Cap. XV: “Y esto aún sigue”
Nimi estaba acostada en el sofá grande de la sala. Veía el blanco techo que se alzaba sobre su cabeza. Pensaba en lo que Denor le había dicho ayer. Cuando las naves estuvieran reparadas y los cannie fueran recuperados, ya no tenía por qué estar allí. Debía regresar a su origen. Además, prácticamente la nave de los cannie estaba completamente reparada y sólo faltaban por atraparse un par de cannie. El día anterior se había encontrado uno cerca de allí. Al parecer, todo ese lapso de tiempo se la pasó rondando cerca. Por si fuera poco, había dos cannie nuevos. La cannie estaba premiada y había tenido a sus crías y su estado era muy sano. Se levantó para quedar sentada en el sillón cuando escuchó a Kevin pasar por el lugar.
—Oye, crío.
— ¿Qué pasa?
—Es posible que nos vayamos. Sólo faltan dos cannie y las naves ya están bien, técnicamente.
—Ya veo —se puso algo triste al escuchar eso—. Era inevitable.
—Tengo una idea. ¿Qué te parece si salimos a dar un paseo?
—De verdad me encantaría, pero voy a ir con mi papá a comprar cosas.
No dijo nada ante la negación, porque le encantó eso, de ahora en adelante, David se iba a encargar de su hijo. Iban a salir, a pasear, a comprar o hacer ese tipo de cosas que unirían más sus lazos entre padre e hijo. Nimi se alegró enormemente por eso, aunque muy en el fondo se sentió desplazada. Sabía que no debía sentirse así ya que era algo necesario. Salió de sus pensamientos al escuchar la voz de David.
—Bien, nos vemos, Nimi.
Ella se puso de pie y con una sonrisa se despidió de ellos.
—Que le vaya bien, jefe, y Kevin, cuida bien de tu padre. ¡Ah! Una cosa, jefe. A ver cuándo me presta un rato a Kevin.
Después de una risa divertida por parte del señor Ibarra, este cerró la puerta y lo último que Nimi escuchó de Kevin fue renegar algo como
“¿Prestar? ¿Acaso soy un juguete?” Nimi volvió a sentarse.
— ¿Y ahora qué va a hacer la niñera sin niño?
—Podría ir a ayudar a su hermano —dijo Denor sentándose a un lado de ella— Él necesita mucha ayuda.
— ¿Por qué la niñera no quiere irse?
—Porque la niñera se ha encariñado con esta familia. Pero la niñera sabe que tarde o temprano tendrá que irse.
—Aunque por el momento —se levantó muy animada— hay que encontrar a los cannie faltantes —miró a su hermano—. ¿Y tú por qué estás aquí?
Así, más tarde, Nimi, Denor y Aley se vieron por las calles del pueblo buscando a los dos últimos cannie. Si no los encontraban allí, los buscarían en las afueras. En la búsqueda, ocurrió lo de siempre para exasperación de Aley, que los hermanos discutían en tanto ella los seguía pocos pasos detrás de ellos, esperando que dejaran de pelear. Habían ido a buscar animales extraterrestres, no a discutir.
— ¡Miren! —los interrumpió Aley al ver por una valla del patio trasero de una casa.
Los hermanos regresaron sobre sus pasos para ver lo que su compañera había visto y se sorprendieron al descubrir a uno de los cannie, que estaba medio oculto en la hierba crecida del patio aquel.
— ¿Y ahora qué vamos a hacer? —preguntó el mayor.
— ¿Cómo que qué vamos a hacer? Está claro que atraparlo.
Tanto ella como Denor comenzaron a trepar la valla para cruzarla, pero Aley los tomó de la parte inferior de la camisa y los estiró hacia abajo, logrando que volvieran sus pies a la tierra.
— ¡¿Estás locos?! —Se exaltó la secretaria—. No pueden hacer eso. Puede haber un policía por aquí.
—Aley tiene razón —concordó Denor mirando a su hermana.
Nimi miró la casa y notó que ésta estaba vieja, algo deteriorada y un tanto descuidada.
