Hola hola! bueno, aquí traigo un fic, lo he metido en fics basicamente porque el protagonista es Kyo Sohma de Furuba, aunque la historia no es de esa serie, y el personaje no tiene ni la familia ni vive en el mismo mundo que la historia principal, así que tampoco tiene la habilidad para transformarse en gato, etc. Solo conserva su aspecto y personalidad en otro mundo totalmente diferente.
Capítulo 1.
Un chico de pelo anaranjado y extraños ojos marrones se apoyó contra el muro de su casa. El sol asomaba al este y el cielo estaba despejado.
Se colgó la cartera con la mano a la espalda y comenzó a caminar a través de la calle. Al poco se topó con un niño que observaba la copa de un árbol.
-¿No deberías estar en el colegio?-Le preguntó al pequeño con tono brusco. Este le miró, tenía los ojos llorosos y le señaló la copa del árbol, había una pelota.-¿Es tuya no?-El chico dejó la cartera al suelo y comenzó a trepar por las ramas, llegó a la pelota y se la tiró al niño. Tenía la suerte de adorar las artes marciales, lo que le ayudaba en cosas como esta. El niño sonrió y la cogió.
-Gracias, Me llamo Toya Daichi. Mi mamá dice que tengo que decir mi nombre y mi apellido para que los mayores me digan en suyo.
El chico bajó del árbol con los pies separados y se puso derecho. Se había manchado los pantalones negros del uniforme. Se revisó la americana granate y la corbata negra. Todo perfecto.
El niño seguía esperando con la pelota a que el pelirrojo le respondiera.
-Kyo Sohma.-De pronto el niño sonrió.
-¿Conoces a Sohma?-Kyo asintió.
-Es mi tío.-se había mudado a su casa hacía menos de un mes. Desconocía que fuese famoso en el barrio.
-Yo lo ayudo con el árbol de naranjas, y siempre me hace zumo.-Kyo se sorprendió, conocía poco a su tío, era el hermano de su madre, y esta había decidido enviarlo junto a él por un tiempo, mientras ella comenzaba su nuevo trabajo de diseñadora de interiores en los hoteles. Nunca habría imaginado que Jiro Sohma pudiese dejar que un niño pequeño lo ayudara y le ofreciera zumo. Si algo caracterizaba a su tío era su severidad con los menores.
El pelirrojo siguió su camino y dejó al niño atrás. Llegaría tarde a su primer día de clase. Y por desgracia, su tío era el director del colegio.
Kyo tenía 17 años, había vivido hasta hacía dos meses junto con su madre en unos apartamentos fuera de Tokyo. No había conocido a su padre, su madre no conservaba fotos. Ella le decía que era Estadounidense, pero al enamorarse de su madre, se quedó a vivir en Japón, Kyo siempre había imaginado que tenía el pelo anaranjado por su padre, pero al no haberlo visto nunca, creía que era herencia de la familia de su madre, su tío lo tenía muy parecido, pero ahora era algo canoso.
La ventaja de vivir con su tío era, sobretodo el espacio. La casa era grande y solo vivía Jiro. Lo que le permitía estar totalmente a sus anchas.
Al poco de caminar, se topó con su nuevo colegio, con un gran patio inicial, lleno de otros estudiantes con el mismo uniforme que él. Se componía básicamente de un pantalón negro, y unos zapatos a juego, una camisa blanca, americana granate con rebordes negros, igual que el bolsillo, donde había grabado el escudo de la escuela y una corbata negra también. Realmente remilgado.
Las chicas en cambio cambiaban el pantalón por una falda, debía ser realmente incómodo.
Kyo se apoyó junto a las verjas del patio, para esperar el sonido de la campana. Un par de chicas se juntaron, no muy lejos de donde estaba. Lo miraban y propinaban risitas.
Se levantó y comenzó a caminar, a través del patio vio a algunos chicos de su edad, que molestaban a uno de unos 15 años. Lo empujaron y se cayó junto a algunos papeles que sostenía. Kyo resopló, ese niño parecía un imán de problemas, pero en cierto modo le recordaba a él, también había sufrido las molestias de los matones algunos años atrás.
Se acercó a él por detrás y se cruzó de manos. -¿necesitas ayuda?-dijo con tono seco. El chico pegó un grito ahogado y lo miró con cara horrorizada. Después tragó saliva. Kyo se agachó de cuclillas y le cogió uno de los folios que había por el suelo. El rostro del chico era de asombro y miedo, le miró el pelo anaranjado y los ojos castaños, que con el sol se parecían más a granates.
El chico era muy bajo para su edad, de pelo castaño y grandes ojos, vestido con el uniforme y con una cartera con forma de oso.-Oye, solo quería darte mi ayuda, si no la quieres está bien, pero deja de mirarme mi pelo.
-Yo...-El chico recogió algunos papeles del suelo y se levantó, seguía con la mirada fija en el suelo.-Lo siento, lo miraba porque parece de tigre.-y tras eso corrió.
Kyo se quedó de cuclillas, pensando. Se había dejado uno de los papeles, era un dibujo de un gato. Las palabras de aquel chico le hicieron revivir antiguos recuerdos.
A la edad de seis años, se su madre se lo encontró en el baño con unas tijeras, se había cortado los mechones del pelo de forma irregular y torpe. Con los años, él lo había visto, ella odiaba su pelo, porque le recordaba a su padre, que había muerto antes de que él naciera. Y por eso él se odiaba a sí mismo, aunque ella nunca le había dejado ver sus verdaderos sentimientos y no cesaba de adorarlo mientras él se lamentaba porque los niños solían meterse con él.
