Capítulo 2.- ¡TÚ!
Como cualquier otra mañana desde hacía unos meses, se duchaba, desayunaba y cogía su maletín para encaminarse a la empresa de la que -por razones no deseadas- tuvo que hacerse cargo. Normalmente tomaba su BMW M3 negro y tardaba 8 minutos en llegar a Uchiha's Corp, empresa de software conocida mundialmente. Sin embargo, quizá el nubloso día que se alternaba con claros deslumbrantes, o quizá un mal presentimiento nada más levantarse, lo invitaban a pensar que había algo en aquella jornada de lunes que no sería la misma.
Efectivamente, nada más montarse en el auto este no arrancaba. Pero como no podía pararse a ensuciar su impecable traje, ni demorarse en ver qué mal le iba al coche, decidió ir a pie hasta la empresa; una importante firma se reuniría con él esa misma mañana. Haciendo uso de su intachable forma física -conseguida cada tarde en el gimnasio de su casa-, se encaminó a paso firme, casi corriendo. Qué mal hiciste, Sasuke Uchiha, debiste haberte quedado a ver que el coche no arrancaba porque dejaste las luces encendidas la tarde anterior y no quedaba batería.
Nuestro joven y atractivo moreno paró un segundo a pedir un café para llevar y continuó con su camino, no sin antes llevarse el número de la camarera anotado en el borde del cartón. "Baratas", pensó él. Comenzaba a oscurecerse el día, quizá lloviera de nuevo, y mientras cruzaba el paso de cebra tomó un sorbo de su café, comprobando que sabía aguado, por las recientes gotas que ahora caían. Miró al cielo refunfuñando por no haberse llevado paraguas, y un estruendo chillido de ruedas derrapando lo alertó a su izquierda.
El Uchiha volteó y pudo distinguir una mata de pelo rosado y la cara de pánico de la conductora, quien luchaba con el volante por girar lo máximo posible y evitar la tragedia. Pero no fue así.
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Sakura salió del coche temerosa, aunque la sangre fría de llevar tantos años en medicina, hasta operando muertos, la hizo conservar la calma. Consiguió girar lo bastante el coche como para golpear al viandante con la puerta del copiloto, pero este salió despedido unos metros chocando con el bordillo de una acera su cabeza, lo que la hizo alarmarse verdaderamente.
Mientras llegaba al cuerpo inconsciente, llamó a una ambulancia y se dispuso a atender, nerviosa, al primer paciente del día. Se agachó para evaluarlo y vio que el hombre podría tener su edad, rasgos marcados y masculinos, nariz perfecta, piel nívea y cabello rebelde y negro-azulado. Su pecho, que ahora respiraba con dureza, denotaba que estaba trabajado, por lo que la buena forma física probablemente hubiera resistido el impacto. El chico no estaba mal a primera vista, lo grave vendría cuando apartase su cabeza del bordillo.
Con sutileza, recordó cómo actuar frente a estas situaciones y giró la cabeza de su accidentado, saliendo un hilito de sangre a su paso. Suspiró aliviada, por suerte solo habría que darle unos puntos, y tendría fracturas en los brazos o costillas. Se dispuso a abrirle los ojos a modo de revisión, pero el Uchiha lo hizo antes que ella.
-Tengo prisa... Déjeme ir ya, loca al volante.- Dijo este, tosiendo con fuerza e incorporándose.
La Haruno se quedó sorprendida, esperaba que la insultara, o que se asustara por la sangre y el impacto, pero no que la pidiera marchar como si tal cosa.
-Discúlpeme, de verdad, no prestaba atención y... Mil perdones, no me denuncie, por favor... No puedo pagarle, pero si me da tiempo, quizá si... Yo... Lo siento mucho. Por favor, quédese a esperar a la ambulancia, soy médico en prácticas y sé cómo tengo que actuar.- Masculló una rápida disculpa, aún nerviosa. Aquel chico era muy atractivo, sus ojos verdes no podían desviar la vista de aquellos ónix, y ese aire tan duro al querer levantarse sin más...
-Déjelo estar, está bien, no necesito sus disculpas ni su dinero.- Acabó de incorporarse el pelinegro.
