadas en vela, pero ¿Cómo no prestarles un poco de atención?

He tomado en cuenta a otra posibilidad de lo que le pudo haber sucedido a la desdichada Artemis… tal vez, yo, Liza, sea una continuidad de ella, así como un ave fénix que renace desde las cenizas y se levanta nuevamente, con fulgor, para volar a través del expandido cielo; y no que Artemis haya perecido de verdad, o la otra opción: que yo la haya asesinado así tan fácilmente.


No sé ya ni que pensar. Hay una tormenta en mi interior.


¿Qué dices?

-Liza.


Carta número cuatro. 20 de Agosto.

Se me ha curado el brazo de un corte que me hice sin querer en el trabajo. También esta semana tuve tiempo de sobra para pensar en lo que te dije, sin embargo, como no contestaste la anterior carta, me vi obligada a escribirte otra con urgencia.

El conflicto de Liza/Artemis ha llegado a un punto que no sé como autodenominarme incluso en mi nueva vida aquí en Dublín. También he descubierto que, tal vez, algo de mi humanidad aun quedó en Artemis… y ahora esa Artemis está presentándose de nuevo, tocándome la puerta una y otra vez con insistencia, diciéndome repetidamente que esta (la humanidad) está copando las fibras de mi todavía ser.


Quisiera algún día, de nuevo, llamarme “Taylor Artemis”. Y que tú también me puedas nombrar así… Quién sabe, capaz mañana cambio de vuelta de opinión.

-Liza.


Carta número cinco. 25 de Agosto.

Tengo la esperanza de que leas las palabras que yo te escribo.


Seré breve esta vez: Escribí muchas cartas antes que esta para intentar sonar un poco más positiva por hoy. Principalmente porque yo te sigo considerando mi amada madre a pesar de todo.


Esta mañana he ido a la biblioteca para buscar el significado de mi nombre. Yo tenía una idea de que podría significar, dado el origen del mismo. Me encontré en el libro de nombres griegos que expresaba esto: “La diana”; lo perfecto, lo impoluto, lo exacto y completo.

Entonces, me alegré muchísimo de que hubieses escogido semejante nombre para mi, una tonta niña que se cree mujer. Pero no caeré en pesimismos.

También me pregunté qué te había llevado ponerme “Artemis”. ¿Fue por algunos de estos significados? ¿Por qué tenías fe en mí? ¿Poseías alguna esperanza de que yo llegara a ser una persona como la que te imaginabas cada noche mientras gestaba en tu vientre? ¿Te cautivó verme al salir de tu interior y me llamaste así, comparándome con la belleza perfecta y virginal de aquella diosa? Me muero de curiosidad por saberlo.

-Liza… o ¿Arutemisu?


Carta número seis. 30 de Agosto.

¿Recuerdas lo de la pareja? Yo sí, perfectamente. Sé que debes estar pensando que esa “pareja” en verdad es un compañero sentimental. Nada que ver. Es un compañero de mi trabajo.

Nos llevamos a las patadas, pero puedo decir que su humor negro es bastante divertido, aunque muy cruel… Yo no soy nadie para juzgar eso. En fin, lo que quiero remarcar de todo esto, es que se puede dar una relación bastante linda de amistad si él lo quiere y yo me dejara de tonterías, pero no es conveniente por el ambiente en el que estamos.

No te puedo decir el nombre de esta persona, más que nada por respeto…

Oye, oí el CD aquel que me regalaste luego de un día estresante en el que tuve una pesadilla a la noche. Fue bastante tranquilizador, prácticamente porque lo escuché con tanta atención y minuciosidad que no me di cuenta que había amanecido en la ciudad hasta que la canción finalizó.

Más tarde me fijaré si este artista lanzará un nuevo CD con el cual pueda deleitar nuevamente mis oídos. Realmente hizo que me sintiera identificada, no te diré con qué canción ni de qué manera. Pero un día tal vez puedas saberlo.

Acabé una taza de café, además. De todos modos, eso no evitó que terminara durmiendo como un bebé al terminar de tomarlo.

Hoy tuve el impulso de ir nuevamente a la biblioteca en busca de más libros para quemar el poco tiempo libre que me queda luego de un exhaustivo día de trabajo. Encontré varios clásicos, entre ellos literatura Japonesa… cosa que me recordó a mi segunda tierra natal, los suelos nipones.

