La chica del cabello cian parecía derrumbarse en aquel abrazo.
-Primero ignora a todo el grupo. Luego nos abandona. Y ahora pasa por al lado mío como si nada sin tener en cuenta mis sentimientos. – se refregaba los ojos como una niña.
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-¡Helado! ¡Helado! Lo haré. Voy a ver qué consigo.
Kokone, de alguna manera, logró escaparse de donde estaba, dejando a Kanade solo pero dormido.
Cuando llegó al lugar indicado, no vio a ningún hombre con la dichosa cicatriz en el rostro. Solo sintió un paño húmedo en su nariz que la adormeció.