-¡Pero está sangrando! Espere de una vez por todas a la ambulancia, no me haga tener que inmovilizarlo.- Contestó la pelirrosa tajante.
La situación le resultaba cómica al Uchiha, cierto es que no podía olvidar el intenso dolor de su nuca, ni su golpeada espalda, pero que aquella insolente a a la que sacaba más de una cabeza le insinuase -no, le amenazase- con inmovilizarlo... Dejó escapar una carcajada.
-Mire, ya le he dicho que estoy bien, ¿ve?.- Dijo él moviendo los brazos y girando el cuerpo para que ella observase.
Sakura, tonta de ella, posó su vista en el trasero que se mostraba ante ella y las anchas espaldas. "Pareces una adolescente", se reprendió a sí misma sonrojándose.
-No, no lo veo.- Respondió firmemente, haciendo acopio de toda su dureza. Cogió al sujeto por las dos manos tras la espalda, y giró las muñecas de este de tal manera que sintiera una punzada de dolor si quisiera moverse.- Y ya puede estarse quieto si no quiere tener otro accidente, ¿ve?.- Usó el mismo tono socarrón que él antes había empleado.
Esto era el colmo, pensaba Sasuke, se estaba retrasando y esa mañana tenía una cita importante, algo que le daba igual a su molesta acompañante. Con rudeza, se liberó del agarre de Sakura, haciendo que ella frunciera el ceño sorprendida.
-Escúcheme bien, señora...
-Haruno, señorita Haruno.
-Señorita Haruno, bien, déjeme explicarle. Tengo mucha prisa y, seguramente, muchas más ocupaciones que atender que usted. Ya le he dicho que me encuentro perfectamente y no necesito ninguna atención médica. Si se queda más tranquila, de que acabe mi ocupada agenda iré a mi doctor. Mientras tanto, deje de entrometerse en mi camino, que bastante ha hecho ya con esa camioneta destartalada suya.
-¡No me lo puedo creer! ¡El paciente regañando al médico!
-Yo no soy paciente, y usted aún no es médico, dijo que estaba en prácticas.
-¡Me da igual.- Infló los mofletes.- Usted se quedará aquí, conmigo, el hospital se encuentra a tan solo unas cuadras. No insista, porque yo también soy muy testa...
El pitido de un coche la sacó de su monólogo.
-¡Oigan! ¿¡Quieren quitar la maldita chatarra de en medio!?.- Gritó un conductor ofuscado.
Claro, el automóvil estaba en mitad de la carretera, obstaculizando el paso.
-¡Puede ir por otro lado! ¿No ve acaso que hay un accidentado?.- Su tono de voz delataba su creciente enojo, primero el grosero conductor la interrumpió, y luego llamó chatarra a su querida camioneta roja.
-¿¡Está loca!? ¡No hay nadie! ¡Deje de hacerse la imbécil y aparte su coche de ahí!
¿Cómo que no había nadie?... Un momento, giró para encarar a su anterior interlocutor, y no había nadie.
-Será malnacido.- Farfulló Sakura mientras subía a su coche y lo retiraba.
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-Se-ñor Uchiha, ¿se encuentra bi-bien?.- Inquiría preocupada su secretaria mientras su jefe pasaba a la oficina.
-No es nada Hinata, simplemente me caí.- Claro, el genio Uchiha, que estudió en Oxford, que ha heredado una de las más prestigiosas empresas del mundo, no podía admitir que se había quedado embobado mirando al cielo, dejando que lo atropellaran.
-Pe-Pero está sangrando...- Hinata, su secretaria desde hacía unos meses, se ocupaba de todo el papeleo que Sasuke dejaba. Trabajaba como la que más, por eso Sasuke la apreciaba y la tenía en su equipo. Era muy eficiente, aunque bastante tímida -aclaremos que Sasuke Uchiha intimidaba a cualquiera-. A pesar de levantar todas las envidias en el sector femenino de la empresa, Hinata Hyuuga nunca había intentado nada con su jefe; era consciente de que su atractivo levantaba pasiones, pero lo veía como un hermano. Habían estudiado juntos en la universidad y no era su tipo; él siempre estaba rodeado de atractivas mujeres que lo acompañaban como mucho durante un par de días, además, se enfadaba con facilidad y era algo gruñón y prepotente. Aun así, Hinata lo apreciaba y se resignaba a ordenar su papeleo con eficiencia y una sonrisa.
