Hola Clown (e.e así te diré hazme saber si no te agrada que te diga así xD)
Bueno de nuevo yo , se ve interesante la historia , prologo me gusto debo decir que tienes mucha razón en lo que escribes , “ aveses es más fácil juzgar “ pero luego te das cuenta que la regaste y ufff esa es otra historia me estoy saliendo del tema xD , bueno no vi errores de ortografía creo y pues como narras me gusta ya quiero ver a Naruto *¬* ( fan girl ) y que más te digo esperare la continuación y pues me has dejado con una que otra pregunta pero me las reservare hasta ver como avanza la historia y ver si las puedo responder por mi misma xD .
Tengo una petición cuando subas capitulo me avisas es que luego no me paso mucho por acá xD.
Saludos.
Pd: escribes muy bien, mejor que yo e.e
Llámame como prefieras ^^. Y bueno, realmente creo que mencioné algo bastante obvio en ese par de párrafos iniciales mas, aun así, creo que resultaban necesarios para poder empezar la historia ya que, a fin de cuentas, la partida de Naruto viene de esa razón. Me alegro de que te gustase la forma de narrar y el prólogo en si ^^, y te iré avisando cuando salgan los capis jaja xD, tomaré nota de ello ^^. Bueno, gracias por el coment, salu2 ^^.
¡Buenas! Pues ya tengo el primer capítulo hecho y, a decir verdad, aunque si he conseguido marcarlo por el camino que quiero, no me ha terminado de convencer el enfoque, tal vez, porque estoy intentando darle cierta envuelta a la trama. Además, me gustaría avisar de que en este primer capítulo, y tal vez en los siguientes, lo que viene a ser la escena, avanza no demasiado rápido pero no tardará demasiado, tampoco, en empezar a tener ciertos eventos que, poco a poco, irán desencadenándose lo que viene a ser la trama en si. Bueno, sin más, aquí os dejo el primer capítulo, ¡Salu2!
Capítulo 1 ~ Ryūgakure no Sato
Existe una leyenda, un viejo cuento de hadas que habla sobre la existencia de una criatura divina, de un ser de poderes inconmensurables que, incluso, podría rivalizar con el de las bestias con colas. Seres mitológicos criados en la violencia de la guerra y que solo conocían el significado de la muerte, se trataba de los Dragones. Descritos por textos antiguos como lagartos alados, estos seres sembraron el caos por el mundo hasta el día en que, por la fiereza de los combates librados entre ellos mismos, fueron aniquilados. Se hablar de que unos pocos huevos lograron sobrevivir a la barbarie de sus ancestros y que, aun hoy día, esperan que alguien lo suficientemente poderoso los despierte…
Era de noche en Ryūgakure no Sato y, como sucedía todos los días al momento en el cual el astro rey se ocultaba, una figura comenzó a cabalgar por las sombras. Una voz femenina perpetró el silencio de la escena, la silueta se detuvo por momentos mas, ante lo que pudo considerarse como un gruñido de desagrado por parte de aquella dama, retomó su frenético movimiento en cuestión de unos pocos instantes. - ¡No me hagas llamarte por tu nombre! – exclamó, de repente, tratando de que el miedo de tal amenaza acabase por cobrarse con una nueva victoria por su parte.
No surtió efecto, las acciones de aquel ser de rostro desconocido no cesaron en su empeño. Ella dio un par de casos, tratando de cercar su posición, solo para permitir que un solitario rayo de Luna iluminase su rostro dejando ver que, entre tantos árboles, la mayor de las bellezas le pertenecía a ella y a su larga cabellera roja. – ¡Naruto! ¡Baja de una vez! – dijo, con un tono de voz tan alto como serio, al tiempo que colocaba sus manos sobre la cintura.
El receptor de dicho aviso, y nombre, frenó en seco ante aquellas palabras. Un ligero destello rojo, con forma de ojos, relevó cual era su posición exacta y ante la más que segura negación de Naruto, ella actuó. Un salto, tan veloz como potente, le permitió posicionarte a las espaldas del niño antes de que este pudiese, si quiera, reaccionar. Como si de un cachorro se tratase, lo cogió del pescuezo aunque con la diferencia de que el elemento que soportaba su peso era su ropa, que comenzaba a emitir ligeros crujidos por la presión de cuerpo del niño y la gravedad.
– Ya te tengo dicho que no puedes salir tan tarde… – comentó, ahora con un tono de voz más aprensivo y maternal, mientras lo soltaba solo para poder sentarse a su lado. El niño, que se destacó como tal debido a la diferencia de alturas que se establecía entre las dos figuras, se limitó a emitir un ligero gruñido de asentimiento que, aun a pesar de todo, no exponía la realidad de sus sentimientos… Y es que a él, a su edad, lo que le gustaba era investigar, descubrir, tener aventuras y sentirse como un héroe. – Ya sé que no te gusta estar encerrado en casa, pero es peligroso estar fuera tan tarde – explicó la pelirroja mientras lo tomaba en brazos, con relativa facilidad, solo para bajar ambos mediante un salto de la primera.
Pero algo, un imprevisto, provocó que ambos cayesen de bruces contra el suelo una vez los pies de la dama pisaron el suelo. Un temblor asoló el bosque, la tierra comenzó a moverse con violencia ante el asustado gesto del niño. Sus cabellos, rubios como el día, se revolvieron inquietos ante el frenético movimiento del muchacho. – ¿Qué es eso mama? – preguntó, mientras se escondía en el abrazo de su madre, con un miedo más que aparente. – No lo se hijo, pero tampoco quiero descubrirlo – contestó la mujer justo antes de ponerse en pie. No lo dudo ni un instante, salió corriendo en dirección a la aldea y es que, fuera lo que fuera o que hubiese provocado aquel temblor, seguro que no era nada bueno.
