¡Hola xD!
Pues sin mucho que decir, les dejo la conti xD
Capítulo 2
Sin dejar de bostezar, aparcó el auto en el terreno baldío, en donde ya estaban un par de patrullas y el auto de uno de sus compañeros. Aún estaba oscuro y el sol tardaría en salir, por ello, unos potentes faros que estaban sobre las patrullas, iluminaban cierto lugar. Después de haberlo despertado la horrible pesadilla, había recibido la llamada que fue causante de que saliera de su departamento para dirigirse a ese terreno ubicado afuera de la ciudad.
— ¡Por acá, Víctor!
La voz de Jorge Mora, su compañero de trabajo, le llegó desde en medio de la parte iluminada y por supuesto, Víctor pensó que no estaba ciego y ya lo había ubicado, así como las cintas amarillas que rodeaban toda la parte iluminada, por lo tanto, su invitación para ir a su lado, le molestó un poco. Como que no se sentía de buen humor. Al dirigirse hasta su compañero, pisó con cuidado tratando de no alterar la escena del crimen.
— ¿Qué tenemos aquí?—preguntó con sequedad al mirar un cuerpo a los pies de Jorge.
—Otro asesinato—respondió el compañero y amigo—igual que los otros.
Sí, Víctor ya lo había observado. Se acuclilló al lado del joven asesinado. El rostro del joven mostraba los golpes que había recibido sobre él y había heridas punzantes en su estómago, pero no fue eso lo que llamó su atención, sino la curiosa estaca que atravesaba el pecho, justo sobre el corazón.
—Idéntico a los últimos dos que hemos encontrado—murmuró mientras examinaba con atención el cadáver—Pelirrojo, complexión delgada, alrededor de veinticinco años…
Alargó el brazo derecho hacia Jorge y abriendo su mano, recibió el guante de látex que su compañero le pasó. Protegida la mano con el guante, para no borrar huellas o añadir otras ajenas, tocó uno de los ojos del cadáver y levantando el párpado miró el ojo.
—Por favor—se volvió a mirar a uno de los oficiales que pertenecían a las patrullas— ¿Quieres iluminarme aquí?
El oficial lanzó la luz de su linterna sobre el ojo abierto y Víctor frunció el ceño al mirar el color.
—Ojos verdes—musitó pensativo. Se juntó más su ceño cuando Jorge dijo:
—Se parece a ti, Víctor, igual que los otros dos.
Víctor le lanzó una fastidiada mirada, luego, miró la estaca clavada en el corazón del joven. Era una estaca de madera, pero desde la mitad para abajo podía apreciarse una mezcla de plata entre la madera y era esa mitad la que casi se había clavado en su totalidad en el corazón del desafortunado pelirrojo.
—Una bonita estaca—siguió hablando Jorge—Igual que las otras dos. ¿Crees que el asesino sea un cazador de vampiros?
Aunque el tono burlón se escuchó en su voz, Víctor lo miró con frialdad por un breve instante, después volvió su atención al cadáver. Levantó el labio superior para verificar que, al igual que los últimos dos asesinatos, este joven carecía también de los incisivos. Por alguna razón, el asesino despojaba de estos dientes a las víctimas.
—O un cazador de hombres lobo—continuó Jorge y una irónica sonrisa desplegó sus labios— ¿No se mata a los hombres lobos con plata?
—Deja de decir tonterías, Jorge—se levantó y miró a su alrededor—Esto es algo serio. Tres asesinatos con el mismo perfil en menos de una semana, nos enfrenta a un asesino en serie.
—Es un demente que creé que los vampiros u hombres lobos existen—recalcó Jorge—Mira la manera en que los mata. Pero lo que me extraña es que la estaca esté mezclada, así que anda en la caza de una cruza entre las dos especies…
La incrédula expresión de Víctor lo interrumpió. Se turbó un poco cuando Víctor le dijo burlándose de él:
— ¡Vamos, Jorge ¡No creerás en esos mitos! ¡No existen los vampiros, ni los hombres lobo! ¡Mucho menos una cruza entre ambos! ¡Deja ya de ver películas de esas!
— ¡Yo no dije que creyera en esos mitos!—se defendió Jorge serio—Lo que digo es que es el asesino el que creé que existen, por eso los está cazando. ¡Creé que estos que ha matado, lo son!
Víctor suspiró cansado. De pronto, la imagen del bosque de la pesadilla llenó su mente. El ligero dolor de cabeza que sentía desde que despertó, se hizo más fuerte. Se masajeó las sienes y dijo en voz baja:
—Es una buena teoría.
Volvió a mirar el cadáver sin dejar de darse masaje.
“Víctor, ha llegado el tiempo”
Levantó la mirada y la posó en Jorge, quien también estaba atento al cadáver
— ¿Escuchaste eso?