Y para no dar demasiadas vueltas, ¿Qué hay con papá?

Snade Desconectado
« Respuesta #7 en: Octubre 12, 2014, 06:34 pm »

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Re:Diosa de la caza
« Respuesta #7 en: Octubre 12, 2014, 06:34 pm »
Perdón por el doble post , pero era necesario.

CAPITULO CUATRO


Pasaron unos cuantos días desde la última carta que había enviado a mi madre. Aun tenía esperanza de que ella respondiera alguna de todas, a pesar de que tal vez la había herido muchísimo con mi terrible conducta luego de todo el sacrificio y esfuerzo que hizo para poder criarme como la madre soltera que había sido.  Seguramente no se había dignado en escribirme desde el primero de Agosto por las mismas razones.
La verdad es que siento muchísimo en el fondo de mi corazón haber lastimado a todos de esa manera tan frívola y cruel; más aun cuando fue el turno de verla por última vez en aquel avión privado que luego me traería a este país Británico. Más que nada por la metamorfosis que tuve que hacer forzosamente para intentar, de una manera pésima, ocultar muchas de las verdaderas razones que me lastimaban y por las cuales me iba –conjuntamente con otros motivos–. Llegué a cortarme el largo cabello que tenía con un cuchillo y luego dárselo en la palma de la mano a mi padre, como diciendo que ahora la nueva Artemis (Liza) iba a ser la que predominara en mi vida a partir de ese día.

Me merezco una cachetada, hasta hoy. Y una bien fuerte.

Luego de una semana de esperar y no obtener respuesta, decidí que lo mejor era salir y recrearme para distraer un poco mi desconsolada cabeza.  Ya había pasado un tiempo considerable, por lo menos para mí, y necesitaba hacer lo que fuera, incluso si eso era trabajar hasta demasiado tarde e irme de misión por un montón de tiempo en el que seguramente estaría aguardando la tan ansiada carta a nombre de “Grace Taylor”.
Como los del trabajo parecían no depender de mis servicios por esta vez y desde unos varios días de corrido, aunque seguramente me llamarían pronto para algo , me puse en acción a planificar rápidamente lo que haría para entretenerme antes que algún superior tuviera la maravillosa idea de arruinar todas mis ideas.

Tomé una libreta del cajón de la mesita de luz que estaba al lado de mi cama y un bolígrafo de tinta azul del mismo lugar. Acto seguido, escribí las cosas que quería hacer para recrearme en una lista, lo primero que se me venía a la mente, cualquier tontería al azar. Una vez que consideré que la lista estaba lo suficientemente larga y completa para mi desorbitado gusto, descarté algunas opciones y mantuve otras, tachando las que eran improbables que hiciera en el mismo día. La verdad es que ir sola a algunos de los lugares que deseaba visitar, era muy aburrido.

Aprovecharía que era de día para ir a visitar el famoso “Temple Bar” de Irlanda, uno de los barrios más carismáticos de la capital y repleto las veinticuatro horas de turistas dispuestos a ociar y gastar su dinero en restoranes, pubs y cerveza… Aunque eso era más de la vida nocturna; mientras los rayos del sol estuvieran presentes, el “Food Market” y el mercado de libros de segunda mano estaban a mi alcance. Luego disfrutaría de las primeras cosas que mencioné, cuando se hiciera de noche.
Luego también se encontraba la calle O´Connell, que por razones de tiempos –laborales y emocionales–, nunca pude terminar de recorrerlo como a mí me hubiera gustado. Eso sí, esta avenida siempre, pero siempre que fui, estaba repleta de gente. Después de todo, es una de las calles de tienda principales, junto con la “Henry Street” y “Parnell Street” (conectan con “O’Connell Street”).  En O’Connell puedes encontrar numerosos monumentos, especialmente el de una aguja gigantesca que su color metálico permite fundirse con los tonos azules del cielo, un detalle bastante bonito.

En fin… me quedaba bastante por recorrer y todavía siquiera había salido de mi casa para eso.

