—Siempre puedo contar contigo — le sonrió al caballo que la miraba — ¿Sabes otra cosa? Estoy harta de esos bailes estúpidos en donde los hombres se ponen esas ropas que le marcan el trasero. Es una moda horripilante. También odio bordar ¿Acaso las mujeres no podemos hacer otra cosa además de bordar? ¡Asco! Y no puedo hacer nada porque a donde sea que vaya me siguen los soldados, o me supervisa el duque con esa sonrisa maliciosa que tiene, o las criadas me hacen todo y yo solo tengo que tratarlas con frialdad como si no fueran personas. Ni a ti te trato así, que eres un animal, ¿Por qué debo fingir ser una arisca con ellas? ¿Solo porque se encargan de fregar, coser y cocinar? Oh Fir, si tan solo hubiese nacido campesina, a pesar de morir de hambre y no tener nada por lo menos podría correr libre por el campo. Libre, libre, libre, como yo quiero ser. Y casarme con quien yo quiera, no por un estúpido acuerdo en que miden nuestros bienes y no otra cosa — se le saltaban las lágrimas — Fir, te quiero tanto…