—No la veo desde hace tiempo — respondió sin rodeos. Kokone se dirigió hacia Kanade, cubierta de polvo y tierra de atrás del sillón. Kanade se quiso morir.
— ¡Ya encontré mi muñeca! — exclamó alegre. En realidad si la había encontrado, pues era una que había perdido hacía bastante tiempo. Pero supo aprovechar su re descubrimiento.
— ¿Hace cuanto que estás ahí?
—Acabo de entrar por la segunda puerta — mintió, excusándose y haciendo teatro para sonar convincente.
--
Una vez que la cuchara estuvo dentro de su boca , empezó a hablar con la boca llena.
—Ya te dije, eso espero. Porque me molesta… además ya la vez pasada destruyó mi colección de muñecas solo porque no le gustaban. Y la forma en que le sacó la cabeza fue aterradora.