Mencionaré lo que quedó en la lista tal cual como estaba escrito:

-Terminar de recorrer “O´Connell Street”.
-Comprar libros.
-Ir a ver artistas callejeros en “Grafton Street”.
-Tomar algo en “Bewleys's Oriental Café”.
-Cenar en algún local de “Temple Bar”.
-Ir al cine.

Me puse unas zapatillas coquetas de color negro con una franja blanca al costado y dejé mi hogar para emprender mi mini aventura en la ciudad que habían elegido para mí para vivir.
Tomé un bus que me dejaba directamente en la calle O’Connell y dejé pasar unas cuantas cuadras de la avenida hasta llegar al punto que me había quedado la última vez. Era Increíble la cantidad de negocios que copaban la zona, y yo con poco efectivo para gastar, pues todo lo que veía quería para mí. Recordé que estaba allí solamente para curiosear y no para derrochar dinero en unos cuantos caprichos; para invertir en caprichos se encontraba la venta de libros de segunda mano en “Temple Bar”.
Pasada una hora de estar caminando, vi en la distancia a la persona que menos quería cruzarme ese día y peor aún, que me llegara a reconocer entre todo aquel gentío. Era la primera vez que me quedaba paralizada de la sorpresa. Di la vuelta para irme por el lado contrario, con disimulo, según yo, y así alejarme o tomar otra ruta… Pero yo quería seguir. Lamentablemente, mi primer destino se arruinó por este tipo.

A este sujeto lo describiría como un “infeliz”, en resumen. Y lo mencioné en alguna de las cartas que le envié a mamá.
No sabía su nombre verdadero, puesto que en la organización “Sombras perdidas” solo nos conocíamos y llamábamos por nombres código que nos asignaban nuestros superiores, para así preservar nuestra identidad ante los demás miembros y ante algún conflicto que surgiera, no nos fueran a buscar para rematarnos como animales. Nadie en ese ambiente era fiable; no existían las amistades, las relaciones interpersonales… solo intentábamos ser compañeros para sobrevivir en las misiones y salvarnos de una muerte muy posible y próxima, aunque no faltaba el maldito traidor que abandonaba a su suerte a algún pobre desgraciado para resguardar su propia humanidad.  En fin, el nombre ficticio de él, según mi recuerdo, era “Jeshua”. Y si se lo están preguntando, el mío era “Freischütz”.
Jeshua era, obviamente, por el personaje religioso más importante de todos los tiempos. Y obviamente, también era una inmensa ironía, pues su personalidad, se podría decir, como buen sicario, era todo lo contrario de lo que se podría esperar de un buen hombre. Tiene merecido todos los insultos de todos los colores del mundo. Un sujeto despreciable e insoportable por donde lo miraras. Sí, un infeliz, en definitiva. ¿Y saben que es lo más horrible de todo esto? Es que a pesar de ser tan indigno, había veces que me caía bien. Seguramente por su atrevido humor negro, o por aquella lengua sin pelos.

De repente, sentí una mano en el hombro. Una mano grande, masculina. No quería ni voltear para ver de quien se trataba, aunque ya sabía de quién era. Tan solo rogué internamente por mi vida para que a este tipo no se le ocurriera volarme la cabeza por cualquier estúpido motivo en frente de todas las personas en la avenida.

—Hermosa Freischütz — Me habló con aquel tono tan coqueto que solía poner cuando se dirigía a alguien que le resultaba interesante. Sí, se me heló la sangre en un santiamén.

Alcé la vista. Entrecerré los ojos, dispuesta a quebrarle el pescuezo si era necesario.

—Que grata sorpresa— Hice el tono de voz más frío que podía poner, todo para que se alejara lo más pronto posible y no me siguiera dirigiendo la palabra. Definitivamente no quería tenerlo cerca por nada en el mundo; aun me quedaban cosas por hacer en la listilla.

—No tienes porque mostrarte tan falsa conmigo, cariño —Me tomó de los hombros y me dio vuelta para quedar cara a cara con él. Tenía mucha fuerza. Estaba usando unos lentes de sol azul, bien oscuro — Después de todo, no podemos hacer una pareja mejor… en el trabajo — Largó uno de sus chistes odiosos, de esos que te daban ganas de volarle la cabeza de un disparo.

