Sigo delirando por él y el profundo sentimiento de aprecio y amor que pudo dejar en mí una persona adulta.
Pero duele tanto recordarlo, tanto que puedo decir que mi corazoncito mil veces lastimado se resquebraja como una vasija de arcilla vieja, y larga liquido vital a chorros.
Y mi mente… parece jugarme en contra. Mientras más digo: “Deja de pensar en ello”, más vuelve al pasado y expone aquella sonrisa angelical, su rubio y fino cabello inmóvil y sus ojos celestes abiertos par a par anunciando la felicidad de estar con todos nosotros.
Como quisiera cantarle nuevamente, y que me pudiera escuchar. Tocar su teclado, y que sonría para mi así como lo solía hacer…