De la secretaria, digamos que tenía su atractivo. Su larga melena negra y sus ojos perlados la hacían ver realmente hermosa, era de complexión delgada y bajita, y siempre vestía trajes-falda, acordes con el protocolo de la empresa. Hinata era muy dulce, aunque no había encontrado al amor de su vida a sus 28 años, y pensaba que se la pasaría el arroz algún día no muy lejano.
-No te preocupes, no es nada, y no me tutees que hace años que nos conocemos.- Contestó Sasuke limpiándose la sangre seca con una toalla del baño de su oficina. Sí, excentricidades del Uchiha menor.
-E-Estuvo aquí Itachi, Sasuke-san.
-¿Qué quería ese malnacido?
-N-No te pongas furioso... So-solo quería pasarse a saludar, nada de negocios.- Conluyó ella con una sonrisa tranquilizadora. Debía admitir que las relaciones entre los dos hermanos nunca habían sido las mejores. Al fallecer los padres de ambos, el testamento sorprendió cuando era el hijo menor el heredero de la empresa y, por tanto, fortuna Uchiha (lo que enfrió sus relaciones). Aunque, a pesar de todo, Itachi podía mantenerse en su propia empresa de joyas que iba adquiriendo fama a pasos agigantados.
-Hmp. Sea lo que sea, no me da buena espina. Ya sabes lo que pienso al respecto de Itachi, y no solo yo, la policía también. Lo quiero lejos de esta empresa Hinata, tú también lo conoces.
Para todos era sabido que el mayor de los Uchiha estaba bajo sospecha de asesinato. Extrañamente, los padres de Sasuke fallecieron una noche en su domicilio, envenenados. Hinata estaba con Sasuke en el aeropuerto de regreso a sus casas -habían finalizado ya sus estudios-, cuando el jardinero del domicilia Uchiha, que ya se iba y se lo comunicaría a sus señores, llamó al teléfono alertándolo de que sus padres yacían sobre sus platos inconscientes. Cuando Hinata y Sasuke llegaron, los forenses dictaminaron la muerte de Mikoto y Fugaku por envenenamiento a las 9:30 p.m, una hora después de que su hijo mayor los visitase, desapareciendo a los pocos minutos.
Así, Itachi cayó bajo la sospecha. Se supuso que el motivo era heredar cuanto antes la empresa, ya que la suya comenzaba a tener pérdidas y Fugaku se negaba a ayudarlo. Pero era demasiado cruel hacerle algo así a unos padres solo por unas leves pérdidas... Es por eso que Hinata confiaba en al inocencia del hermano de Sasuke, pero no se lo diría.
-Co-como digas Sasuke-san. T-Tu tío Madara dijo que estaría aquí en unos minutos, la reunión está a punto de comenzar.
-Está bien, vayamos a la sala de juntas a ver qué quiere ese otra vez.- Un deje de desprecio salió de los labios de Sasuke, tampoco su tío Madara era de sus favoritos.
Ambos dejaron la oficina para adentrarse en la misteriosa reunión que Madara convocó el día de antes, ¿qué querrá ese viejo?, pensaban.
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-Eso es todo, el papeleo está ya preparado, basta firmar para tener todo el control de software del país, y pronto el del resto de naciones.- Las ansias monopolísticas de Madara no eran algo nuevo para Sasuke, quien se hallaba reacio ante la proposición de su tío.
-Buen planteamiento, Madara, pero no me convence. Aún no estamos creciendo con toda la rapidez que quisiéramos y no me he adaptado al control de mi empresa. Déjame hacer las cosas por mí mismo.
-No te estoy ofreciendo venderme tu alma, Sasuke, solo una simple fusión entre dos empresas. Tío y sobrino, ¿qué hay mejor que eso? Yo pondré la experiencia que tú precisas.
