Otro relato trillado xDD. Igual, si lo leen que bien, si no... ni modo.
Cita: “El lado nocturno del alma humana donde emerge el rostro tenebroso... Amigos.
Me moví un poco y lancé un gemido de dolor. Debajo de mi espalda pude sentir las duras tablas que lastimaban esa parte de mi cuerpo. De hecho, me dolía todo, incluido el rostro, el que me palpitaba horriblemente. Mis ojos cerrados cegaban mi visión.
Levanté los párpados con la intención de ver en donde estaba, pero sólo pude abrirlos en una delgada línea. Volví a soltar otro gemido al darme cuenta que tenía todo el rostro inflamado y que mis ojos se perdían en esa insólita condición.
La delgada línea que era mi visión, se concentró borrosamente en el techo, luego fue moviéndose hacia un lado hasta bajar por lo que parecía la pared, aunque no fue mucho lo que vi de ella porque enseguida aparecieron delante de mi mirada unos barrotes. Una especie de puerta fabricada con barrotes…
“¿Barrotes?” preguntó mi mente. Me incorporé de aquellas tablas que lastimaban mi cuerpo para quedar sentado sobre ellas y ahora el gemido que brotó de mi garganta fue un pequeño grito de agonía. Al examinarme, me di cuenta que estaba todo golpeado. Había sangre seca sobre mi camisa y en mis manos, las que me vi estupefacto.
Me puse de pie y un fuerte mareo me hizo tambalearme, pero no me importó eso, sino el hecho de que estaba en… una celda. Miré a mí alrededor constatando que aquel cuarto semioscuro, maloliente y reducido, era la celda de una prisión.
Sin entender nada del porqué estaba en una celda, caminé tambaleante a la puerta de barrotes y cogiéndome de dos de ellos con ambas manos, grité algo asustado:
— ¡Hey! ¿Hay alguien allí? ¡Oiga! ¡Quien sea! ¿Me escucha?
— ¡Deja de gritar!—ordenó molesto uno de los presos. Miré las celdas enfrente de mí y descubrí a otros compañeros de prisión, los que me miraron molestos.
Eso fue suficiente para hacerme regresar a la cama, cuyo colchón era una delgada, sucia y usada colchoneta que no servía para ablandar las tablas que consistían la base de la cama.
Me llevé las manos a las sienes tratando de recordar las horas pasadas, pero mi mente estaba en blanco. Lo único que podía recordar era que había salido del departamento, me había trepado a mi auto y conducido al conocido bar en donde pasaba metido casi todos los fines de semana. Sí, tenía cierta debilidad por el vino, pero nada que no pudiera controlar.
Siempre sabía controlarme lo suficiente como para regresar al departamento, el que compartía con mi mejor amigo Fernando. Teníamos la misma edad.
Fernando…
¿Y dónde estaba Fernando? Él siempre acudía a rescatarme cuando me metía en problemas y por lo que pude observar, me había metido en un gran problema. Me esforcé por recordar si había armado una pelea en el bar, pero mi mente continuó empeñada en no dejarme ver nada de mis recuerdos de las últimas horas. Quizás me había estampado contra un poste. Quizás… Ah, lo que fuera, no podía recordar.
Volví a recostarme tratando de tranquilizarme. ¿Para que preocuparme? Fernando vendría en mi rescate. Él y yo éramos como hermanos. Siendo hijos únicos, nos habíamos hecho amigos desde pequeños. Habíamos crecido juntos pasando todo tipo de aventuras.
Sonreí un poco ante los recuerdos. Como ese recuerdo cuando teníamos unos diez años y me salvó de un gran perro que me perseguía por las calles porque me odiaba. Jamás supe por qué me odiaba ese perro. Nunca le hice nada malo. O ese otro recuerdo donde ya éramos adolescentes. Fernando y yo habíamos ido de vacaciones a una isla y en el recorrido para conocer los puntos de interés, él y yo nos habíamos separado del guía que dirigía al grupo y decidimos explorarla por nuestra propia cuenta, sin saber que en cierta zona, había arenas movedizas.
Yo fui quien cayó en una y de no haber sido por Fernando, quien me sacó de la arena que me tragaba con maliciosa rapidez, hubiera muerto. Mi sonrisa se amplió cuando recordé que un par de días más tarde, yo lo salvé al caer él de la borda de una lancha, la cual habíamos contratado para que nos diera un pequeño recorrido por la costa de unas islas a donde solamente se podía llegar por este medio.
En ese entonces, Fernando no sabía nadar, pues jamás le había interesado aprender, hasta después de ese accidente, así que me había tenido que lanzar al agua para salvarlo.
