Estaba seca, ella era una mujer seca. Ya no le quedaba más para dar al mundo, su marido no era mas que un vil cazador de extrañas y según “Demoníacas” criaturas, la tomo como premio de una batalla, la uso y la consumió hasta que de ella solo quedo un cascaron feo y reseco. Porque ella ya no vivía.
Esa mujer que el pueblo admiraba por sus bellos cabellos rojos, ojos como el fuego, blanca como el mármol y figura de aquel invento del reloj de arena, una mujer que siempre a las cinco menos quince se situaba en el balcón de la mansión de su esposo, su amo. Y al horizonte miraba pero no pensaba, no tenia nada en que pensar porque la libertad no era para ella, ella jamás volvería a caminar fuera de las paredes de aquella majestuosa mansión.
Un treinta y uno de octubre, su marido como en cada fecha, colocaba guardias en el pueblo y el salía a “Cazar” colocando su armadura de plata, y la cruz católica colgaba en su cuello, salía sin mirar a la mujer que en las escaleras le miraba. No hacían falta miradas para aquella según lo externo la “Mejor” pareja del reino, no era amor lo que en ellos vivía, no era pasión o lujuria, era la pura y más fina hipocresía, odio y rencor que mutuamente se entregaban.
La mujer del cazador a su cuarto se dirigió luego de ver salir a tan vil ser. Tantas veces había deseado que el regresara muerto de sus “Cazas” mas a casa regresaba y su armadura bañada en sangre siempre estaba. El amo de esas tierras como el se autodenominaba el viejo ser.
La noche era oscura y siniestra, pero para la joven señora no era más que otra noche en la absoluta oscuridad, la ventana se encontraba entre abierta y las cortinas de seda roja bailaban por la casi inexistente corriente de viento, la luna no se veía y las estrellas se ocultaban temerosas por no poseer el cuidado de la luna. La mujer abrió las cortinas de un solo tirón, abrió las gran ventan y al balcón salio, con su dormilona negra y una bata de mismo color.
Los soldados y los pocos locos que se unían a su marido le gritaban que entrase a la mansión y ella solo asentía y decía: -“Solo un rato mas…” –Y esto los dejaba tranquilos. Pero ella jamás se escondió como los otros cobardes en sus casas, no tenia porque esconderse de algo que jamás vio, algo que jamás sintió y mucho menos de algo que no sabe si es real. Ella era una mujer de poca fe, porque jamás la fe le sirvió de algo.
Poco antes de dar las doce, un frío la invadió y a la habitación entro, cerro silenciosamente las ventanas y las cortinas rojas. Se dirigió a su cama, la cual por desgracia compartiría con su marido al llegar luego de ganar una batalla que dudaba existiera realmente.
-Vaya dama que posee el perro de la corte –Escucho la mujer en la oscuridad y con rapidez se volteo pero a que encararía, no veía nada. Retrocedió un paso y tomo la daga que su marido siempre guardaba bajo la almohada y a su frente lo puso. Mas una risotada escucho y pronto sintió que su cintura era sujetada fuertemente y el cuchillo era ¿Mordido? –No juegue conmigo my lady, no sabe lo que soy –La dama sin miramientos empujo el cuchillo al frente pero su captor ni se inmuto. Pronto sintió in liquido recorrer su antebrazo.
-¿Quién eres? –Pregunto, sin esperar respuesta.
-Es usted una valiente dama –Y tomo la muñeca donde la mujer sostenía la daga –Pero su marido debería de aprender que las daga de plata son una estupidez hacia nuestro ser –La mujer pronto quedo inconciente. Al momento de despertar miro al lugar donde creyó encontraría -¿A despertado ya? –Le pregunto.
-No solo soy un espectro –respondió de mala manera y el hombre rió.
-Me gusta su sentido del humor –La mujer bufa aburrida, mas, por dentro reía. Ella se bajo de la cama se dirigió a una cómoda y de allí una vela saco, la encendió con una mecha y en el centro de la sala la coloco.