Sasuke no deseaba firmar ese acuerdo bajo ningún concepto. Sabía que si se fusionaban, él saldría perdiendo, puesto que Uchiha's Corp dominaba el país, pero no el comercio internacional -punto fuerte de su tío-. Además, no le había quedado claro su posición en la jerarquía de la empresa si aceptaba el trato.
-Ya sabes, yo estaré al mando, pero tú serás mi segundo. Y en cuanto este viejo se tome su merecido descanso, toda tuya.- Decía con una socarrona sonrisa.
Falso, todo falso. Presentía Sasuke.
-Me lo pensaré.- Afirmó el menor recogiendo el documento a firmar.
Madara no estaba contento, necesitaba que aquel criajo le firmase el maldito documento, pero sonrió con falsedad y se despidió cordialmente de allí.
-S-Sasuke-san, no lo harás ¿verdad?.- Preguntaba Hinata una vez finalizaba su horario y se disponía a irse a casa.
-No creo Hinata, aún tengo que levantar más esta empresa y llevarlo al plano internacional. Papá hizo bien encomendándome a mí.- Sasuke suspiró cansado, la insistencia de la fusión le quebraba la cabeza.
Hinata, por su parte, asintió feliz y deseó buenas noches a su jefe, marchándose y dejando a Sasuke con sus amigas, las horas extra.
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Increíble, absolutamente increíble. ¡Esto no la podía estar pasando! La habían doblado el turno en el hospital, es decir, ni siquiera llegaría a casa para hacerle la cena a Yuuki. "Estoy ocupada, Sakura, hazte cargo de las urgencias tú", decía la vieja. "Ocupada", repitió Sakura con odio. Su sensei se ocupaba, sí, pero con el sake y los hombres, sabía perfectamente que se había escaqueado para quedar con ese viejo baboso que se encargaba del pub donde trabajaba, Jiraya.
Maldito día en que se llevó a su jefa a su -otro- trabajo. Malditos pervertidos cuarentones que querían sofocar su calentura. Borrachos. Malos jefes. Sakura fruncía más y más el ceño mientras acababa con los informes de las urgencias y esperaba a que su turno finalizase. Rellenaba con furia los últimos datos mientras pensaba en el incidente de esa mañana, el atractivo señor soy-una-persona-ocupada-y-más-importante-que-tú. Si se moría desangrado, era su problema.
Vio el reloj por última vez antes de dejar el hospital, eran las 11 p.m.
-Adiós Shizune-san.- Se despidió Sakura de su superiora.
-Adiós Saku, cuídate mucho.
La noche había entrado ya, solo echaría un par de horas en el pub "Konoha" y despues iría a casa. Necesitaba acabar con esa agotadora jornada. Malditos lunes.
El pelinegro sonrió arrogante mientras rememoraba el suceso con la chica de extraño cabello rosado esa misma mañana. Era toda una furia, y muy sexy, pero una furia sexy pesada. Su vena de doctora lo había irritado en demasía, él tenía cosas más importantes que hacer, como quedarse hasta tarde en el trabajo por ese estúpido retraso.
Hastiado por el largo día, cerró las puertas de la oficina, saludando de paso al conserje, el pobre que también debía quedarse cuando el jefe lo hacía. Decidió ir a beber un trago, no lo haría mal olvidarse de todo el trabajo y llevarse a alguna mujer fácil a su cama. Descartó esto último por el dolor en su nuca y en las costillas, donde ya aparecían manchas moradas.
"Igualmente irresistible", pensó con chulería.
Entró al local de música suave, era agradable a simple vista. Era negro, techo y suelo, y con manchas de pintura de todos los colores por las paredes, además, tenía una pequeña pista de baile con sofás. Todo el lugar presentaba unos cómodos taburetes de piel, también negros, y una barra bastante extensa.
Se sentó en el rincón más alejado, con la mirada apuntando hacia las hermosas piernas y trasero de la camarera que se encontraba de espaldas y agachada buscando las bebidas.
-Un wishky solo, con hielo.- Alzó la voz para que la preciosidad que tenía delante de él se girase y le sirviese. Podría olvidar el dolor que hasta hace unos minutos le molestaba.
-Marchando.- La voz de ella contestó, increíblemente familiar para él, la había oído en alguna parte...
-¡TÚ!.- Gritaron al unísono.