—A lo mejor el cannie entró por el otro lado —sugirió Denor—. Este lado está cercado con esta valla y puede que el otro lado no.
Con esa idea, los tres se asomaron al otro lado y se decepcionaron un poco al ver que había una reja de madera, pero esa depresión se convirtió en una pregunta. ¿Cómo había entrado el cannie al patio si no había abertura posible?
—Es mejor entrar —se decidió Nimi—. La casa está abandonada, solo miren esa selva en el jardín. Saquemos al animal antes de que alguien lo vea —caminó al frente de la casa y dirigiéndose a una ventana, observó a través de ésta al interior de la morada.
—Chicos…Creo que sí vive gente.
— ¿Eh? ¿Vive alguien? —Denor se acercó sorprendido y también miró a través de la ventana, distinguiendo a una persona sentada y recargada en un sillón, dormitando—. ¿Y cómo es que no se ha dado cuenta que hay un monstruo en su patio?
—Tal vez no ha mirado detrás de su patio —intentó dar una respuesta coherente la secretaria.
—Pues sea lo que sea, es mejor sacar al cannie de allí antes de que de verdad lo vean y cunda el pánico.
— ¿Y cómo lo vamos a sacar sin entrar a propiedad privada? —quiso saber Denor, interesado.
—Es una muy buena pregunta, tan buena que no hay respuesta para ella.
—Siempre hay respuesta para todo —avaló la morena—. Sólo hay que pensar un poco.
Sin que Denor o Aley se dieran cuenta, Nimi ya estaba tocando la puerta de la casa.
— ¿Pero qué haces?
El hombre se dirigió rápidamente a donde ella para detener su locura, pero llegó demasiado tarde porque la puerta se abrió. Detrás de ésta se encontraba un hombre robusto y que usaba lentes oscuros.
— ¿Dígame?
—Señor —Nimi tomó la palabra. Denor se limitó a mantenerse callado, esperando que Nimi supiera lo que estaba haciendo, porque sabía que no era tonta—, nuestro perro escapó hace días y al estalo buscando lo vimos atrás, en su patio.
— ¿Su perro? —el hombre suspiró. Nimi y Denor esperaron que les dijera que no había nada—. ¿Entonces es suyo?
— ¿Quiere decir que usted lo ha visto? —dijo Denor sorprendido. ¿Cómo era posible eso?
—Si les pertenece llévenselo —se hizo a un lado para que pudieran pasar.
—No hay problema por eso. Mañana venimos por él —comentó Nimi dándose media vuelta para irse de allí.
Denor no entendió lo que pasaba y siguió a su hermana y Aley lo siguió a él, nada sorprendida por la acción de Nimi, pero sí curiosa por saber.
—Espera… ¿Por qué hasta mañana?
—Dime una cosa, ¿por qué crees que suspiró? ¿Por qué crees que el cannie estaba allí? ¿Por qué crees que no se ve asustado?
— ¿Por qué? ¡No lo sé! No entiendo muy bien.
— ¿Por qué, Nimi? —inquirió Aley interesada.
—Porque el hombre es ciego…
— ¿Ciego? —dijeron al unísono el mayor y su secretaria.
—Suspiró porque creo que se encariñó con el “perro”. Bueno, los cannie puedes llegar a ser muy cariñosos, por eso le dije que mañana lo recogía.
—Aun así no lo entiendo muy bien —dijo Aley tratando de pensar igual que Nimi, pero era muy difícil— ¿Lo dejamos más tiempo con él para que se despida? ¿Para hacerse a la idea de que la mascota que pensó había adoptado le será quitada?
—Pero para el que vive solo, hoy o mañana serán igual —mencionó Denor—Si se encariñó con el cannie, será triste para él de cualquier manera, ¿no? —Miró a su hermana—. ¿En qué piensas?
Nimi levantó el dedo índice para hablar.
—Lo diría, pero ahora tengo algo más importante que hacer —y ante esto, salió corriendo del lugar.
— ¡Oye, espera! —intentó detenerla Denor, pero fue en vano. Ella ya había desaparecido de su vista.