—Te agradecería que me soltaras y siguieras por tu camino. Gracias. — Cortante. Sino no me lo sacaba más de encima.

—No, no, no. Ahora que por fin nos encontramos fuera del horario de trabajo, lo mejor sería acompañarte a todos los lugares donde planeabas ir. Una señorita no puede andar sola por ahí, en la gran ciudad, exponiéndose con todos los peligros que habidos y por haber en la calle, más aun en una avenida tan concurrida como lo es esta.

Como veía que esa conversación no iba para ningún lado, me solté bruscamente de su poco delicado agarre y seguí andando en la dirección correcta para terminar de conocer las tiendas y tienditas.

— ¡Freischütz! No tienes porque ponerte así. Ya sabes cómo soy yo — Ni siquiera le eché una ojeada, pero oí como se aproximaba a paso firme hacia mí. Ya comenzaba a ponerme a la defensiva — Hermosa Freischütz, en verdad.  ¿Qué tal una cita, eh? No sería mala idea para comenzar un día soleado en mi día libre, por lo menos para mí. ¿Qué mejor que tener al lado a una hermosa mujer que parece tan delicada como una rosa en invierno y es tan mortal como la mordida de una cobra?

—Ya cállate. No quiero saber que te refieres a mí por ese estúpido nombre — “Freischütz” —, y mucho menos que estés mencionando esas cosas en voz alta por la calle. No sé cómo eres, solo como te muestras, y lo que muestras es la personalidad de un cínico y un pobre idiota. Ya que pareces provocarme, si sigues molestándome te haré saber por las malas que tan mortal como cobra puedo llegar a ser… Ya te he dicho por las buenas que no quiero saber nada de ti, no me obligues a hacer lo que los dos sabemos de que soy capaz — Sonreí un poco sádica.

Se puso realmente serio. Suspiró pesadamente y pasó sus dedos por los pequeños mechoncitos de cabello que caían sobre su fino rostro, luego cruzó sus brazos para después sonreír de una forma pícara e irritante.

—Bien, pero antes de irme, tengo que decirte una cosa — Volvió a suspirar — Si crees en verdad que soy una mala persona por nuestro oficio, estás muy equivocada. Si bien las acciones de una persona definen lo que es uno, yo puedo asegurarte que nunca sería capaz de hacerte algo malo, aun si tuviera el impulso.

Pude apreciar como tragaba duro ante esa especie de confesión. Cada vez la situación se tornaba más incómoda y mi sensación de estar perdiendo el tiempo de hacía mayor.

— ¿Cómo puedo confiar en alguien que veo hacer atrocidades casi todos los días? Asienta la cabeza, por el amor de Dios. Aparte, yo que sé como en verdad eres, como ya te dije; en la organización nadie es como es.

—Te haré ganar mi confianza.

— ¿Para qué? ¿Cuál es tu propósito?

Silencio absoluto.
Se arrimó de nuevo, pero esta vez me tomó con delicadeza y de la cintura, acercó su rostro a mi oído y susurró algo tan bonito que hasta el día de hoy puedo recordar.

—Mi propósito es que me acompañes hasta, incluso, el mismo fin del mundo. Que me ames tanto como yo a ti; y no quieras que la muerte te de un beso y luego tu se lo debas devolver, porque esos labios merecen ser solamente rozados por otros que estén llenos de vida.

—No quiero seguir escuchando más… — Por alguna razón me estaba convenciendo a dejarlo disfrutar unos momentos de mi compañía, unos cinco minutos solamente.
>>Y lo que decía me llenaba profundamente de un amor romántico que creí extinto en mi vida… Después de todo, nuestra relación de amor odio, era muy marcada en el trabajo; y sentía realmente que podía empezar de cero en Dublín con esta persona. Pero estaban sus contras, que eran más que los pros. Eso me entristeció enseguida.

—Si me das una oportunidad, hoy te haré saber lo que es la diversión — Parecía suplicante, así que finalmente accedí.