Su solución fue entrenarse en las artes marciales, un viejo amigo de la familia era maestro, y le hizo un pequeño precio.
De pronto volvió a tener una cascada de recuerdos del primer día que comenzó a entrenarse, y a su vez de la persona que le aconsejó que tomase esa decisión.
A los diez años, unos niños lo acorralaron, eran mayores, de unos diecisiete años.
-Oye tú, ¿tú mamá es la que siempre te acompaña al parque, verdad? -uno de los niños lo miraba con desdén.-Es muy guapa, ¿sabes? Pero nosotros sabemos que no es tú mamá.
-Sí lo es.-bramó Kyo.
-No, ella tiene el pelo oscuro. ¿has visto tu pelo?-el resto se rió.
-Vosotros.-Una voz femenina apareció por detrás.-Dejadlo en paz, ¿no os da vergüenza?-Era una chica mayor, más o menos de la edad de ellos, de pelo negro y ojos azules.
-Oye, vámonos, es una chica.-dijo uno de estos, y el resto accedió y abandonaron la calle. La chica se acercó a Kyo, vestía un uniforme granate y negro.
-¿Estás bien?-al pelirrojo le dolía el pecho del empujón que le habían propinado pero negó con orgullo la cabeza. La chica con trenzas se sentó a su lado.-¿Sabes que tienes un pelo de tigre?-Kyo se extrañó por la comparación.-deberías aprender a defenderte.
-Siempre son muchos, y mayores que yo.-Kyo se sonrojó, la chica le miraba con una sonrisa tierna.
-Y más tontos que tú. Quizás deberías aprender artes marciales, es lo que aprenden los hombres cuando tienen algo que defender.-Kyo pensó en su madre, quería defenderla a toda costa.-Anímate ¿vale?-le dio un beso en la mejilla y desapareció calle abajo.
Hacía tiempo que no se acordaba de aquella misteriosa chica, después de ella, el resto siempre huía cuando Kyo les contestaba en tono brusco o mal educado.
Al poco, un chico se acercó donde él estaba.
-¿Nuevo?-le preguntó. Era más corpulento que él, de pelo y ojos castaños, no llevaba americana, solo camisa de uniforme y pantalones.-Yo soy nuevo, lo he imaginado por lo solitario que estás.
-Sí, nuevo.-Respondió Kyo con la mirada fija en el papel del dibujo del gato.
-Joder, es malo de cojones.-respondió este refiriéndose al dibujo con una risa.-Me llamo Eita Hayate. Soy de último grado.
-Kyo Sohma.-respondió el pelirrojo.
-Deberíamos buscar nuestra clase.-le dijo este.-vayamos juntos. ¿Porqué has venido a este colegio en el último curso? Mi madre cree que este colegio pijo es mejor para mi educación, hasta me han pagado una habitación en la academia, está detrás del colegio.-Kyo no conocía a Eita de nada, pero por lo que veía le encantaba hablar, y eso no le agradaba demasiado. Apreciaba el silencio.-Luego te la enseño, no está mal.
El colegio estaba compuesto por decenas de aulas, en el ala este se encontraban los de secundaria, el oeste los de la elemental y el centro, los de la superior, detrás de esta había habitaciones para los que, como Eita, debían vivir en el colegio, además de un jardín y una cafetería.
El comedor era bastante grande. También tenía una enfermería, y unas canchas para hacer deporte, un gimnasio y unos vestuarios, era el colegio mejor equipado que Kyo había visto nunca.
Kyo escuchó como Eita le hablaba sobre su familia, su hermana, tres años menor que ellos, su madre, que era ama de casa y su padre, inspector de policía. Su hermana estudiaba en otro instituto, la madre de Eita deseaba cambiarla el año que empezara el superior.
La campana sonó y ambos se dirigieron al aula que les correspondía. Kyo se sentó junto a la ventana, le encantaba observar el paisaje, Eita se sentó a su lado.
Al poco apareció su tío, trajeado y con el pelo engominado. Algunos alumnos observaron a Kyo y a su tío, seguramente la mayoría asociaría el apellido con ese pelo.
-Buenos días, os doy la bienvenida a la academia Hokusai. Mi nombre es Jiro Sohma, como digo cada año, espero que respetéis las normas y a los profesores.-Al decir eso, una profesora entró por la puerta.-Ella es Karin Suzume, será vuestra nueva profesora de idiomas, espero que seáis amables y respetuosos. Los que os preguntáis por la profesora Takako, se dio de baja a causa de su embarazo, pero esperamos que vuelva pronto con nosotros. Si tenéis alguna duda o preocupación no dudéis en hacérmelo saber, los profesores y yo intentaremos ayudaros todo lo posible.-Al decir esto, se marchó y dejó sola a la joven profesora.
-Buenos días. -El director ya me ha presentado, así que me gustaría que os presentarais vosotros así podría conoceros un poco.-La voz de aquella chica, el pelo negro suelto y los ojos azules le parecían realmente familiares a Kyo. ¿Quién era ella? Sin saber porqué, algo en su interior le impulsó a levantarse.
Cuando se quiso dar cuenta estaba de pie, el resto de la clase lo miraba y el permanecía en silencio mirando a la profesora.
-Kyo Sohma.-Dijo, y se sentó sin dejar de mirar con el ceño fruncido a aquella joven chica. Ella comenzó a estudiarlo de arriba a abajo con ojos extrañados.
Al poco, todos los alumnos había imitado a Kyo, con variantes como su procedencia o el motivo de estudiar en ese instituto.
Pero no dejaron de mirarse ambos fijamente.