Su compañero lo miró extrañado.
— ¿Qué cosa?—le preguntó sin comprender.
—Ese susurro…
Víctor miró en torno una vez más. Fuera de esa parte iluminada por los faros de las patrullas, reinaba la oscuridad y no había nada.
— ¿Te sientes bien?—inquirió Jorge preocupado—Hace días que te noto algo raro.
—Estoy bien—respondió no muy convencido.
No le explicó a su amigo que desde que encontraran el primer cadáver con este perfil, el sueño había huido de él y que finalmente, cuando había logrado dormir un poco, soñó con su propia muerte.
—Si tú lo dices—murmuró Jorge observándolo atento—A mi vista te ves fatal. Estás demacrado y andas de un terrible humor…
—Deja esto, Jorge—le ordenó el rubio con voz molesta, mostrando así el humor que traía— ¿Y por qué demonios tarda tanto el forense y los demás?
Fue como si los hubiera invocado, pues el auto que transportaba al detective forense, así como la ambulancia, hicieron su aparición. A partir de ese momento, se sumieron en un laborioso trabajo buscando pistas que arrojaran luz sobre el asesino, no obstante, no encontraron nada y ya avanzada la tarde, después de practicarle la autopsia al asesinado, seguían en las mismas. Sin pista alguna.
— ¡Diantres!—exclamó Víctor moviendo todas las fotografías tomadas a los tres cadáveres asesinados de la misma manera que yacían desparramadas sobre una de las mesas de la sala de autopsias— ¿Quién eres?
La pregunta fue dirigida al asesino.
En sus dos años de agente al servicio de la ley, no había tenido un caso así. Él se había destacado como uno de los mejores agentes policiacos a pesar de su corta edad… veinticuatro años.
A los veintidós años, al terminar su carrera de criminología, había accedido a la oficina policiaca dando su primer año de servicio patrullando la ciudad, uniformado con el típico uniforme de policía, pero fue sólo cuestión de medio año que se dio a conocer como un buen agente de la ley, por ello, uno de sus superiores abogó por él y pudo entrar a la agencia especializada en homicidios y aún cuando era todavía un novato, se había conseguido un respetado lugar entre sus compañeros de experiencia por su ardua labor, así como su compañero Jorge Mora, quien era un hombre agradable y súper inteligente, pues su coeficiente intelectual superaba al de todos, aunque al parecer, es esta ocasión no les estaba ayudando de mucho su alto coeficiente intelectual, pues ninguno había dado con una pista que les ayudara a descubrir al asesino.
—Un gran problema—murmuró Jorge estirándose con pereza. Había dejado de ver las fotografías. El aburrimiento se reflejó en su rostro— ¡Tengo hambre, Víctor! ¡Vamos a la cafetería a comer algo! ¡No hemos comido nada en todo el día!
El demacrado rostro de Víctor se levantó y desvió la mirada de las fotos para enfocarla en Jorge con fría actitud.
— ¿Cómo piensas en ir a comer? ¡Debemos seguir buscando!
—Pues busquemos en otro lado. Aquí no hay nada. Después de comer, volvamos a la escena del crimen, quizás se nos escapó algo.
A regañadientes, Víctor lo siguió y cuando pocos minutos después se sentaron ante una mesa de las muchas que había en la cafetería del edificio donde estaba situada la morgue de la misma agencia policiaca y cuyas oficinas también estaban allí, anunció:
—No tengo hambre.
Jorge lo miró con seriedad.
— ¡Pamplinas! ¡Necesitas comer algo! ¿Qué te sucede Víctor? En los últimos días he visto que también has perdido el apetito y creo…
Se interrumpió cuando la mesera se acercó para pedirles la orden.
—Sólo quiero un café—pidió Víctor después de que su compañero pidió un suculento platillo de comida.
— ¿Ves lo que te digo?—continuó Jorge cuando la mesera se fue para traerles su pedido—Creo que deberías hacerte un chequeo médico. Quizás contrajiste un virus mortal o algo así.
Víctor lo ignoró y el preocupado amigo no dijo nada más. En silencio esperaron que la mesera les trajera su orden y cuando lo hizo, Víctor miró con asco el plato de comida que fue puesto frente a Jorge.
El asco creció cuando lo miró comer con gran apetito. El aroma que le llegó de los alimentos subió las náuseas a su garganta y para controlar el ansia de vomitar, bebió un gran trago de su taza de café, pero fue peor.
Un repentino sudor comenzó a perlar su rostro mientras sin poder controlar su asco ni su vómito, allí mismo se inclinó a un lado de la mesa y dejó salir de su boca ese líquido amargo que carecía de alimento alguno, evidenciando así que llevaba muchas horas, quizás días sin probar algo sólido.
