Eiji se quedó por un momento en silencio, sin darse cuenta de las expresiones de las chicas. Si las veía, de seguro no sabría como volver a dirigirles la palabra nuevamente.
—Veo que son sinceros conmigo… aunque no quiero desilusionarlos, no me considero un maestro. Pero haré lo posible para que no solo sigan la senda del samurái, sino la del bien, justicia y verdad — Acomodó su katana — Y parte de su entrenamiento consistirá en acompañar a estos jóvenes a la montaña sagrada.
El pájaro lo miró con una cara que daba que pensar, como diciéndole “¡SUICIDA! ¡ASESINO!”