Caminamos un buen rato por O’Connell hasta que los pies no nos dieron más, todo en un silencio abrumador e incómodo que alguno de los dos debíamos romper, pues desde que él había dicho sus últimas palabras , no había articulado ninguna más , seguramente para no molestarme o arruinar el momento que parecía ser pacífico.
Por dentro, yo libraba una batalla interna. Una de las razones por las cuales me había ido de Japón, no la más importante, pero si una de las principales, era por una desilusión amorosa; una desilusión tan terrible que llegó a crearme una profunda depresión con la que tengo que lidiar hasta la actualidad. Fue una experiencia tan dolorosa que me hacía saltar las lágrimas aun en Dublín cada vez que me acordaba de ello. Es espantoso enamorarte de alguien, sabiendo que puede ser un amor imposible, y saber que es difícil ser correspondida por él. El amor duele.
No quería que nuevamente esa espina en el corazón volviera a enterrarse aun con más profundidad, que lo hiciera sangrar de una forma tan cruel. Tan solo deseaba de una vez que esa molestia desapareciera por completo, que se fuera por el lugar de donde había venido. Y no era realista pensar que eso iba a pasar si permanecía al lado de una persona de la cual siquiera conocía su nombre verdadero, que además era compañero de equipo de matanza y que sabía que podía correr un grave peligro estando a su lado, no sólo porque prácticamente era un desconocido, sino por la cantidad de enemigos que uno hacía en ese medio.

Antes que la tardecita callera, a eso de las cuatro y media de la tarde, pronuncié mi primera palabra en horas.

—Vamos a “Temple Bar”. Necesito comprar un par de cosas ahí.

Jeshua sonrió y nos desviamos para allá.

Con mi miraba buscaba una librería de libros usados, hasta que hallé no una sola, sino unas cuantas. Mis ojos se iluminaron con tanta intensidad, que hasta mi compañero híper molesto se dio cuenta en un santiamén.

—Parece que te gustan demasiado los libros… Pero para eso ve y cómprate unos nuevos — Antes que dijera algo más, cayó en la cuenta y prefirió quedarse callado antes de volver a hablar tonterías — Digo, para que te duren más.

Entró conmigo a uno de los negocios y comenzamos a revolver. Hablo en plural porque él parecía que también quedó enganchado con la idea, pues se lo veía más emocionado que yo buscando en las pilas de libros de las que algunos sobresalían sus páginas viejas y amarillentas.
Mientras que yo dirigí especialmente mi atención a la sección de novelas rosas, él encontró uno que lo mantuvo entretenido por un buen lapso en la sección de poesía. La tapa era dura –creo–, y de un brillante color blanco. No estaba tan gastado, a excepción por sus esquinas, que denotaba el uso que le habían dado. Sin embargo, podría considerar que se encontraba casi nuevo.

Cerró el libro de repente y fue hacia la caja y lo pagó, entusiasmado de poseerlo apretado contra su pecho, como una quinceañera que consiguió una carta de amor de su querido chico. Por un momento creí que se iba, pero solo se recargó contra la pared del lado de afuera del negocio y abrió su nueva adquisición.

Unas horas más tarde, cuando estaba haciéndose de noche, antes que cerrara el local, fui a pagar los libros que seleccioné después de horas de estar leyendo minuciosamente los resúmenes y algunas oraciones al azar. Jeshua continuaba allí, pero esta vez sentado a un costadito en uno de los dos escalones. Ya casi terminaba su material de lectura, le faltarían dos hojas.
    
— Freischütz… — Me llamó suavemente, pero lo suficientemente firme como para captar mi atención rápidamente —  ¿Alguna vez leíste alguna canción desesperada? O una poesía que creas que te describa perfectamente, de una manera sublime, detallada y que te haya, sobretodo, llegado al alma. O alguna que los demás te hayan dicho que plasma en una hoja de papel como te ven, sea exterior como interiormente.

¿Por qué cuando se ponía en esa actitud me resultaba realmente sensible y atractivo?

—Ninguna poesía, canción, obra o persona pudo saber definir correctamente todo en una sola cosa lo que yo represento, algo con lo que me pueda sentir completamente identificada. Pero por separado han cumplido su propósito de mantenerme entretenida, angustiándome en el proceso , alegrándome tal vez de que alguien haya captado el río de emociones internas que fluyen dentro de mí en un pequeño fragmento de escasa duración — Le clavé la vista en los ojos — ¿Por qué lo preguntas?

