Japón no tardó en llenarse de noticias de asesinatos sangrientos en masa de yakuzas y otras mafias que estaban vinculadas con la “muerte” de Artemis y la de su madre Grace. Literalmente, masacres, que parecía que los habían efectuado un grupo comando especializado, cuando en realidad se trataba de una simple chica que sabía cómo reventarte hasta con un bolígrafo.
Cada vez que Artemis mataba a esos tipos, se bañaba en sangre, literalmente. Y amaba esa sensación de tener el poder.
Muchos de ese medio tenían miedo de la desconocida homicida. Aunque ella solo mataba a los que habían estado relacionados con su falsa muerte, el atentado al hospital, el asesinato de su madre y la mafia Alemana.
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—Por mí no hay problema. Verás que escogeré un traje muy elegante y sexy a la vez. Y una corbata preciosa que combine con tu piel , cabello y ojos — Le revolvió el pelo juguetonamente.
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Artemis solamente lo miró. Entrecerró los ojos y largó un “tsk”. Volvió su mirada terriblemente asesina a Nagisa y le pegó un cachetazo. Nunca les pegó a sus hijos.
—Si tu hermano te dice que te rompas la cabeza con un martillo, ¡¿TE LA ROMPERÁS?! ¿O harás algo mucho peor que eso? — La agarró del brazo y la acercó bruscamente hacia ella para clavarle la vista — ¿Te tuve para que te lances de un puente? Quieres morirte, hazlo entonces.
Nagisa agachó la cabeza.
—Lo siento. No lo haré nunca más. No quiero morirme. Fue una tontería lo que hice. Y no quiero ser malagradecida con eso.
Artemis la soltó.
—Perfecto.