Nimi llegó a la casa de los Ibarra. Se dirigió a la puerta y la abrió, esperando encontrar a los dueños allí. Ingresó al hogar y la notó muy vacía, dando a entender que no habían regresado, o habían vuelto a salir. Se encogió de hombros. Se dirigió a la sala y quedando frente el sillón grande, donde dormía los últimos días, se agachó y estiró su brazo por debajo de él para sacar una bolsa. En ésta había un par de mudas de ropa que Nimi solía usar. Se levantó al escuchar la puerta abrirse y enseguida las voces de David y Kevin. Ella se acercó a ellos.
—Hola, jefe.
—Nimi, perdón por no avisarte que volvíamos a salir.
—No se preocupe por eso. Yo sólo vine a informar mi retiro.
— ¿Te vas? —preguntaron sorprendidos ambos.
—Efectivamente. Creo que mi trabajo terminó desde hace unas semanas —le entregó a David la llave de la casa—. Gracias por confiar en una total desconocida.
—Es decisión tuya. Fue divertido pasar tiempo contigo —se sinceró David.
— ¿De verdad te vas? —preguntó el joven, triste.
Nimi sonrió y le mostró el dedo índice.
—Uno, falta uno. Me voy de la casa únicamente, así que todavía seguiré por aquí molestando. ¡Bien! Hasta luego, señores.
Y sin más, se retiró de la presencia de los Ibarra, saliendo de su casa para dirigirse ahora a donde Denor y Aley se quedaban a dormir. Ellos rentaban un departamento algo pequeño en el que había un baño, un cuarto, la cocina, la que no usaban realmente, y una pequeña sala que no estaba amueblada debido a que sólo se quedarían por un tiempo. Aunque ese tiempo se había convertido en meses. Denor había dejado pasar a su hermana. Él dormía en el sofá y Aley en una cama. Nimi se encontraba muy deprimida y eso lo notó Denor, por lo que como buen hermano y capitán, se acercó a ella para animarla un poco, tal vez.
— ¿Qué es lo que te preocupa?
— ¿A mí? —Se quedó observando unos instantes a la nada y sin dirigirle una sola mirada en ningún segundo, continuó—: Dime, ¿qué es un hombre caballeroso?
— ¿Caballeroso? —se sorprendió ante la cuestión de ella—. Bueno, es una persona que trata a los demás con amabilidad, cortesía y modales.
— ¿Y tú eres caballeroso?
— ¿Yo? Bueno, sí, lo intento…
— ¡Me alegro! —Sonrió y se acostó en el sofá—. Muchas gracias por dejarme dormir aquí.
— ¡Nimi! ¡Era una trampa!
— ¿Qué? ¿Acaso no eres un caballero?
—Bueno, aun así, ¿y tú?
—Yo estoy muy cómoda, gracias por tu preguntar.
Y de esta manera, con esa treta y engaño, Nimi durmió esa noche en el sofá y Denor en el suelo.
A la mañana siguiente, Aley se había levantado y como era su costumbre, despertó a Denor, aunque se extrañó de no ver a Nimi en el sillón. Cuando el hombre se hubo espabilado por completo, Aley preguntó por la otra mujer. Sin embargo, Denor también se sorprendió de no verla. ¿Dónde pudo haberse metido esta vez? De seguro se había levantado mucho antes que ellos y se había escapado para no ayudar. Denor tan simplemente suspiró ante la posibilidad de aquello.
—Mira, Denor —escuchó la voz de la morena—. Dejó una nota pegada en la puerta.
Él la tomó y comenzó a leerla.
—Pero… ¿cuál es su plan?
La verdad nunca había podido descifrar los planes que Nimi podía llegar a tener. A pesar de pasar una vida con ella, nunca pudo saber lo que le cruzaba por la mente. Ella era alguien completamente imprevista, por lo tanto, no vieron que en ese instante, Nimi estaba frente a la casa donde había visto al cannie el día anterior. Se encaminó a la puerta y la tocó. El mismo hombre la atendió.
— ¿Dígame?