—Yo te veo plasmada en las poesías de Pablo Neruda — Me mostró el libro que había obtenido: “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” — La primera me convenció de que eras un ser perfecto, aun con tu actitud para conmigo — Nunca lo había notado tan rojo de la vergüenza en todo lo que llevábamos conociéndonos — Pero para eso debería verte desnuda…

—Ya la arruinaste — Fruncí el ceño.

—Fíjate en lo positivo, mujer. Te estoy diciendo que eres más que perfecta para mí, que es así como yo te veo; que aun si estuviera ciego, sería capaz de notarlo a kilómetros de distancia.

—Parece que te afectó la “Canción desesperada”.

— ¡Y no sabes cuánto! Pero este sentimiento lo tengo desde antes de leer el maldito libro, Freischütz. Tengo ese sentimiento de irme para luego volver a encontrarte de nuevo.

— ¿No querrás decir un simple “Te amo”?

—Puede ser… Pero es mucho más intenso que eso — Hizo una pausa — Te contaré un secreto al final del día.

No, definitivamente no quería lidiar con un secreto. No estaba preparada. Suficiente ya tenía con los míos.

—Olvídalo, Jeshua.

—No es algo que deba ser un peso para ti. Tiene que ver algo conmigo.

—Y pretendes que yo te diga algo mío a cambio ¿No?

—No es así… — Lo interrumpí.

—Ya te dije, va a tener que pasar un buen tiempo hasta que yo pueda considerarte alguien totalmente diferente a lo que muestras ser.

—Y yo he aceptado.

—Perfecto.

—Perfecto.

Maldito desubicado.

— ¿Qué compraste?

—Te recuerdo que no estamos en el cuarto de interrogatorios — Rechiné los dientes, completamente odiosa. Me había crispado los nervios y eso era poco en comparación de lo que verdad sentía. Tenía sentimientos encontrados; mi corazón latía fuerte por motivos desconocidos.

—Solo es curiosidad, Freischütz. Aparte sería justo que me dijeras, porque yo ya lo he hecho y no sería nada agradable que luego esté extorsionándote descaradamente para que lo escupas.

—Bastardo — Mascullé a lo bajo — Te lo diré en el camino.

Ahora ya ni ganas ni voluntad poseía para ir a comer o beber algo en algunos de los pubs o restoranes del “Temple bar”. Tan solo quería irme a mi casa a tirarme un rato y esperar hasta el amanecer para dormirme, como acostumbraba a hacerlo todos los días desde mi época de estudiante de secundaria en Alemania.
Este sujeto se asemejaba mucho a un vampiro: chupaba la energía de una a velocidades desorbitantes y récords.

Ya era de noche. Recordé, entonces, que mis pies traicioneros me conducían hacia la parada en la avenida O’Connel l, del lado del frente, para irme directamente hacia mi pequeño departamento.  No deseaba bajo ningún aspecto de la vida que Jeshua supiera donde moraba , más que nada invadida por el miedo de hacerme la sola idea de que si se enojaba conmigo , era capaz de empuñar un arma y matarme a sangre fría como si solo se tratara de una liebre saltarina desprotegida en su hábitat.

—Bueno. Ya sabes cómo son las reglas — Paré el paso — Yo me voy por un lado. Tú por el otro.

Las luces delanteras del bus se aproximaban cada vez más a la parada. Estiré mi brazo antes de que llegara hasta mí.

—Llámame Mustanen Kakko.

Me mostré súper sorprendida. Buena entendedora a pocas palabras: estaba corriendo el riesgo de decirme su nombre verdadero. Con que eso se traía entre manos…
Eso hizo que mis ojos se llenaran de lágrimas. Era un gesto muy dulce.
Observé su expresión triste, suplicante de que yo dijera algo para tener su aprobación. Buscaba desesperadamente mi cariño, como yo también lo hacía con otras personas.

—Yo…

Luego de eso, un beso. Uno fugaz.

— Yo me voy por un lado. Tú por el otro. Para luego volvernos a encontrar — Mustanen sonrió, se despidió de mí con la mano y se retiró lentamente.

Toqué mis labios con los dedos, sin palabras.
El bus abrió sus puertas, subí a él, perpleja.

—Mustanen Kakko— Susurré con dulzura una vez sentada.

Olvidé por completo lo de las cartas por ese día.

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