-Si al Lord queréis matar de desesperación le tengo la solución –Dijo mirando al aun oculto hombre entre la oscuridad.
-Me diría como matar a su amado –Ante la mención del amor, ella rió sardónicamente.
-EL amor no existe en mi vida desde hace mucho tiempo –Se arrodillo frente a la vela y desato la bata –No se quien eres… -La bata cayó hasta su cintura, dejando ver su cuello.
-Me temo my lady que no sabe con que trata ¿Verdad? –La mujer asintió, mas el no dejaba de ver su cuello y unas ganas de morderlo le abarcaron.
-Solo, solo quiero ser libre y si para eso tengo que morir que así sea. Muchas veces desee que ese asqueroso ser muriera cada día de “Caza”. Pero mi destino me amarraba siempre a el ¿Qué han hecho mis padres para que mi calvario sea este? ¿Mi vida termino al cumplir los catorce? Jamás conocí un mundo que no fuese esas cuatro paredes, entonces le pregunto joven ¿Me liberaría usted? –Para esta última pregunta el ya se encontraba tras de ella, la tomo de la cintura y le susurro al oído:
-Dolerá –Advirtió y la mujer asintió –Como desee. Y su boca dirigió a la carótida de la blanca mujer. Un grito de dolor se escuchó en la mansión, pero nadie acudió pues la mansión solo estaba porque el amo en la mañana ordeno que todos se fueran a sus asquerosas casuchas. Poco a poco el placer consumió a la mujer y no por el placer carnal, era un placer que jamás sintió y jamás podrá describirse. Agradecía a aquel extraño por liberarla de aquel calvario.
El primero de noviembre el lord de esas tierras caminaba con el pecho inflado y el ego por los cielos, sus “Súbditos” lo adoraba, comida le regalaban, sus hijas ofrecían, todo porque el los siguiera “cuidando”. Mas su ego se destruyo cuando el mayordomo de su mansión corriendo lego hasta el, sin reverencia ni halago le comunico que la habitación de su mujer sola estaba y que sangre en el piso se encontraba. Lord corrió tirando todo lo que tenia en el camino, corriendo a la habitación llego, y lo que encontró fue una solitaria y fría habitación y en su centro una vela manchada en un líquido rojo y la alfombra de aquella sala empapada en sangre. Al suelo se tiro arrodillado, con los dedos toco el liquido y lo olio.
Aquel ser vil se levanto bajo la atenta mirada de su mayordomo, camino a la cama y en ella cayo desolado, el mayordomo que sabia cuantas mañas tenia su señor se retiro diciéndose así mismo ¿Quién sabría que el viejo amo si la amaba? Tantas miradas de odio de parte de ambos, tantos días de llanto de su ama, tantas veces que trato de que se comprendieran, que terrible amor. Pobre y desdichado hombre era su amo que por soberbia y ego lo perdió todo incluso a la única mujer que podría tan siquiera conservaba un sentimiento por el, odio. Pero antes de retirarse escucho como su amo le llamaba volteo y le reverencio listo a escuchar las órdenes de su amo.
-La perdí –dijo melancólico. El mayordomo asintió –Perdí aquello que jamás desee tener ¿Cómo puede eso suceder Walter? ¿Qué are de ahora en adelante sin ella?
-Mi amo ¿Qué mas haría sino seguir adelante? –Su amo le miro –Seré viejo pero no estupido, por el cariño que le tenia siga adelante y talvez este dios que tenemos le recompense una vez mas.
A las afueras de un pueblo tan cobarde una caravana se alejaba y lentamente a ella se acercaban un encapuchado, este sobre su hombro lleva un ave de rojo plumaje y sus ojos parecen ser una viva llama de fuego, el encapuchado le mira y sonríe mostrando sus filosos diente el ave aletea muchas veces y emite un bellos sonido, juntos siguen a la caravana de extraños. Entre labios se pudo leer: -“Muy pronto my lady, aun no tengo hambre”.
Fin.