-En fin, juguemos de una vez porque no pienso esperar a ese bobo – refunfuñó Ornella viendo el tablero. Apretó un botón de los laterales, los cuales eran de oro genuino, solo para curiosear. De una ranura salió una tablilla muy pequeña bañada en oro también, con el numero uno tallado en el – Al parecer soy la jugadora numero uno.
Margaret inspeccionó por enésima vez el tablero, esta vez la ranura.
Apretó el botón también.
-Damn… soy la dos.