Y, al mismo tiempo que eso pasaba, un hombre, de aspecto anciano, se levantaba de golpe de su cama. Su rostro, embadurnado en sudor, no pudo más que expresar una inmensa sorpresa ante aquella extraña sensación que asoló su corazón. El desconcierto y la incredulidad emergieron cuan ola en día de playa. Aquel extraño sentimiento solo podía corresponderse a una cosa, el despertar de un “algo” que llevaba demasiado tiempo dormido.
Fue por eso que se levantó de golpe. Poco importaba ir en pijama, salió corriendo de su casa solo para observar como cada uno de los habitantes de la aldea hacían lo mismo que él. Todos los allí presentes lo sabían, algo o alguien había conseguido llamar la atención de su Dios, del guardián durmiente pero, ¿quién? ¿acaso existía alguien lo suficientemente poderoso como para provocar que la despistada mirada de aquella existencia se alarmase por su mera presencia?
Fue entonces cuando vieron correr a la mujer de cabellos rojos que había llegado a la aldea ocho años atrás. Sus ojos traslucían un miedo claro aunque, para los padres y madres del lugar, fue más que obvio que aquel temor venía por la posibilidad de que su hijo saliese herido, y no por otra cosa. - ¡Kushina! ¿Qué hacíais en el bosque? ¿Qué ha pasado? – cuestionó la voz del anciano al tiempo que todos los aldeanos se acercaban a la mencionada Kushina. No eran demasiados, seguramente no fuesen más de trescientas personas pero es que, en realidad, aquella aldea era más bien pequeña.
– No lo se, salí a buscar a Naruto y, de repente, el suelo comenzó a temblar… – explicó, algo sobresaltada, mientras se detenía. Los diversos personajes allí presentes se miraron unos a otros sin saber demasiado bien que decir, parecía bastante probable que hubiese sido uno de aquellos dos quien había llamado la atención del Dios cuando, en realidad, el ente que había logrado dicha hazaña no había sido otro más que la bestia que habitaba en el interior del rubio…
Naruto ya dormía en su cama. Su rostro, de pura inocencia, contrastó enormemente con la angustia depositada en su madre. Un suave beso en su frente fue la despedida, siempre repetida cuando el niño yacía en los brazos de Morfeo, que se produjo antes de que la madre abandonase la estancia en la cual se encontraba él y cerrase la puerta. Ahora tenía que ir a hablar con el anciano aunque, en realidad, deseaba no hacerlo.
Una vez llegó a casa de este, fue recibida amistosamente por este y unos cuantos ancianos más. Se trataban de los consejeros de la villa y del Kage de la misma. El líder era Hiroshi, un venerable anciano de cabellos blancos y lacios, aquel que se había despertado, el primero, al notar aquella extraña sensación. A su diestra reposaba Kenzo, un hombre de aspecto fornido y de pelos negros. Finalmente, a la izquierda, uno podía encontrar a Sayumi, una mujer de aspecto joven y jovial, casi tan hermosa como Kushina gracias a su oscuro pelo azabache y a sus gráciles rasgos faciales. Como particularidad, los tres poseían ojos de color gris.
Una, no corta, conversación se inició entre los cuatro individuos una vez todos los formalismos fueron realizados. Explicaciones varias, que no hacían más que provocar grotescas expresiones en el bello rostro de la dama de cabellos rojos, fueron dadas en cuestión de un par de horas mas, realmente, lo peor de todo llegó al final. – ¿Y qué podría pasar? – preguntó, alarmada, tras haber escuchado las diversas palabras de los allí presentes.
– No estamos seguros… - empezó a decir Sayumi. Guardó silencio y, casi como si hubiese estado planeado, comenzó a hablar Kenzo. – El guardián es caprichoso, podría querer devorarle criarle, ignorarle o asesinarle… solo sabemos que ha reaccionado ante la presencia de Naruto – fue a explicar, delatando un tono de voz fuerte y ronco, mientras se cruzaba de brazos, pensativo. Si hubiese sido Kushina quien llamase la atención de este, lo habría notado pero, según palabras de la propia mujer, no había notado otra cosa más que el temblor que había sacudido el bosque, la villa y, sobre todo, el pequeño volcán que se encontraba a espaldas, a unos cien metros de distancia, de aquel edificio en el cual se estaba llevando la reunión.
Mientras tanto, en la casa de los Uzumaki, apellido tanto de la madre como del niño, el joven Naruto soñaba “tranquilamente” en aquel mundo terrenal mas, por otro lado, en la que era la tierra de los sueños, algo extraño estaba empezando a pasar. – ¿Qué es eso, Kurama? – consultó, con dudas en la voz, Naruto. Frente a él, tras una puerta de gigantescos barrotes, dos ojos felinos emergieron tras lo que pudo ser un pestañeo.
La respuesta demandada no se presentó, el ser al cual dichos orbes, rojos, pertenecían prefirió guardar silencio pese a que sentía que algo malo estaba a punto de ocurrir. Notaba una presencia extraña rondando alrededor del que era su contenedor, algo que jamás había sentido…
Tema: Vigilia {Capítulo1: 27/04/2012} (Leído 5240 veces)