— ¡Víctor!—gritó Jorge también asqueado de ver la escena, lo que fue exagerado en vista de que había visto cosas peores en su trabajo— ¡Qué asco!
Retiró su plato y miró con preocupación a su amigo que no dejaba de arquearse y aún cuando de sus entrañas no salía nada más, no podía dejar de hacerlo porque las ganas horribles de seguir vomitando no pasaban.
Cuando finalmente dejó de arquearse, se enderezó y su irritada mirada, nublada por el excesivo esfuerzo y llena de lágrimas, miró avergonzada a su compañero. Podía sentir las miradas de los demás comensales sobre sí y la molestia de ellos lo avergonzó más.
—Vámonos—dijo Jorge levantándose y el arrastre contra el suelo de las patas de la silla, provocó un sonido que para los oídos de Víctor fue escalofriantemente estridente.
— ¡Dios!—exclamó llevándose las manos a las orejas para sofocar tan agudo sonido mientras sentía partirse su cabeza por el repentino dolor que el sonido le provocó.
Justamente el mismo dolor que sintió cuando en la pesadilla su cabeza fue aplastada…
—Vamos—Jorge lo tomó por el brazo y lo ayudó a levantarse y así como el sonido de la silla, la voz de su amigo fue tan sonora que terminó por hacerlo gritar:
— ¡Cállate!
Jorge casi lo arrastró por el brazo para sacarlo de la cafetería. Poco a poco, mientras Jorge lo conducía al auto, el dolor fue pasando y Víctor pudo recobrar el control sobre sí mismo. Se detuvo renuente a continuar.
—Jorge, yo…
Su amigo lo fulminó con la mirada.
—Sube al auto—le ordenó con sequedad—Necesitas atención médica aunque digas que no.
Víctor negó con la cabeza con energía.
— ¡No necesito atención médica! ¡Lo que necesito es descubrir al asesino de esta serie de asesinatos! ¡Es esto lo que me tiene así!
— ¡Te llevaré con el médico…!
La melodía de su celular lo interrumpió. Al mirar la pantalla e identificar el número, sonrió con una sonrisa medio estúpida sin poderlo evitar, olvidando su resolución de llevar a Víctor con el médico.
—Es Elena—susurró con voz dulce antes de contestar y casi a continuación, su rostro palideció y no dejó de palidecer hasta que estuvo por completo blanco.
— ¡Jorge!—exclamó Víctor al verlo— ¿Qué sucede?
— ¡Es Elena!—gritó angustiado y asustado mientras corría para cerrar la distancia que había entre ellos y el auto— ¡Está en peligro!
Víctor lo siguió y mirando que su amigo sufría de angustia, tomó el lugar en el volante y sin pérdida de tiempo, se dirigieron veloces hasta el domicilio de Elena Costa, la novia de Jorge.
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Se movió sigilosa y fue a esconderse detrás de un librero cerrando con cuidado su celular. Las sombras comenzaban a invadir el interior de la casa, así que estas fueron sus aliadas.
Su corazón latiendo con rapidez por el pánico casi la sofocó, pero aún así trató de no quedarse inmóvil. Su vida estaba en peligro y no quería morir. Sólo debía mantenerse oculta del asesino hasta que Jorge llegara en su rescate.
Las pisadas cerca de ella le indicaron que el asesino sabía donde se había ocultado.
La silueta frente a ella casi la dejó inmóvil, pero recuperando el dominio sobre el pánico, alcanzó a moverse al tiempo en que lo que identificó como un sable, caía sobre ella con la intensión de atravesarla por el pecho, aunque no se movió lo suficientemente rápido, así que la punta del sable se incrustó sobre la parte superior de su brazo haciéndola gritar de dolor.
La silueta frente a ella sacó el sable de su brazo y levantando un pie, le dio un puntapié en el estómago. Otro grito de dolor fue arrancado de la garganta de Elena. Quedó adolorida sobre el suelo, sangrando en abundancia del brazo.
Se sintió levantada en vilo y quedó frente a frente con su asesino. Abrió enorme los ojos cuando su mirada turbia por el dolor se encontró con unos ojos negros, desprovistos de compasión. Fríos como la misma expresión de su semblante.
La chica frente a ella era hermosa. Su cabellera era negra, tan negra que azuleaba y era muy llamativa, así como el negro de sus ojos. Sumamente espantada, la miró levantar la mano empuñada con el sable y antes de que descargara el golpe final, Elena se atrevió a preguntar:
— ¿Por qué?
Sin que la despiadada expresión de la chica cambiara, susurró con voz desprovista de emoción:
—El rojo de tus cabellos, tu edad y tus ojos verdes, te han condenado…
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*w* Estoy sorprendida. No esperaba comentarios xDD Espero que apartir del siguiente capítulo, esta historia no pierda interés, pues ya será mía xDDD
¡Gracias por leer! ¡Saludos!