Sí, formábamos un gran equipo para cuidarnos mutuamente. Nos ayudábamos en todo. Ahora estudiábamos la universidad. Por supuesto, él tenía una novia. Yo no. Por el momento, mi único interés era sacar buenas notas y divertirme los fines de semana en ese bar.
El sopor hizo que entrara de nuevo en el sueño. Me dejé sumir en éste. No tenía caso preocuparme. No podía recordar nada. Confiaba en que Fernando se hiciera cargo de mí pronto y me sacara de aquí.
Un ruido estridente sobre los barrotes me hizo abrir de nuevo los ojos y me senté con rapidez. La luz del sol no entraba por la ventila situada en la parte superior de la celda como la vez anterior que había despertado. La luz artificial alumbraba el pasillo situado entre la hilera de celdas a ambos lados. No sé cuánto más había dormido. Sólo sabía que seguía mal herido y continuaba en prisión.
— ¡Acércate, muchacho!—me gritó el guardia, quien había sido el que golpeara con su macana los barrotes para despertarme— ¡Hora de que vayas a las duchas!
—Guardia—le dije cuando me acerqué a él— ¿Qué sucede? ¿Por qué estoy aquí? ¿No sabe si ha venido mi amigo? ¿O tal vez mis padres?
La fría mirada del guardia me recorrió de cabeza a pies. Su desprecio me hizo estremecer. Al hablar, lo hizo con voz fría:
— ¡No hables! ¡Está prohibido hablar! —abrió la celda y me hizo salir golpeándome con la macana.
— ¡Oiga!—protesté algo indignado. Aunque más asustado— ¡Sólo quiero saber qué hice! ¿Por qué se me tiene aquí?
— ¡Qué guardes silencio!—volvió a ordenarme y una lluvia de macanazos cayó sobre mí. Los golpes aumentaron el dolor de mis heridas— ¡Fórmate en silencio!
Había otros guardias presentes y ellos rieron ante mi maltrato. Los otros prisioneros se habían formado haciendo una fila a lo largo del pasillo. Me formé sin decir nada más. El miedo ante las armas que los guardias portaban me hizo ser obediente…
Que las armas portaban…
Me estremecí de terror. Por alguna razón el mirar esas armas me trajo un vago recuerdo de mi propia arma. Una pistola que siempre tenía oculta debajo de uno de los asientos de mi auto.
— ¡Por favor!—musité sintiéndome de pronto desmayar— ¡Díganme por qué estoy aquí!
— ¡Silencio, maldito renegado!—Ahora no fue un guardia el que descargó golpes sobre mí, sino dos— ¡Aquí harás lo que decimos!
Enseguida nos empujaron a todos obligándonos a avanzar por el pasillo, conduciéndonos por otros hasta hacernos entrar a una gran estancia. En ésta había varias regaderas que sobresalían del techo. Se nos hizo desnudarnos a todos y la humillación impuesta me hizo arder de ira e impotencia, más al sentir que de pronto el espacio entre los presos y yo era muy pequeño y por ello teníamos que rozarnos unos a otros.
Casi enloquecí de asco. Ni siquiera me importó que el agua que caía de la regadera sobre mí, lastimara las heridas de los golpes que tenía por todo el cuerpo, sino el hecho de que noté la lasciva mirada de más de un preso recorrerme con… lujuria.
“¡Fernando!”, grité en silencio, atemorizado por aquellas miradas.
“¡Amigo mío! ¿Por qué no has venido por mí?”.Me enjaboné lo más rápido posible apartándome de aquellos roces. Al terminar, un guardia me dio un uniforme de preso y me lo puse sin secarme. No había toallas. Se me ordenó ir a un lugar en la estancia y esperar allí.
Una vez terminaron los demás, nos condujeron por los mismos pasillos, tomamos otros desconocidos que nos desembocaron al gran comedor. Ya para entonces, la luz del sol entraba por las ventanillas situadas en la parte superior de las paredes iluminando el interior de este horrible lugar.
Estaba a punto de tomar asiento ante una larga mesa cuando un guardia me llamó:
— ¡Felipe Vallarta! ¡Tienes visita! ¡Dirígete a la puerta dos!
Sintiendo mi corazón saltar de lo que pareció ser alegría, obedecí rápidamente. En la puerta dos un guardia me dirigió a la sala de visitas y en el camino suspiré varias veces. Finalmente Fernando venía por mí.
