Alfred había terminado rápido de comer. No lo había terminado todo, pues la comida sabía horrible y parecía descompuesta. Se comió el hambre que le quedaba y dejó la comida sobrante en la mesa.
Así, con la tripa que le rugía, se retiró de la cafetería mientras veía a una chica botando a la basura la comida -"Yo hubiera hecho lo mismo"-, la cafetería casi llena, a un grupo de chicos con frutas -"que suerte"-y a una mujer mirando desde la puerta. Se dirigió de frente al salón de clases de tercer año y se sentó en el primer puesto vacío que encontró al lado de la ventana, justo al medio del salón... Veía a un delgado profesor que no hacía nada sino, aparentemente, esperar.
Cansado, bostezó mientras veía llegar uno a uno a sus compañeros de clase. -Que aburrido- se dijo para sí.