En eso, Miku intentó mover las piernas al despertar pero no pudo. Se masajeó los músculos y con mucho esfuerzo, se paró. Se agarró de una silla para eso.
Al principio de cayó al suelo como una bolsa de patatas. Pero logró reincorporarse. Sentía que el corazón se le saldría por la boca y le dolía demasiado el pecho.
Vio una silla de ruedas con palanca cerca y se sentó en ella.
Apenas pudiendo respirar, se subió al ascensor hasta la terraza del hospital.
Se acercó hacia casi al borde del edificio y miró el vacío. Luego el frente, todos los edificios llenos de bonitas luces. Sonrió al verlas y estiró una mano como queriendo alcanzarlas.
Se llevó las manos al pecho, a la altura del corazón, y cerró los ojos como un ángel. Con una sonrisa en su rostro empezó a cantar, pero no balbuceando, sino como tarareando.
Mientras se le caían lágrimas de dolor.
Su voz hacía eco por toda la terraza y se oía aquel torrente agudo incluso pisos más abajo.
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—Podemos hacerle un homenaje— comentó Sakura.