Pero la decepción fue grande cuando al llegar al cuarto de visitas, un desconocido me esperaba. Se presentó como mi abogado. ¿Para qué necesitaba un abogado? Nos sentamos ante una mesa pequeña, uno frente al otro y aclarándose la garganta, comenzó a hablar. Y lo que me dijo, no tuvo sentido:
—Muy bien Felipe. Es un alivio haber conseguido entrevistarme contigo tan rápido. El caso es grave, pero ya estoy trabajando en éste y tomando las atenuantes de tu caso, se puede alegar pérdida de razón. Es verdad que con esto pasarás directamente al instituto mental, pero una vez que obtengas algunas sesiones de terapia, puedes salir quizás bajo fianza. Tus padres están de acuerdo en que…
— ¡Un momento!—lo interrumpí mientras con manos temblorosas daba masaje a mi cabeza que intentaba estallar. Un sin fin de pensamientos turbios y desordenados danzaban en mi mente y lo que más me aturdió, fue la imagen de mi arma— ¡Explíqueme que ocurre y por qué estoy en prisión!
Mi abogado me miró sorprendido.
— ¿Cómo?—preguntó con voz atenuada— ¿No sabes por qué estás aquí?
— ¡Con un demonio!—grité con ira— ¡Si supiera no le estaría preguntando!
Uno de los guardias que nos vigilaban, dio unos pasos hacia nosotros con rostro amenazante, pero el abogado le hizo una seña al momento de ordenarme:
—No grites. Si no mantienes la calma, te harán retirarte y conseguir otra entrevista así de rápido será difícil—Traté de obedecer, pero era tanta mi impaciencia que me dolió el estómago. La mirada del abogado quedó fija en la mía al preguntarme—: ¿De veras no recuerdas lo que sucedió?
Negué con la cabeza. Un fuerte nudo en la garganta me impidió hablar. Por otra razón extraña, pareció que perdí el habla. Mi quijada se tensó dolorosamente. El abogado se aclaró de nuevo la garganta y su boca lanzó palabras que formaron frases al principio incomprensibles, pero a medida que me explicaba, las imágenes en mi turbulenta mente se hicieron fijas y claras a medida que se iban acoplando armoniosamente con aquellas frases.
Y lo vi todo.
Yo saliendo de aquel bar. Más ebrio que nunca. Me vi trepar al auto, el cual encendí como pude, batallando incluso para insertar la llave en el encendido. Después miré borrosamente las calles por donde circulé en zigzag. Calles que por fortuna a esa hora de la madrugada, estaban vacías. A ciencia cierta no sabía a donde iba. Sólo sabía que tenía que ir a algún lado. Que alguien me esperaba.
Entonces detuve el auto cuando me subí a una banqueta y sonriendo como estúpido, balbuceé cosas sin sentido. Y así balbuceando, miré aquella figura alta y seria acercarse al auto. Mis ojos parpadearon nublados cuando la figura de ese muchacho se detuvo ante la ventanilla de mi lado y con voz también seria y airada, me dijo:
— ¡Mira en que condición te encuentro, Felipe! ¡Así jamás llegarás al departamento! ¡Lo peor es que estás arriesgando tu vida! ¡Muévete! ¡Yo manejo!
Me moví al asiento del copiloto sin dejar de decir incoherencias. El sujeto tomó mi lugar y movió el auto bajándolo de la banqueta mientras continuaba con su censura:
—Ya no deberías de beber de esta manera, Felipe. Tu organismo no tolera más el alcohol…
Ah, qué tipo tan más quejumbroso. Metí la mano debajo del asiento y tomé el arma que ocultaba allí y con ésta, le disparé en la cabeza a…
¡Al amigo de mi infancia! ¡A mi mejor amigo! ¡A mi hermano!Me levanté anonadado de la silla. Las lágrimas brotando sin control de mis ojos mientras el resto de las imágenes se situaban en el lugar preciso.
La policía llegando al lugar de los hechos y al arrestarme, la resistencia puesta por mí, lo que provocó que cayeran golpes a diestra y siniestra sobre mi persona.
Pero eso no fue nada en comparación a lo que estaba sintiendo en este momento.
—¡¡Fernando!!— grité cayendo de rodillas al suelo, sintiendo como mi corazón se rompía en pedazos, sintiendo el deseo de morir allí mismo. Me tiré al suelo y me revolqué de pesar—¡¡Fernando!!
Su nombre repitiéndose una y otra vez en mis labios. ¡Jamás me perdonaría semejante atrocidad!
¡¡¡Nunca!!!Fin de la cita: ... De una psique enterrada en las profundidades del ser”. ------------------------------------------------------------------
Saludos xD