Me gustaría decirle, si me lo encontrara estúpidamente por la calle, el centro o cualquier otro lugar aunque sea el barrio por donde vivo, que su vida está en manos del mismísimo averno.
Quisiera poder vomitarle en cara tantas cosas, que no me alcanzarían ni todos los insultos del mundo o las palabras del diccionario.
Yo te quería tanto… pero ahora tu recuerdo es dulce y a la vez asqueroso.
Aun así tengo mis amigos y sigo viviendo.