—Buenos días señor, soy la de ayer y he venido a llevarme a ese animalito.
—Es verdad. Pasa por favor.
Nimi entró a la casa y el hombre la guió hasta la puerta trasera, por donde se salía al patio. Él contaba cada paso que daba debido a su discapacidad. Abrió la puerta y lo primero que hizo Nimi fue acercarse al animal.
—La primera vez que lo escuché andar por aquí me asusté —reconoció el hombre sentándose en una silla, con cuidado—. Esta aquí. Casi todos los días salgo a tomar aire y a oír las aves cantar, a veces a los niños jugar. Eso me pone feliz. Disculpa por la invasión que tengo de hierbas. No sé como está, pero hace más de dos años que el señor que arreglaba el patio no viene.
—No hay problema por eso —dijo Nimi acercándose al hombre para sentarse en el suelo a un lado de él—. ¿Qué sucedió cuando se asustó al escucharlo?
El hombre soltó una risa al recordad aquello.
—En ese entonces esa valla no estaba y no era de extrañar que los niños entraran al patio, pues creían que la casa estaba sola. Yo creí que se trataba de ellos, pero supe no era así cuando escuché que caminaba entre la hierba y que gruñía. Eso era un perro, sin duda alguna. En ese momento no supe qué hacer. Pensé que si me movía me vería y se iría contra mí. Y se agregaba el hecho de no poder ver y no saber de qué raza era y si no tenía rabia.
—Me imagino lo horrible que debió sentirse.
—Sí, pero después escuché que se acercaba a mí. Mi corazón latía muy rápido y yo quería tranquilizarme. Porque había escuchado que los perros se ven tentados a atacar más ferozmente a las personas que les tienen miedo, pero no podía dejar de temerle al percatarme que subía esos escalones y que estos rechinaban por su peso, dándome a entender que era de una raza grande. Cuando sentí que su hocico tocaba mi rodilla con suavidad, descubrí que no era salvaje y lo acaricié.
— ¿Y se encariñó con él?
—El plan era dejarlo allí hasta que sus verdaderos dueños tocaran la puerta y buscaran un perro perdido. Se los devolvería. Sin embargo, creo que está enfermo porque no come. La vecina me mencionó que si necesitaba algo la llamara y le dije que me trajera comida para perros y cuando dejo el plato para que coma, al día siguiente sigue igual de lleno.
—No se preocupe por eso —la extraterrestre se puso de pie—. A esa clase de caninos les gusta cazar su propio alimento y son muy amigables.
En eso, tanto el señor como Nimi escucharon un camión estacionarse frente a la casa del hombre.
—Creo que vinieron por mí-susurró ella con una pequeña sonrisa.
El hombre y Nimi se dirigieron al umbral de la puerta principal. Nimi vio como Denor bajaba del camión y se acercaba a ambos. Se dirigió a la mujer.
—Renté esa furgoneta. ¿Y el animal?
—Donde mismo.
-Con su permiso-dijo Denor mirando al hombre, quien asintió.
Y así, Denor entró a la casa para ir al patio, poder dormir al cannie.
—Bueno, creo que tarde o temprano iba a ocurrir esto —mencionó el hombre, algo abatido.
Aley bajó del camión y se dirigió a la casa. Llevaba un perrito raza golden retrevie en sus brazos y se lo entregó a Nimi.
—Aquí está el pedido.
—Gracias, Aley —se volvió al señor—. Estire sus brazos —el hombre así lo hizo y Nimi le acercó el perro para que lo tocara—. Ahora tiene un nuevo amigo.
— ¿Para mí? —el hombre lo cargó y el animalito empezó a lamerle la cara.
—Sí, gracias por encargarse del nuestro. Cuídelo bien que éste sí come de plato.
Con esto, Denor llevó al cannie dentro de la furgoneta. Aley y Nimi subieron a ésta y se despidieron del hombre, quien se hallaba muy feliz de no volver a quedarse solo.
De esta manera, a nuestros amigos extranjeros les falta meramente un último cannie para regresar a sus casas e irse de la tierra.
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Continuará.